25.

31 2 0
                                    


Luego de haberme reunido a diario con Riley por dos semanas no logré encontrar nada de relevancia que sirviera para completar los formularios que me había encargado, todos tenían una vida tan ordinaria que lo más importante que podría destacar es que a todos les gustaba comerse los mocos por lo que logré fijarme mientras trabajaban.

Seguía pensando en las llamadas que he recibido en estos últimos días, todas privadas. Decidí ignorarlas, dejar mi teléfono en modo avión para no recibir ninguna mientras estaba "trabajando", pero lo que me alteraba de todo esto, era que cuando volvía a encender la red WiFi una nueva llamada entraba, y no cesaba hasta que respondiera.

Y siempre conseguía lo mismo al responder: silencio.

No he podido dar con Bradley en estos días, apenas tiene tiempo para pasarse a ver a Jota, quien por cierto, ha mejorado bastante. Ha tenido unas pequeñas recaídas, pero nada que los medicamentos contrarresten. En el caso de Luwit, sólo hemos hablado camino a la escuela y fuera de esta cuando me alcanza a casa, más de eso, nada.

Hoy sería la excepción, ya que era el famosísimo cumpleaños de Zachary, el hermano de Arziki.

Sólo recordar en Abella ayer por la tarde llegando a mi casa luego de la escuela para recordarme el gran día de hoy me sacaba una sonrisa. Esa niña no se iba a cansar de invadir mi jardín delantero hasta confirmarle con antelación y seguridad que no faltaría.

Terminé de peinarme frente al espejo, mi cabello con el tiempo fue creciendo hasta llegar un poco más debajo de mis hombros, lo que le daba más volumen a la coleta que siempre peinaba para no lucir como pordiosera. Cepillé mi flequillo y los dos largos mechones que caen a cada lado de mi rostro y ya estaba lista para salir.

Los cumpleaños de los niños casi siempre son por la tarde, así que con la luz del día a mi favor esperé la señal de Luwit para partir. Quedé fuera de la puerta de mi casa con el teléfono en mano mientras intentaba dar con él, y cuando alcé la mirada, lo encontré justo subiendo al auto luego de Abella. En menos de diez segundos ya estaba estacionado delante de la cerca.

—¿Hacia dónde tan arreglada? —piropeó desde el asiento conductor, la ventanilla del copiloto estaba abajo con la sonriente cara de Abella mirándome.

—Tengo una cita con un niño de trece años.

Entendí eso, y fue demasiado turbio —señalizó Abella.

—No te quitaré a tu novio —bromeé, y al momento de decirle eso sus dos mejillas se pusieron coloradas como un tomate.

—Nada de novios aquí —apuntó Luwit—. Sube, que ya vamos un poco tarde.

Me deslicé a los asientos traseros topándome con una enorme caja envuelta en papel de regalo. Enarqué una de mis cejas hacia la pequeña que me observaba con entusiasmo y luego a la caja.

—¿Qué hay dentro? —le pregunté—. Se ve como algo que seguro le encantará.

Pude perfeccionar con el paso del tiempo mi conocimiento por las señas. Les confesaré algo, en mis tiempos libres buscaba clases en línea gratuitas para poder informarme mejor. No podía seguir ajena a este conocimiento tan valioso como la comunicación por medio de señales, no cuando había alguien en mi círculo social que se veía limitado a comunicarse sólo por ignorancia nuestra.

Un cuadro de nosotros cuando fuimos de excursión, y rellené con sus golosinas favoritas —señaló, entusiasta.

—Eres tan adorable.

—¿Podemos irnos ya? —brama Luwit.

Luego de conducir por aproximadamente quince minutos llegamos al tan esperado lugar. Era una casa simple, de un piso, bastante hogareña por fuera pintada de blanco con hermosas plantas de diversos colores decorando un pequeño sendero que dirigía a la puerta, la cual se encontraba abierta y cubierta de globos azules en el umbral, desde afuera se percibía al bulto de gente y niños reunidos en el centro del salón.

The South Bronx © [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora