22.

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—¿De verdad no saliste para este año nuevo? —Cuestionó Jota desde su cama—. Vaya, qué aburrido ser tú.

Una semana más. Más enfrentamientos donde apenas me dan información, más desapego con Luwit, y un extraño acercamiento con Bradley.

No, no es un apego intencional, sólo nos hemos visto más a menudo gracias a Jota, quien se tomó en serio el papel de simular que somos sus padres divorciados.

Maeve ha estado estable, así que no estoy del todo preocupada como los primeros días, Trisha se ha mostrado más empática ante su delicada situación, claro que le omitimos qué es exactamente lo que tiene mi madre, pero ha enviado dinero que Maeve prometió ir devolviéndole en pequeñas cuotas apenas pueda volver al trabajo.

Hemos discutido un par de veces. Sé que la gente que tiene aquel virus no significa que van a quedarse postrados en cama, pero intento lo mejor que puedo para evitar que ella haga esfuerzo en vano, mientras pueda descansar, que lo haga, e intentaré hasta donde mis energías me lo permitan para que haga caso.

—Porque debo cuidar de mi madre, ¿recuerdas? —seguí revolviendo la sopa dentro de la olla—. Y tú deberías estar arriba, no acá en la cocina.

—Nikolai dijo que ya puedo estirar las patitas —extendió sus piernas y retorció los dedos desnudos de sus pies.

El estado de Jota ha mejorado bastante, tuvo un par de recaídas cuando la herida presentaba señales de infección, por suerte, Nikolai actuaba a tiempo para calmar la fiebre y limpiar la zona. Sin él, probablemente ya estaría muerto.

Temblé en mi sitio de sólo pensarlo. Ramírez siempre me transmitió seguridad, cuando Bradley y yo iniciamos nuestra relación, él se mostró demasiado a gusto con ella, tanto que se convirtió como un hermano mayor con el que no tienes estrecha relación, pero que sabes que si las cosas se ponen feas él no dudará en darte una mano.

Claro que cuando todo se acabó con Snuff, me alejé. Jota siempre buscaba la ocasión de saber cómo estaba por las pocas veces que nos topábamos por el barrio, ya que era común verlo distribuir la mercancía que encomendaba Bradley por mis zonas.

Ahora, desde que ha estado pidiendo por mi presencia mientras sigamos cuidándolo, he conocido mucho más de él.

Al parecer, su único pariente vivo es su tío, quien vive en México y con el que tiene una cálida relación, sin embargo, me confirmó que quiso apartarse de él y desequilibrar ese lazo que tenían para no meterlo en todo el jaleo de pandillas que se armaban de vez en cuando. Perdió a sus padres, no dijo cómo, y era hijo único.

—Siempre quise una hermana, ¿sabes? —añadió tras un silencio—. Tú eres lo más cercano a eso.

—Vas a hacerme llorar —puse una mano en mi pecho, algo conmovida—. Eres tan dulce...

—Pero para que me haga la comida —interrumpió y mi rostro cambió. Sonrió como si fuese un niño travieso y agregó—. No, en serio, siempre te tuve ese cariño desde que te conocí. Bradley tuvo suerte de estar con alguien decente, y míralo ahora... tiene gusto por las locas.

—Darcy no está loca —defendí vagamente—, sólo es una persona muy posesiva.

—¿La defiendes?

—Claro que no, simplemente, quiero excusarme tras eso para no demostrar que sigo dolida por saber la verdad —confesé.

Sé que muchas veces me contradije. Darcy me agrada. Darcy no me agrada. Todo está en orden con ella. Todo está mal con ella.

Pero es que todo vino como un balde de agua fría, noticias que me hubiese gustado saber en su momento cuando la herida seguía fresca, así entendería muchas cosas, los problemas los hubiéramos solucionado en ese momento, no ahora, años después de todo cuando ya está cicatrizada.

The South Bronx © [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora