CAPÍTULO UNO.

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Ocho de la mañana. La ciudad había despertado con un clima frío que obligaba a todo mundo a salir con grandes abrigos y guantes para evitar congelarse.
Era normal, el invierno recién comenzaba y la suave nieve caía con quietud sobre los techos.

Durante esas fechas, era completamente normal ver a personas salir por una buena bebida caliente y mirar el paisaje a través del cristal de alguna cafetería cercana. Otros simplemente permanecían en casa arropados viendo alguna película pero, en el distrito de Songpa-gu, las personas parecían estar fascinadas con un lugar en particular.

Se trataba de una cafetería de tamaño regular. Se encontraba cerca de la avenida principal pero al mismo tiempo, lo suficientemente alejada como para no escuchar el bullicio de una ciudad despertando.

El lugar era lindo en realidad, la decoración había sido bien pensada para dar ese toque acogedor que hacía que cualquiera desease pasar un buen rato ahí degustando una taza de café con algún postre dulce.

Y hablando de los platillos, aquel lugar no sólo era famoso por la ubicación o la estética, más bien, era la comida la que atraía a montones y montones de comensales que incluso hacían fila para ingresar, especialmente en días lluviosos o en invierno.

Las personas también apreciaban el hecho de que el personal era amable y atento, especialmente el dueño del lugar, que en realidad se trataba de un joven que, a su corta edad, había invertido todos sus ahorros para emprender su propio negocio que resultó ser todo un éxito.

-Joven Yoon, llamaron hace un momento para hacer un pedido especial para un evento dentro de quince días-explicó una chica que portaba el conocido uniforme color rosa y azul.

El chico sonrió. Yoon Jeonghan era el dueño de aquel lindo lugar; a sus veinticuatro años, podría decirse que se encontraba en el mejor momento de su vida. Tenía todo lo que siempre había querido, su propia cafetería era un sueño hecho realidad, que con mucho esfuerzo y dedicación había logrado hacer crecer.

Sus padres lo visitaban al menos una vez al mes y siempre lo felicitaban por todo lo que tenía. Ellos eran amorosos y con un corazón muy cálido, cosa que Jeonghan siempre agradecía.
También, por otro lado, tenía a su lado al chico más amable, amoroso y detallista que cualquiera desearía. Su pareja había sido siempre un pilar importante en su vida y, desde que se había mudado a vivir con él hacía ya tres años, todo había ido aún mejor en su vida.

En pocas palabras, no podía pedir nada más, pues tenía todo para ser feliz.

-¿Qué clase de evento, Hana?

-Es una fiesta de cumpleaños. Han pedido un pastel sabor fresa de tres pisos y macarrones color rosa. También quieren unos cuantos litros de su café especial.

Los ojos del chico se abrieron con sorpresa. No le molestaban los pedidos grandes, de hecho eran comunes y más en esas fechas, pero en ese momento se encontraba lleno de trabajo y además era poco tiempo.

-¿Les dijiste que dos semanas eran muy poco tiempo?

-Bueno... sí, lo hice. Pero la persona dijo que estaba dispuesta a pagar lo que sea con tal de que su pedido esté a tiempo. Además dice que con usted vale la pena cada won invertido.

Esas palabras fueron suficientes para sacarle una sonrisa al chico. No era el dinero lo que le hacía sentir emoción; más bien, lo era el hecho de que la gente reconociera la calidad de su trabajo al punto de confiarle sus eventos.
Así, asintió con emoción antes de colocarse su mandil del mismo color.

-En ese caso, tenemos mucho trabajo por hacer-anunció antes de dirigirse a su estación. No obstante, fue detenido al escuchar una inconfundible voz.

-Yoon Jeonghan, que sorpresa encontrarme con el dueño de la cafetería "Dalkomhan hyang-gi"-dijo una voz masculina detrás de él.

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