Diez.

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|Kaj|

Me desperté de nuevo.

¿Qué hora era? El sol estaba apenas saliendo cuando Lin y Togha llegaron corriendo a Los Autos para dar una gran noticia: había un nuevo recorrido de turistas, sólo que no aquí, en el pueblo, sino que a nuestros alrededores.

—Alguien debe ir hasta allá, atraerlos —decía Lin.

Togha asentía cada vez que su mujer decía algo, y cuando la decisión de la carnada debía de ser tomada, despegó sus ojos de Lin y me miró fijamente. No podían... ¡Jamás he salido del pueblo!, ¿qué les hace creer que me iré sólo para traer a un puñado de turistas con los cerebros quemados por el sol?

Para cuando vuelvo a la realidad que existe fuera de mi cabeza, ellos ya han tomado una decisión: yo iré.

Los llevaré al viejo hotel, hasta la azotea del mismo, donde todos los rodearemos y proseguiremos a comer.

Habían pasado tres días sin que Jefe, Mikaela, Togha y Lin cocomieran algo. Tabith y yo nos abastesimos con carne animal, aunque a los otros no le pareció. ¡Pon atención, Kaj!, me gritó mi mente y, por segunda vez, tuve que fijar mi atención en el grupo.

No había pasado nada iteresate, así que me dispuse a mirar hacia el bosque: las copas de los árboles se alzaban por sobre nosotros con muchos metros de diferencia. El cielo estaba claro, y el sol ha comenzado a salir (no debe de ser tan tarde), los pájaros cantaban a lo lejos y los animles se alejaban del pueblo gracias a los cadáveres que Tabith y yo  nos habíamos encargado de esparcir en un mal intento de aullentar a los turistas.

Estaba harta de comer humanos, y no quería seguir haciéndolo.

Cuando Jefe hubo terminado de dar las explicaciones nos dispusimos a comenzar el día con nuestras cosas típicas: Los niños y yo nos encaminamos para ducharnos en la piscina publica, Jefe se fue con Togha para pulir el plan y comenzar a repartir el botín, a pesar de que aún no era nuestro. Lin se quedaba en el suelo, mirando al bosque, como siempre, esperando a que algo llegara y se la llevara de ahí. A veces, yo hacía lo mismo, sólo que en otro punto más alejado del pueblo, en los reactores, con la esperanza de que mi padre saliera de su oficina y viniera corriendo hacia mí... Pero nunca sucedía. Se quedaba en un triste y asqueroso sueño.

-

Más tarde, el momento había llegado y yo me encontraba caminando lentamente hacia las afueras del espeso bosque que tomaba el papel de frontera con otros pueblos.

Agache mi cabeza al escuchar el ruido de unos neumáticos contra el asfalto, debían de ser los turistas.

Maldición, debo apurarme.

Jadeo hasta que llego al final del bosque; frente a mí ya no hay árboles y todo esta bañado en los dulces ryos ultravioleta del sol. Debía admitir que mi pueblo era muy lindo. Los pasos de la gente me hizo retroceder y resguardarme en un tronco robusto y de gran tamaño... Entonces lo vi. Era él, era el chico de mis sueños. Alto, de cabellos negros y ojos sonrientes.

Pero también había otro, aunque sus ojos denotaban tristeza y abandono. Mantenía una gran sonrisa que ocultaba su nerviosismo; una mujer mayor los acompañaba y les acariciaba la espalda constantemente, parecía ser su madre. También venía con ellos un hombre, quien supuse sería el padre, aunque ninguno de los dos parecía cómodo con su presencia.

Hablaban una lengua diferente, no era el inglés (lo que era una lástima, dado a que sabía un poco) y no entendía nada de lo que decían.

Pero debía dejar algo bien en claro: eran hermosos.

Radiactivo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora