Seis.

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—Natalie, ¿dónde están las llaves del auto? —Prince Evans buscaba por toda la sala de estar las llaves de su coche. Su esposa parecía buscar alguna puerta secreta en el cuenco que había en la chimenea al lado de la puerta principal, esperando encontrarlas, pero a la vez enojada con el objeto inanimado.

Como si hubiera sido su culpa que Ty, a mitad de la noche, cogiera el auto familiar y se fuera a dar una vuelta para despejar su mente. El pobre  cuenco no podía defender su contenido de un adolescente deprimido y con antecedentes suicidas.

¿O sí?

No.

—De todas maneras, ¿dónde están nuestros hijos? —Prince siguió moviendo los almohadones del sofá.

—Richie está en el jardín y me ha dicho que Ty se durmió muy tarde anoche; que no le despertara. —Respondió tranquila su mujer.

Y, es que, ¿cómo no creerles? Ellos jamás les habían mentido, no tenían por qué hacerlo... Según sus padres.

—¿Fumaron?

—No.

Sí, jamás les habían mentido.

—Bien, ya da igual, dile que nos vamos en un taxi al aeropuerto, te espero afuera.

-

—¡Hijo de puta!, ¿dónde estás? ¡Se supone que estarías antes de que ellos se fueran!

—¿No se han percatado de que les falta el auto? —Ty estaba claramente sorprendido por la falta de atención de sus padres y la gran confianza que les tenían. Por un momento -uno muy corto- se sintió mal. —¿Ni siquiera se han percatado de mí ausencia?

—Ty, son nuestros padres, no se dan cuenta de nada. —Le respondió cansado Richie. —Como sea, necesito que vuelvas a casa ahora mismo. Ellos no están, recién se fueron. Por favor.

—¿Richie Evans suplicándome que vuelva a casa? Una pregunta, ¿qué has hecho con mi hermano? —El tono burlón de Ty no hizo más que irritar a su gemelo.

—Lo he cocido a fuego lento y me lo comí, déjame decirte que estaba realmente bueno. —Le respondió sarcástico Richie. —Anda, vuelve.

—Voy en camino, ¿vale?

—Vale.

La llamada se cortó y supuso que su hermano había colgado.

Bien Ty, se dijo a sí mismo, estoy seguro de que puedes conducir de vuelta casa. Espera, ¿qué hago aquí?

Una pequeña vivienda se alzaba frente a su auto, proporcionándole sombra y un clima un tanto fresco; aunque sabía que al salir, el sol lo cambiaría todo.

Pensó en llamar a Richie otra vez. ¿Y si ella salía? ¿Y si él tocaba la puerta? ¿Y si era tan débil e iba a disculparse por algo que él ni siquiera había comenzado? ¿Qué haría?

No podía llamar a su hermano y decirle que anoche, al estar manejando, había llegado "mágicamente" a casa de Elazael. Ni el mismísimo Ty se lo creía.

De todos modos, ¿por qué estaba ahí?

-

Ahí estaba otra vez, el chico de sus sueños, mirándola por entre los árboles del bosque; la espesura de la maleza y la lejanía del joven le impedían verlo con atención, pero Katj tenía algo que el mismo Chernónbil le había entregado: radiación.

Radiactivo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora