Diecinueve.

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—NO LO HAGAS TY, ES MUY PELIGROSO.

—No voy a saltar, sólo quiero acercarme un poquito. Te prometo que no me caeré —le repitió su hermano mientras le daba una sonrisa tranquilizadora.

Tyler se acercó un poco más a la corniza, miró hacia abajo y calculó el tiempo que le llevaría caer. Simplemente quería hacerlo. Él era siempre el causante de las discusiones; ¿quién necesita un nuevo psicólogo?, ¿quién necesita que se le hagan estudios psicológicos para saber qué pasa dentro de su cabeza? Estoy harto. Estoy harto de que me llamen loco.

—Bien, Tyler, ya te acercarse mucho al borde. Regresa por favor.

— Calmate Richie.

El niño se sentó al borde del del techo de su casa y miró hacia abajo. Sus padres no estaban. Tenían una reunión muy importante y los habían dejado solos con la confianza de que no les pasaría nada malo. Pero, claro, ¿qué padres dejaban a sus hijos solos con tan sólo seis años?

Los miembros de la familia Evans eran muy independientes cuando la situación lo ameritaba.

Tyler Evans, de seis años, tomó un respiro y, con la mirada dura, saltó.

Richie se levantó gritando, con la cara empapada de sudor y sus ojos ardiéndole. ¿Qué había sido eso?

Frankie no se encontraba a su lado y no supo si era porque se estaba encaminando a la carretera o simplemente algo se lo había llevado.

De todas maneras, habían quedado en que él se fuera en busca de Kaj y Ty, mientras que el estadounidense buscaba ayuda lejos del pueblo; tendrían que reencontrarse en los reactores. Si Richie no volvía, Frankie y la policía tendrían que adentrarse al bosque y buscarlos.

Así que tenía que ponerse en marcha.

Escupió un poco de saliva sobre la tierra antes de erguirse y comenzar a caminar.

Se movía con nerviosismo, preocupado. Sus oídos se encontraban atentos a cualquier ruido. Cualquier rama que se quebrara bajo sus pies se escuchaba diez veces mas fuerte, o al menos así lo sentía; no quería pensar en lo peor, pero el ambiente tétrico y deteriorado del lugar no le ayudaba en nada.

Además había pocas probabilidades de que su hermano sobreviviera, teniendo en cuenta que estaba malherido y solo contaba con Kaj para protegerle... Pero Richie era optimista, quería creer que Ty y Kaj estaban bien, vivos (bueno, pero Kaj no estaba del todo viva...) y de camino a reencontrarse con ellos.

Se sentía cansado de todo: de caminar, de huir, de correr, de escalar, de esconderse. Ya no podia seguir con su vida. Estaba tan jodidamente triste y harto de su vida.

Los árboles parecían saludarle gracias al movimiento que estos hacían gracias al viento que soplaba, sus hojas haciendo fricción las unas con las otras; ¿cómo es que el lugar parecía tan muerto y a la vez tan sumamente lleno de vida? Uno diría que la radiación y la fauna y flora de Chernobyl eran buenas amigas: las plantas crecían junto con pequeñas, pero hermosas flores; los pájaros cantaban y se escuchaban todo clase de sonidos provenientes de animales (sí, había gruñidos que no lo dejaban continuar tranquilo). También, durante su travesía se había topado algunos animales un tanto extraños: zorros con patas más pequeñas o aves con el pico mal figurado, pasando así a animales con alguna extremidad extra.

A lo lejos divisó un cuerpo, pequeño y frágil que cargaba consigo otro más; un vestido blanco con manchas color carmesí ondeó al ritmo del viento. Casi pudo jurar que la chica que estaba frente a él le sonrió.

Radiactivo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora