Diecisiete.

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Mikaela no podía dormir sin su hermano respirándole en la nuca, era extraño no sentir sus manos en su cintura apretándola contra su pequeño cuerpecito o como cuando estaba tan asustado que solo la apresaba con sus piernas y no la dejaba irse de su lado.

Recordaba la forma tan torpe de protegerla: colocándose delante de ella con un palo en las manos y lanzando golpes con éste a cualquier cosa que se moviera. Y al final era ella quien los sacaba del apuro.

Pero era él quien le llevaba comida.

Era él quien le contaba cómo eran sus padres cuando Mika perdió la memoria.

Era él el que la abrazaba cuando lo necesitaba.

Era él, su hermano.

Y ahora estaba muerto, por culpa de Kaj.

-¿Por qué habría sido tan estúpida? Los humanos nos hicieron. Se entrometían en el pueblo como si fuera suyo, cuando en realidad es nuestro. Nos ha dado la espalda, a nosotros, a su familia. A Tabith, que tanto la quería. No podemos dejar que se salga con la suya, ni ella ni los otros. Debemos ser mas listos y asesinos que nunca. Así como ella nos ha abandonado nosotros la abandonaremos a ella. Mikaela, ¿estás con nosotros en esta nueva cacería? -Había dicho Jefe ese día.

-Sí -Mikaela aceptó. Era la hora de hacerla pagar.

Cuando recorrió su rostro con las manos se dio cuenta de que tenía lágrimas en las mejillas. Nunca lloraba.

Tal vez Tabith tenía razón: cuando sientes tanto dolor, a veces tienes que dejar caer la armadura.

Le había dicho una vez, citando a su madre. Aquella vez, Mikaela se despertó sin saber quiénes eran las personas de la fotografía que guardaba con tanto cuidado en la pañoleta que usaba en su cabeza para recoger sus sucios cabellos.

Esa noche era el momento de quitarse la armadura y sentir dolor por su hermano, por sus padres y por la Mikaela que solía jugar con muñecas de papel en vez de matar a obreros y turistas.

¿Qué había pasado? ¿Cómo había cambiado tanto? Recordaba su piel pálida, sus dientecitos de leche, su cara regordeta y su cabello tan largo y rebelde como lo mantenía ahora.

Pero, la Miakela de la actualidad ya no era balnca, sino grisácea, con los dientes podridos (pero enteros), su cabello sucio y enredado y su cara alargada y flacucha por la falta de comida.

Mientras que la Mika del pasado era bonita, la Mika del futuro era fea.

Siguió llorando hasta ya bien entrada la noche, cuando por fin se sintió tan cansada que olvido por completo la falta de su hermano a su lado.

Radiactivo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora