Siete.

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|Richie|

La espera había terminado, nuestro cumpleaños era el día de hoy.

Teníamos las maletas listas para el viaje, sólo hacía falta bajarlas y, posteriormente, subirlas al maletero del coche de nuestro padre -que días atrás, Ty había robado-.

Después de hacer todo podríamos partir hacia Ucrania.

-¡A desayunar! -Lucía, nuestra ama de llaves, nos llamó desde el otro lado de la puerta.

En lo personal, era la puerta más fea que había en la casa; cuando éramos niños, Ty había pedido decorarla mientras a mí me tocaban las paredes, pero sus gustos eran claramente diferentes.

La puerta estaba convertida en un remolino de colores que, en sus mejores años, había sido un arcoiris. Más sin embargo, nunca la habíamos vuelto a pintar a pesar de todas mis quejas, lo cual era claramente gracioso.

Mi decoración sinceramente era la mejor: paredes verdes con una bonita ambientación de bosque... Bueno, con el pasar de los años la había mejorado. Al principio las pobres paredes estaban llenas de palos irregulares de color café con feos círculos verdes de diferentes tamaños; gracias a mis estudios de dibujo y pintura con lienzo ahora estaban mucho mejor: los palos irregulares se habían transformado en troncos grandes y con buena forma, y las copas de los árboles pasaron a ser círculos de diferentes tonalidades de verde para darle relieve y sombras, así como para resaltar las hojas.

-Bonita la ambientación, después de todos estos años. -El tono burlón de Ty me hizo regresar a la realidad.

-Tu puerta desentona mucho, creo yo, ¿por qué no la mejoraste cuando te lo dije? Pude hacerlo yo. -Nos levantamos de nuestras respectivas camas.

Como la cama se encontraba situada sobre mi cabeza, no podía verle la cara, pero estaba cien por ciento seguro de que tenía una gran sonrisa. Yo seguía teniendo mis dudas respecto al viaje.

Sabía cómo era mi padre, y estaba seguro de que no se había rendido tan fácilmente. De seguro mi madre cedió para darle el gusto. Siempre tiene que sentirse la máxima autoridad en esta casa; ese maldito hijo de...

-¡Mueve tu trasero, hermano, tengo hambre!

-Realmente crees que nuestro padres nos lleven a Chernóbil? -Pregunté mientras salía del cuarto seguido de cerca por Ty.

Éste chasqueo la lengua.

-Tienen que hacerlo si nos pusieron de condición el no alejarnos. -Dijo como si fuera lo más obvio del mundo.

-Supongo.

Bajamos las escaleras en forma de caracol para poder comer algo antes de irnos al aeropuerto.

-Hola Ty, hola Richie. -La voz aguda y femenina de Antonie proveniente de la sala nos hizo dirigirnos hacia allí.

-Hola Antonie. -Eso fue lo único que dijo mi hermano antes de irse hacia el comedor en busca de su desayuno.

-Qué lindo tu hermano. -Susurró; sus brazos se enredaron en mi cuello y los dedos se perdieron en mi nuca.

Tomó un rizado mechón y lo estiró. Mientras ella jugaba yo dejé un corto y rápido beso en su nariz.

-¿Qué traes ahí? -No me había percatado de que una caja con un moño rojo descansaba en su regazo.

Mi chica sonrió; ella siempre sonreía; aunque las cosas fueran mal siempre tenía una sonrisa en la cara. Y creo que eso es lo que más me gusta de ella, su sonrisa. Bastaba una risa suya para alegrarme o una caricia con sus suaves manos para tranquilizarme.

Radiactivo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora