La cuidad oculta.

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Hill

El túnel se alargaba más allá de lo que alcanzaba la piedra de luz. Era increíble que algo así hubiese estado oculto en medio de las ruinas incluso ante los pobladores locales, que las habían examinado detenidamente, pero quienes las escondieron eran genios, literalmente hablando. Tomó mucho encontrar el túnel y aún más hallar como entrar en el sin derrumbarlo, debido al sistema con el que fue construido. Fue gracias a los locales, sobretodo a la magia de tierra de Cis, que lo logramos.

—A ver, a ver.

Despacio examine una de las paredes más cercanas, que, aunque estaba hecha de piedra negra y una roca de aspecto tosco, era obvio que había sido creado por humanos debido a los escritos en japonés y alemán, borrosos, pero aún entendibles, que se grabaron en ella.

Por desgracia no conocía ninguno de los idiomas, así que no podía precisar que decían, pero eso no era lo importante, sino que no estaban en inglés, lo que advertía que no era algo que querían que otros descifraran.

Curioso, cuando menos.

—¡Papá! ¿Llegaste bien? —preguntó una voz desde arriba.

Alce la vista para encontrarme con una muchacha rubia, con algunos mechones de cabello violeta, que asomaba la cabeza por el borde del hoyo que habíamos cavado.

—¡Si! ¡Pero el espacio es muy pequeño y puede ser peligroso! ¡No bajen! ¡Investigaré un poco y en seguida subo!

Y si, apenas me podía mover, además que el túnel debía tener alguna que otra trampa, pues estaba creado para mantener en secreto y a salvo una habitación oculta,. Esa idea era más plausible si tomábamos en cuenta quienes lo habían contruido.

Me encontraba en ese momento bajo el derruido templo de los iluminados, en la parte sur del continente mágico.

Limpie mis anteojos, sucios de polvo, con un paño húmedo y comencé a andar por el pasillo, esperando encontrarme con cualquier cosa, pero el lugar no cumplió mis espectativas, ya que después de un rato no encontré nada más que suciedad. Fue hasta pasados unos minutos, en los que me pareció recorrer cien metros, que comencé a distinguir más adelante una especie de zumbido indefinido, algo parecido al de alguna máquina.

Despacio me acerque hasta llegar a una especie de puerta de metal con una cerradura marcada en medio de ella. No tenía una llave, pero al ser de metal no representaba ningún problema. Usé mi poder para, poco a poco, doblarla y arrancarla de sus goznes. El polvo que soltó al caer al suelo, cubriendo completamente mi cuerpo. Incluso tuve que lavarme la cara, un desperdicio de agua, más aún sabiendo que estábamos en medio del desierto.

Tras ello me adentre despacio en la habitación, sorprendido de lo que me encontré.

Desde afuera calculamos que sería más o menos del tamaño de una habitación estándar o como mucho de un departamento pequeño, pero debí haber sabido que eso solo correspondía a la parte vacía. Las verdaderas dimensiones eran las de un  salón de eventos, pero estaba llena de artefactos, mesas, estantes y librerías, más de las que había visto en toda mi vida y, arriba, colgado al techo, un enorme globo terráqueo marcado con hilos y tachuelas.

—¡Increíble! —gritó una voz, haciendo saltar mi corazón.

—¡Mia! —la reprendi—. ¡Casi me matas de un infarto!

Theria: El templo de los orígenes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora