La historia de un mundo.

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Vordove 

Algo se interpuso antes de que el ataque llegara hasta Sarah. Una criatura creada por relámpagos absorbió el golpe, pero fue desintegrado por él casi al instante. Al principio creí que fue la cosa que vivía en esa daga que ella siempre llevaba consigo, pero caí en cuenta que ni ella ni yo acercamos nuestras manos a ella.

El ataque llego por sorpresa, pero de manera instintiva supe de quien provenía, aunque la figura que lo había lanzado estaba protegida por una capucha que imposibilitaba ver su rostro. De inmediato los chicos comenzaron a reunir energía mágica, aunque el trovador se escondió detrás de nosotros. No podía culparlo, por experiencia propia sabia que ninguno de ellos estaba a su altura.

–¡Esperen! –gritó una voz al mismo momento que un relámpago caía delante nuestro y de él emergía una persona–. ¡Nosotros nos encargamos!

Una flecha se clavo en el suelo junto a la persona encapuchada, liberando una especie de gas que la cubrió.

–Siel, deja a mi hija en este momento –hablo una elfa de piel oscura que emergió entre los escombros.

La figura encapuchada alzo el rostro, mostrando el de una mujer joven, cuyos ojos brillaban de un violeta intenso.

–Siel, no lo volveré a decir –continuó la elfa, apuntando su arco hacia el hombre que emergió del relámpago–. Vete ahora mismo, o mato a Hill.

Aunque a ojos de cualquiera seria raro apuntar a alguien que quería detener a la misma persona que tú para amenazar a dicha persona, quien conociera la situación entendería enseguida el porque eso hizo que la diosa abandonara el cuerpo de la joven, quien cayó al suelo, inconsciente.

–Lo siento por eso ­–se disculpo el hijo de la tormenta–. La diosa tomo control de Mia antes de que nos diéramos cuenta.

–Hill, ¿qué estas haciendo aquí?

Sarah se mantenía tranquila a pesar de lo que había pasado, acostumbrada ya a las cosas extrañas y a las situaciones de vida y muerte.

–Parece que lo mismo que ustedes –le respondió el hijo de la tormenta, mientras se acercaba a levantar a la niña recipiente cargándola en sus brazos–. Según lo que hemos descubierto, la clave para averiguar donde esta el templo esta aquí, aunque aun no sabemos donde precisar donde. A menos que tu amigo quiera decírnoslo.

La insinuación, un poco hostil, iba dirigida claramente a mi. Parecía ser que el hijo de la tormenta aun me tenia un poco de resentimiento, aunque no sabia muy bien porque. Dudaba que fuera a causa de mi apoyo a Christopher, pues cuando hablaron al final no parecían haber quedado en malos términos y el como le hablaban a Siel indicaba que no estaban muy contentos con ella tampoco. La elfa, que se acerco a la niña para cubrirla con una manta en cuanto el hijo de la tormenta la dejo sobre una especie de colchón puesto por ella con anterioridad, también me miraba con hostilidad, más clara que la de él.

–No me esta haciendo daño y no me esta poseyendo –les dijo Sarah, acercándose a ellos para revisar a la niña, aunque no era necesario ya que simplemente se encontraba dormida, seguramente por la influencia de mi hermana–. Y no creo que sepa donde esta el templo, sino ya se los hubiera dicho. Recuerden que ahora mismo todos estamos en el mismo barco.

–Si, uno que esta hundiéndose y al que no se le ve salvación...

–Vordove...

Lo siento, aunque en todo caso un poco de resentimiento deberían esperarse de mi. Mi amigo murió por su culpa... pero no se preocupen por eso, ya he aprendido a sobrellevar esas emociones, al menos mejor que mi hermana. En todo caso, Sarah tiene razón. Cuando éramos dioses no necesitábamos saber donde se encontraba, puesto que el mismo templo nos llamaba a él, así que me es imposible ayudarte a buscarlo ahora que no poseo medios para ello. Aunque no debería, creo que tengo que recordarte que el que aun no lo alcances es funesto, hijo de la tormenta.

Theria: El templo de los orígenes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora