La guerra de los Titanes

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—Agua, fuego, tierra, aire, luz, oscuridad, tiempo, espacio, vida y muerte. Usando el poder de Siel, cada uno de nosotros proporciono un fragmento de sí para crear a aquellos que controlarian la energía divina en busca de un mundo con una abundancia de vida suficiente para alimentarnos de su fe y devoción. Y para guiarlos se creo al primer señor de la tormenta, el líder Titán, con fragmentos de todos los dioses y una conexión única con el planeta mismo, llamado en aquel tiempo Yelan: Tahim'Ell.

"Pero en el proceso quedamos debilitados y caímos en un sueño de varios siglos, puede que incluso fueran milenios, no estoy realmente seguro. Para un dios el tiempo transcurre de forma diferente a los mortales, o al menos así lo hacía antes...

Vordove se quedo un tiempo en silenció. No supe realmente cuanto fue, parecía ser que en ese lugar ese tipos de cosas no tenían sentido o importancia. Pudo ser un instante, un siglo o milenio... O incluso menos o más que eso. Una demostración simplificada de lo que hablaba el dios.

El propio dios estaba cambiando con cada palabra, transformándose en un ser viejo, ni hombre mujer. Ni siquiera humano. Comenzaba a carecer de todas las características de un ser vivo para convertirse en algo más. Y algo más pasaba, no podía precisarlo bien, pero parecía estar... Desvaneciéndose, difuminadose. Convirtiéndose en uno con la niebla.

—Al despertar el mundo había cambiado —continuo Vordove—. La vida florecía por doquier e incluso las primeras creaciones habían evolucionado a otras nuevas. Era hermoso y al verlo creímos que nuestro objetivo había sido cumplido. Sin embargo había un problema.

—Nadie los recordaba —dijo Sarah, mirando las figuras que se creaban en la niebla, ahora ya demasiado bizarras como para entenderlas.

Estaba tan concentrado en la historia que fue hasta ese momento no me di cuenta que en la habitación únicamente nos encontrábamos nosotros tres. Los demás, incluida Mía, habían desaparecido.

—No te preocupes por tus compañeros, hijo de la tormenta —me tranquilizó el dios—. Los otros están tras la niebla, escuchando una historia simplificada de esto por parte de un fragmento mío. Pero lo que estoy a punto de contarles únicamente nos concierne a nosotros tres.

—Vordove, se supone que es un secreto —le recriminó Sarah al dios, con una rabia que nunca había visto antes en ella.

—Quierelo o no, apóstol mío, el hijo de la tormenta tiene derecho y obligación en saber que acepto cuando frustró los planes de Xartos en Virelia y entender las consecuencias de matar a Hyperion.

Tenía una vaga idea de a que se refería Vordove, pero no estaba entendiendo porqué eso molestaba a Sarah. Y pensándolo detenidamente, desde la derrota del dios sol, ella se había estado comportando de una forma extraña. No recordaba muy bien esa última batalla, solo un sueño recurrente de una tormenta que se formaba en el horizonte y que avanzaba cada vez más amenazante hacía un niño de cabello blanco y una muchacha morena.

—Antes de responder tu duda, hijo de la tormenta, déjame continuar la historia —continuo el dios, leyendo mis pensamientos.

"Al despertar nos encontramos con una realidad inconcebible. Estábamos débiles, más incluso que antes de dormir, algo que en principio debía ser imposible. No fue difícil encontrar la razón de ello, lo supimos casi al instante: la fe de los mortales no estaba llegando a nosotros, su adoración iba dirigida a los titanes, a quienes homenajeaban como sus dioses y los mismo Titanes estuvieron consumiendo nuestra esencia todo ese tiempo, volviéndose cada vez más y más divinos.

"Cómo sería de esperarse los llamamos para que se explicarán, con pensamientos de asimilarlos si no corregían los errores y nos regresaban lo nuestro, pero solo uno de ellos, Ulien, el titán del agua, se presentó.

"En ese entonces yo seguía entero y pude vislumbrar un poco el futuro, pero estaba tan débil que no pude salvar a Ulien a tiempo. Él fue destruido frente a nosotros desde el núcleo por un relámpago proviniente de una grieta en el espacio.

—¿El titán de la tormenta? —me pregunté, esperando una respuesta negativa. Si bien eso había ocurrido hacía mucho y fue hecho por un titán, seguía siendo un señor de la tormenta y me causaba un poco de conflicto que fuese un traidor. Delien también lo había sido, pero él tenía una buena razón.

Golpeando mi ego, Vordove asintió, mirándome con una lastima que parecía tener poco que ver con aquella historia y también ocultaba otra emoción, diminuta, pero evidente. Culpa. ¿De que?

—La rebeldía de los Titanes no podía ser —prosiguió el dios sin responder a mi interrogante—.  Ellos sabían que la realidad misma estaba en riesgo si no conseguía la suficiente fuerza para mantenerme. Pero Tahim'Ell se había convertido en un ser arrogante y estaba seguro que ellos lo podrían hacer por si mismos, nombrandose dioses e iniciando una lucha contra nosotros. Cómo era de esperarse, a pesar de su poder, los acorralamos en muy poco tiempo y al final solo quedaron tres: Hyperion, de la luz, Asmodeus, del fuego y el propio Tahim'Ell.

"Aunque se digieran a si mismos dioses, seguíamos siendo muy superiores a ellos y ya teníamos un mundo que adoctrinariamos a nuestra conveniencia. No eran necesarios ya que su tarea había concluido, destruirlos se había convertido en la opción más viable.

El dios suspiro y nos mostró la imagen de un mundo desértico, sin plantas o animales a la vista. Solo la tierra árida y un templo en la lejanía.

—Por desgracia Tahim'Ell estaba conciente de ello e hizo algo inconsebible. El titán de la tormenta ordenó que sus seguidores se matarán y matarán al resto del mundo como prueba de su fe, absorbiendo con ese sacrificio las almas de aquellos fanáticos imbuidas en adoración y usandolas como una fuente de energía casi infinita, transformándose de esa forma en verdaderos dioses.

"Con eso el señor de la tormenta había adquirido un poder inconcebible y nos superaba por mucho. Ahora nosotros éramos los acorralados. Cómo medida de prevención lancé una maldición sobre nosotros: si uno de ellos mataba a un dios, su esencia, su alma iría a su creador y quedaría atada a este, dándole más poder. Eso paso con Hyperion, que se comió a Laus. Murió casi al instante y su núcleo llegó hasta Siel.

—El segundo en caer fue Gurie. El propio Tahim'Ell fue quien lo termino matando.

Un escalofrío recorrió mi espalda al recordar que yo había sido quién había dado el golpe final a Hiperyon. Si lo que decía Vordove era real significaba que mi alma estaba atada ai creador... Pero quién era no lo entendía... Mire a Sarah quién se mantenía con la vista al frente, pero sostenía su daga con fuerza y temblaba.

Una tormenta lejana, un rugido de triunfo. Por primera vez sentí miedo de morir.

—¿Entonces mataron a Tailem'hell con eso? —pregunte, esperanzado a una respuesta que sabía no sería la real.

—No lo hicimos —nego el dios.

"El titán de la tormenta ya se había convertido en un dios completo a nuestro nivel, aquella maldición ya no le afectaba, pues solo era para quienes eran más débiles que uno...

—Vordove, ¿cómo revivieron a Gurie y Laus? —se apresuró a intervenir Sarah, cosa que agradeci—. ¿Dónde estában el destino y el caos?

Vordove, viendo lo que intentaba, asintió hacía ella y continuo su relato.

—Tailem'hell estaba fuera de control, incluso masacró a su propio compañero. Nosotros no éramos rivales para él. Nuestros padres aparecieron cuando Siel cayó. Si te preguntas porque no intervinieron antes o después es porque son dioses mayores, su simple presencia hizo que el planeta mismo colapsara. Lo poco que quedaba con vida fue destruido al instante y la tierra y el aire se ensendieron en llamas.

"El destino no podía hacer mucho, su propia paradoja existencial se lo impedía, pero el caos actuaba con mayor libertad. Debido a su conexión con el mundo no podían matar a Tailem'hell, pero si lo podían encerrar en el lo más profundo de la tierra. Crearon de nuevo a Gurie, Siel y Laus.

El planeta ya era inabitable y no podíamos esperar a que se formará de nuevo, la guerra lo había convertido en un lugar inhóspito. No siquiera Siel tenía el poder de crear una simple bacteria ya. Debido a eso solo les quedó una opción: Crear un mundo espejo.

Theria: El templo de los orígenes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora