Parte 2: Tormenta.

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Cis
Costa de Fientis, continente mágico.

Desde hacía un tiempo se notaba que algo no estaba bien con el mundo. Entre aldeas desaparecidas y monstruos descontrolados estaba surgiendo una enfermedad rara entre los recién nacidos: nacían sin energía mágica y morían a los pocos días. Los capitanes de los barcos nos decían que no solo era en esta parte del mundo, que en el continente humano también estaba ocurriendo, aunque en una menor medida.

No sé si mentían o no, pero de no hacerlo significaba que el problema era la magia del continente... Como si estuviera desaparecido.

No debería ser posible, pero hace unos años el tercer señor de la tormenta, Hill Fell, nos advirtió que las cosas se complicarían en un futuro cercano y que entonces tal vez ocuparía nuestra ayuda. Dio explicaciones, pero no entendí la mayoría, solo asentí a ello porque el capitán dijo que lo hiciera, pero supe de manera instintiva, por su expresión, que las cosas se iban a poner mal, muy mal.

Y ahora esto. Ya en los últimos días el mar había estado más agitado de lo común, como si fuera el presagio de que algo estuviera a punto de ocurrir y las bestias mágicas, que antes poblaban en exceso esa área de Demery, estuvieron disminuyendo con el paso de las semanas, hasta concluir ese día, cuando ya no se podían ver por ninguna parte.

Y entonces sucedió un terremoto y un templo apareció en el cielo.

Por suerte, gracias más que nada a que la aldea se hallaba escasamente poblada y ya todos estábamos acostumbrados a que nuestras casas se cayeran una o dos veces por semana, casi no hubo heridos y no se registró ninguna muerte. No obstante, la sensación de peligro que sentía en mi nuca no me dejaba en paz, tal vez porque la luz del sol había sido sustituida por la de aquel templo, tal vez porque la marea había creció hasta límites pocas veces vistos. O tal vez, simplemente, era un presentimiento de que algo peor estaba por ocurrir.

ꟷNaten ꟷle pregunte al líder, quien en ese momento se hallaba a mi ladoꟷ. ¿Has sabido algo de Hill?

ꟷNo ꟷme respondió, mientras tomaba unos pedazos de teja y los arrojaba a un lado, para luego señalar el cieloꟷ. Pero no me sorprendería que aquella cosa tenga algo que ver con lo que nos dijo antes. Ya sabes, sobre el fin del mundo. Lo que si sé es que me pidió que te cuidara lo mejor que pudiera.

Se le veía preocupado, y no era para menos, su esposa acababa de quedar embaraza, otra vez, y su hija había regresado de un viaje al continente humano, estando junta su familia por primera vez en un largo tiempo.

ꟷOigan ꟷllego a interrumpirnos Semilyꟷ. Algo muy malo está pasando en la playa.

Su semblante era sombrío, mucho más de lo habitual, lo cual no auguraba nada bueno.

Nos dirigimos ahí rápidamente, pero ni siquiera necesitamos llegar para ver sobre que estaba hablando. En la lejanía se podía ver a la enorme tortuga titan muy cerca de tierra, tan cerca que ya la mitad de su cuerpo se hallaba sobre el agua, arrastrándose en el fondo marino, yendo hacia nosotros en una odisea que todos sabíamos no iba a ser capaz de concluir.

Casi toda la aldea se encontraba ahí, mirando el desesperanzador espectáculo, la mayoría con una expresión de preocupación en sus semblantes debido a que el hecho de que aquella majestuosa bestia estuviera matándose de esa forma significaba que el mar había cambiado, que algo en él la había asustado. Y si ella, tan enorme como una montaña, estaba tan aterrada como para elegir esa muerte, ¿qué sería de los seres tan diminutos que éramos nosotros?

ꟷ¿Qué existe en el mar que pueda ocasionar eso? ꟷpregunte por reflejo.

ꟷNada ꟷrespondió Semily, no solo a mí, sino a todos los que nos escuchaban y en silencio se preguntaban lo mismoꟷ. Ni siquiera en las leyendas se habla de algún monstruo o criatura mágica que las haga hacer eso. Son las reinas del mar, no le temen a nada.

ꟷSolo temen a los dioses ꟷsusurró Naten, tan bajo que únicamente yo pude oírle.

ꟷOigan... ꟷsusurro Heil, uno de los aldeanos, un pescadorꟷ. ¿Ven eso?

Al principio no supe que quería decir, hasta que se acercaron más. Cientos, tal vez miles de pequeñas figuras se dirigían directamente a la playa, y aunque estaban muy lejos ya se podía saber que eran.

ꟷSemily, Cis, evacuen a todos lo más rápido posible... ꟷnos ordenó Naten con voz quebrada.

ꟷNo creo que lleguen lo suficientemente cerca como para causar problemas ꟷobjeto Semilyꟷ. Son demasiado grandes.

ꟷNo son ellas las que me preocupan.

ꟷUna tormenta sssse assserca, ya no queda nada que hassser, sssolo esssperar ꟷsusurró uno de los ancianos de la aldea, un viejo Liz'il que ya hace mucho había alcanzado el centenar de años, era el más viejo y sabio de todos, sus palabras tenían peso, pero no sabía que quería decir.

Pero si, más allá se podían ver nubes negras que se acercaban a velocidad antinatural.

Entonces se oyó un relámpago y las miles de tortugas murieron por una andanadas de relámpagos, y entre ellas, pasando lentamente, se veía una figura, pequeña, tanto que debía ser imposible de divisar, pero que aun así se lograba ver en todos sus contornos.

ꟷ¡Joseph! ¡Semily! ¡Evacuen a todos! ꟷgritó de pronto Naten, con el semblante completamente pálido, luego se dirigió a miꟷ. Cis, vete, corre lo más rápido que puedas y no mires atrás. Al menos tú debes sobrevivir.

Entendía lo que quería decir, pero aun así no me podía mover, mi cuerpo estaba paralizado ante el espectáculo de ver aquellas masas ser hechas cenizas con tanta facilidad, mientras las olas que azotaban los muros, creados hace años para combatir a las tormentas intensas que solían ocurrir en verano, se hacían cada vez más grandes y violentas.

Y entonces la tormenta nos alcanzó, más rápido de lo que creí posible, mucho más de lo que debería ser posible, tapando aquella única luz que hasta un segundo antes nos había cubierto, dejándonos en tinieblas.

Hubo muchos gritos, empujones y llantos, pero no se veía nada más allá de la luz que de vez en cuando proporcionaban los rayos. Pero solo con el sonido se alcanzaba a escuchar la destrucción que la tempestad estaba dejando a su paso, los muros no soportaron más y se derrumbaron, algo nos golpeó con fuerza y el agua arrastro todo lo que encontró a su paso. No pude llamar a nadie, no pude comunicarme con nadie, no sabía dónde estaban los demás, solo había agua por todas partes, intente controlarla, pero no pude, no me obedeció, solo me arrastraba y golpeaba con cosas que no podía distinguir. Y entonces un chisporroteo y ya no hubo nada más.

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Theria: El templo de los orígenes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora