El hijo del caos

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Nierya.

La primera impresión que tuve es la de estar en un sueño.

El día transcurrió como cualquier otro, una rutina que ya nos era conocida, sin sorpresas, sin cambios, hasta el exacto momento en el que todo cambió.

Era gracioso que todos lo sentimos un momento antes de que pasara, era como si algo dentro de nosotros nos lo estuviera avisando... Como si un miedo antiguo estuviese renaciendo. Y entonces el mundo entero cambio.

De un momento a otro ocurrio el terremoto más poderoso del que se hubiese tenido registros alguna vez, a menos que se vieran otros tiempos, antiguos dónde los humanos aún no caminaban por ese mundo. Incluso los que nos encontrabamos en el palacio de los emperadores sentimos la poderosa vibracion, pero para nosotros provenía de arriba, como si algo más allá intentase aplastar el castillo, acusándolo de blasfemo por no estar en tierra como los otros y diciéndole que no importaba, que su poder incluso llegaba hasta ahí.

Al mismo tiempo la luz desaparecía, dejando al mundo en una completa oscuridad dónde no siquiera las estrellas se alcanzaban a mirar y la luna se había extinguido sin dejar rastro.

Aquello solo duro unos pocos segundos, pues una luz pálida remplazo el brillo del sol, aunque sentía que solo lo hacía para dejárnos ver las secuelas de la catástrofe.

Las montañas circundantes desaparecieron, uniendose en un solo trozo de tierra que se extendia hasta el cielo, convirtiéndose en unas titanicas escaleras que parecían unirse a un majestuoso templo que apareció allá arriba, dónde el azul había sido reemplazado por el gris de un mundo destrozado, sin vida e infértil.

Abajo estaba todo destrozado, muchos edificios se habían convertido en escombros y los gritos de dolor, tristeza y suplica se alcanzaban a escuchar incluso hasta ahí arriba. Era seguro que  muchas vidas se habían perdido,  puede que incluso todos hubieran perecido de no ser por los magos que se encontraban en ese momento en la capital.

No quería ni imaginar que había pasado en otras partes, pues las consecuencias de un terremoto así no solo eran en tierra, de no haber sido por el muro construido hace años por Filisteri, la cuidad entera habría caído con los tsunamis que lo azotaban una y otra vez.

Podría impedirlos con mi poder, dar más paz a los sobrevivientes, pero...

—Llego el momento —fueron las primeras palabras que salieron de mi boca.

Farenis, pálida, me miró intentando comprender mis intenciones a lo que simplemente le tendí la mano, pidiéndole una llave que colgaba de su cuello. Ella la tomo, temblando y me la tendió

—Gracias por todo hasta ahora —le dije, inclinandome.

—Tenemos que ayudar a todos...

Callé a Farenis y al resto que parecían estar a punto de detenerme con un simple gesto negativo de mi parte. En alguna parte se comenzó a escuchar el llanto de un niño, lo que hizo caer a la reina.

—¿Que está pasando? —pregunto uno de los presentes, un ministro de un reino lejano que poco sabía de la historia de nuestro país.

—La era de la magia ha acabado —le respondí, no solo a él, a todos—. Levántate, Farenis, tu pueblo necesitará una guía en este momento más que en ningún otro. Ambas sabíamos que esto pasaría si apoyabamos al hijo de la tormenta... Ya no hay caso en arrepentirse.

Theria: El templo de los orígenes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora