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El piano empezó a sonar.

Jeongin dejó caer el bolígrafo inmediatamente y se levantó de la silla para asomarse a la ventana, como hacía cada día a las cinco de la tarde.

El chico estaba ahí, unos pisos más abajo del edificio de enfrente, con la cabeza ligeramente inclinada hacia el instrumento y los ojos entrecerrados. 

Lo único que Jeongin era capaz de ver la mayor parte del tiempo era su perfil, y le parecía tan bonito que merecía la pena pasarse el día esperando por ello.

Por otro lado, que entre su edificio y el del pianista hubiera apenas dos metros de distancia y pudiera verlo bien no hacía que todo fuera bueno, porque justo delante de su cuarto estaba el de otro chico al que Jeongin no soportaba. No lo conocía de nada, pero ambos sabían de la existencia del contrario porque habían crecido viéndose todos los días. Y es que, cuando no se pasaba las tardes escuchando rap a todo volumen, las pasaba sentado delante del escritorio componiendo. 

Jeongin no sabía qué era peor, ya que o bien le molestaba lo alta que ponía la música o se exasperaba por escuchar durante más de tres horas seguidas la misma base. Solo había una cosa que a Jeongin le encantaba, y es que cuando terminaba de componer (solía hacerlo bastante deprisa), sacaba el micrófono, se ponía los cascos y grababa la canción.

Las letras que escribía ese chico eran increíbles.

Pero esos momentos no compensaban todos los demás, así que Jeongin seguía sin soportarlo.

Abrió la ventana, apoyó los antebrazos en la repisa y cerró los ojos.

Y todo era paz hasta que escuchó la voz.

—¡Hwang Hyunjin, será mejor que dejes de tocar si no quieres que te tire una zapatilla!

Jeongin se sobresaltó y miró a su vecino de enfrente, tan inclinado hacia el exterior que parecía que en cualquier momento fuera a caerse. Después bajó la mirada con velocidad hacia la ventana del pianista, que había dejado de tocar y se había levantado con una sonrisa divertida en el rostro.

Si se quedaba allí, iba a ser descubierto, pero sus piernas no reaccionaban.

Cuando Hyunjin abrió la ventana por completo y miró hacia arriba, sus ojos impactaron directamente con los de Jeongin, cuyas mejillas se tiñeron de rojo. Al verlo, su expresión cambió y alzó las cejas durante un momento, pero acabó dedicándole una pequeña sonrisa que hizo que Jeongin por fin se pusiera en movimiento. Se apartó de la ventana, pero cometió el error de mirar al frente. Su vecino estaba mirándolo con fijeza.

Agachó la cabeza y se dio la vuelta para regresar a su escritorio. Sin embargo, ya no era capaz de concentrarse en sus deberes de matemáticas.

—¡Seo Changbin, a ti nadie te dice nada cuando ensayas! —escuchó.

¿Esa era la voz de Hyunjin? Jeongin estuvo tentado a volver a levantarse. Quería seguir admirando su rostro y quería volver a ver esa sonrisa que había puesto.

Probablemente podría acostumbrarse a verla todos los días.

Pero había tenido suficiente con la vergüenza de ser descubierto una vez. No volvería a asomarse a la ventana si sabía que su vecino estaba en su cuarto. Por el amor de Dios, si Jeongin no sabía ni que eran amigos.

Al menos ahora sabía el nombre de ambos, aunque solo le interesaba el de uno de ellos.

Changbin se rio y luego hubo un momento de silencio en el que Jeongin se preguntó si es que se habían vuelto a meter en sus respectivas habitaciones o si estaban haciendo alguna otra cosa. Giró un poco la cabeza para comprobar que Changbin seguía asomado a la ventana, pero lo que descubrió hizo que quisiera desaparecer de la faz de la tierra.

El chico estaba mirando hacia abajo, con una mano apoyada en la ventana y la otra señalando por unos segundos hacia la habitación de Jeongin. Cuando apoyó esta también en la ventana, Jeongin volvió a mirar al frente. ¿Estaban hablando de él por señas?

—¿Siempre? —escuchó que decía Hyunjin en voz baja.

—Siempre, siempre.

Odiaba ser capaz de escucharlo absolutamente todo. Ojalá los edificios estuvieran más alejados.

—Qué mono.

Jeongin apretó el bolígrafo con fuerza. ¿Le estaba llamando mono a él? ¿A Changbin? ¿De qué estaban hablando?

Terminó recogiendo sus libros y marchándose corriendo a la habitación de su hermano que, por suerte, daba a una calle ancha donde era imposible encontrarte con nadie.

—Channie hyung, ¿podría venir a hacer los deberes a tu cuarto?

Chan levantó la cabeza de su ordenador y se apartó los cascos.

—Claro. ¿Por qué estás rojo?

—Me quemé un poco cuando fui a comer con Seungmin antes —dijo, sentándose en la silla de al lado.

Pianist [HyunIn]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora