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—Es guapo —dijo Seungmin.

—Sí, pero apartaos de la ventana, ya llamé mucho la atención ayer —respondió Jeongin, estirando de las camisetas de sus amigos para que se alejaran.

—Sus manos son muy bonitas —comentó Felix, con la cara pegada al cristal.

La mención de las manos de Hyunjin hizo que Jeongin se pusiera más nervioso y que empezara a hacerle menos gracia que sus amigos estuvieran apreciando lo que él apreciaba cada día. Eran tan delicadas que se habían acabado convirtiendo en su debilidad.

Sentía muchísima admiración por la forma en la que podía recorrer el piano con esa aparente facilidad.

—Habéis venido a ayudarme a estudiar.

Seungmin se alejó entonces y asintió.

—Tienes razón, vamos a ello.

Intentó concentrarse, pero fue demasiado difícil, por lo que al día siguiente, al acabar el examen, supo que no lo aprobaría.

Regresó a casa y se tiró boca abajo en la cama. No tenía más exámenes hasta la siguiente semana, así que iba a pasar esa tarde quejándose por volver a suspender matemáticas. Estaba de mal humor, ya que encima hacía tanto calor que hasta estar en la cama resultaba asfixiante.

Estaba pensando en todo esto cuando de repente se escuchó un ruido dentro de su habitación. Ahogó una exclamación, alzó la cabeza de la cama y se impulsó un poco con los brazos para ver qué había sido eso, porque estaba enfadado con el mundo, pero no tanto como para querer morir tan joven.

Si era un insecto volador, iba a salir huyendo, le daba igual ser un cobarde.

Pero no era nada de eso, sino una goma de borrar.

—¿Se puede saber qué...?

—¿Me la devuelves?

Jeongin miró hacia la ventana de Changbin y se levantó de la cama para recoger la goma.

—Quiero una explicación razonable para que esta cosa esté aquí. No me voy a creer que se te haya caído.

—La he lanzado.

Al menos era sincero.

—¿Para qué?

—Pensaba que habías muerto.

Jeongin apretó la mandíbula. No iba a devolverle la goma tan tranquilamente como si no le hubiera pegado el susto de su vida. Todavía seguían llegándole imágenes de un bicho gigante intentando picarle.

—Pues no estoy muerto. Podrías haberme llamado.

—No sé cómo te llamas.

—Entonces di «eh, tú», pero no me lances cosas.

Changbin se rio, pero Jeongin no tenía ganas de bromear. Echó el brazo hacia atrás, dispuesto a darle con la goma, pero Changbin reaccionó antes y se apartó. El objeto rebotó contra la pared del fondo de la habitación.

—Se ha metido debajo de la cama —señaló Changbin—. ¿Gracias?

Jeongin cerró la ventana, corrió la cortina y volvió a tirarse en la cama.

Pero solo un rato después escuchó ruidos en el cristal. Al principio decidió ignorarle pensando que se cansaría en algún momento, pero al ver que no lo hacía, se levantó y abrió todo de nuevo con rabia.

—¿Qué haces?

—Tirar pipas a tu ventana.

Jeongin cogió aire para no gritarle.

—¿Por qué?

—¿Cómo se llama?

Jeongin resopló.

—¿Quién?

—El chico de ayer. El que me estaba mirando. Hacía mucho que no lo veía.

—¿Lo habías visto antes?

Changbin frunció el ceño y asintió.

—¿Te crees que no me daba cuenta de que alguien me observaba fijamente todos los días? Daba un poco de miedo.

—Mi amigo nunca daría miedo.

—Si tú lo dices... Imagínate que alguien te mira cada tarde desde su ventana. ¿Qué pensarías?

Sin tiempo para evitarlo, sus ojos se fijaron en la ventana de Hyunjin. ¿Era una indirecta?

—No lo digo por ti. Tú eres mono.

Jeongin volvió a mirar a Changbin, sorprendido de que hubiera adivinado sus pensamientos tan rápido. Espera, ¿acababa de llamarle mono?

—No me llames así. Y yo no miro a nadie.

Changbin se mordió el labio y asintió despacio.

—Entonces ¿solo admiras la música?

—Exacto. Ahora, si no te importa, tengo cosas que hacer.

—No me has dicho cómo se llama.

—Tampoco te lo voy a decir.

Pianist [HyunIn]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora