Capítulo 23

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Se me ha ido la olla por completo

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Lo que desconocía Bonnie era la falta de interés que dicho caballero tenía respecto a la dama que acompañaba, aunque trataba ser cortés con ella, lo que le dictaba en una situación como esa, ya que fue el principal responsable de que estuvieran en la patissaire. Había aceptado la sugerencia de su padrino en invitar a la señorita Greenwood en una salida. Ahí estaban. No iba sola; estaba su doncella haciendo de carabina, que se situó en otra mesa ya que había visto una conocida suya en el mismo lugar, dejándolos a ellos como un par de tortolitos. Hecho que estaba empezando a lamentar.

No debería haber sido impulsivo de primeras y haberse convencido por su padrino tan rápido. No era que la señorita Greenwood fuera una desagradable compañía. Todo lo contrario; era hermosa, astuta, coqueta y avispada. Segura de sus encantos, no los escondía. Sino que se aventuraba a demostrarlos sin pudor alguno. No era porque se hubiera apretado o rozado, precisamente varias veces, contra su brazo, haciéndole notar que tenía ciertos tributos que lo podían embelesar. Si no fuera porque no estaba interesado en ella...

Inconsciente, se echó una mano sobre los labios y cuando cayó en la cuenta, se fijó que delante de ellos, estaba la susodicha, la bruja que no se iba de sus pensamientos desde la desafortunada noche - así la tildó -, ya que haber probado sus labios fue una maldición para él. No pudo controlar la tensión que lo dominó al verla, aunque fuera de espalda. La reconocería con los ojos cerrados en un salón abarrotado de gente.

¿Por qué tenía que encontrársela allí mismo también?, preguntó malhumorado ya que sus planes se habían hecho añicos al recordar de que no había avanzado, sino todo lo contrario. Había vuelto a la casilla de inicio. Todo lo que había recorrido se había esfumado.

Aunque no le gustaba rendirse fácilmente y no tener nada a cambio, debía reconocer, a regañadientes, de que la señorita Bonnie podía ingeniárselas ella sola para conseguir que su marqués se rindiera a sus pies, sin la ayuda de él, con lo cual le dejaba a él fuera de juego. No era una cosa sencilla de asimilar y mucho menos cuando significaba que había perdido. Él se lo había buscado. Con su comportamiento voluble hacia ella.

La ignoró, centrándose en la compañía que tenía a su lado, esbozando una sonrisa que no sentía.

¿Qué le estaba diciendo?

Quizás, su venganza debía culminar con la caída de los Darian en los negocios. Lord Bottom estaba satisfecho como el destino les había dado la espalda, según él, se había hecho justicia, olvidando que su hermano perdió la vida por culpa de uno de ellos. Haberse quitado ese gran peso, ahora, estaba pendiente de su vida amorosa, posiblemente, queriendo que buscara una esposa y darle el heredero que continuaría con su legado. Sin embargo, él no estaba satisfecho. No era por la muerte de su padre; sino algo más...

Algo más que le hacía desear.... apretó la mano en un puño que descansaba en su muslo y fingió que no le pasaba nada. Fingió, ocasionando dentro de él que la frustración se intensificara aún más, convirtiéndolo en un animal contenido y apresado por sus instintos más bajos.

Debería no haber bajado la guardia con la hija del banquero. La había subestimado, y ahora no sabía cómo librarse del embrujo fantasmagórico de sus labios. Tenerla enfrente de sus narices se lo recordaba.

No era el objeto de sus deseos.

Había sido una mala idea haber salido.

***

Al acordarse no pudo controlar el gimoteo que salió de su garganta.

- ¿Qué ocurre? - le preguntó Angelique.

- He de volver; se me ha olvidado el chal.

- Se lo puedes pedir a uno de tus lacayos que vaya a recogerlo.

Bonnie negó con la cabeza.

- No quiero que se dé el viaje por mi descuido. Esperadme, por favor. No tardaré.

Sophie como Angelique asintieron y fueron pacientes al aguardarla en su regreso. Ella no le gustaba ir de nuevo y encontrarse con el dichoso panorama que había estado tratando de ignorar, pero rezó de que se hubieran ido. Lo creyó así cuando entró a la patissaire y buscó con la mirada dónde se habían sentado para encontrar el chal. No los vio por ningún lado, así que le supuso cierto ligero alivio, a la vez, desazón. El vacío de sus sillas le hacía ser consciente de que estarían en otro lugar, más privado, quizás. La imagen que le vino a la mente de ellos dos, juntos, se le revolvió el poco contenido que tenía en su estómago.

- ¿Dónde estará? - se preguntó, centrándose en su chal. No le apetecía estar más tiempo ahí, e iba a preguntar al camarero que las había atendido cuando una mano sin guante apareció en su visión.

Esa mano..., levantó la mirada hacia el protagonista de esa mano y se topó con sus ojos claros como el agua que llovía. No evitó que sintiera un apretón en sus entrañas. Retrocedió y chocó con el borde de la mesa.

- Se le había olvidado - respondió él.

No se le veía contento al verla. No la provocó como hubiera hecho en otra ocasión. Estaba... frío con ella. Ese frío se deslizó por su espalda.

- Gracias - lo cogió sin llegar a tocar sus dedos, temerosa de... ¿de qué? -. No pensé que me lo recogería.

- Yo tampoco, iba a entregárselo al camarero cuando la he visto. Si me disculpa,...

Bonnie no vio a lady Greenwood.

- ¿Qué se dispone a hacer con lady Greenwood? - se hubiera mordido la lengua; había quedado en evidencia. Intentó enmendarlo -. Digo, como ha visto que yo no le he seguido con su juego sucio, lo quiere intentar con ella, ¿lo que hace preguntarme si no lo conocerá suficiente para saber a qué atenerse con usted?

- ¿Por qué debería preocuparle? ¿Usted me conoce suficiente para atreverse a juzgarme? - no evitó que lady Darian se sonrojara y girara el rostro hacia un lado.

- No me lo ha puesto difícil, lord Rhett. Es más, me he enterado de que es ahijado de lord Bottom, ¿quién no me asegura de que se acercó a mí para hacer daño a mi familia?

La mirada de él se encendió tan rápido que creyó que se lo había imaginado. La desconcertó más cuando soltó una carcajada.

- Me sorprende una vez más, señorita. Tiene mucha imaginación, qué mala suerte que no aceptara mi proposición; nos hubiéramos divertido los dos - se inclinó, susurrándole -. Pero, sé cuando he de desistir y he desistido. Le tengo que aplaudir por su ingenio.

¿Qué quería decir?

- Rhett - una voz femenina lo llamó y ambos se dieron la vuelta hacia la hermosa dama que se había detenido a lado de él -, ya he terminado, cuando quiera, puede llevarme a casa. Oh, lady Darian, no me esperaba verla. ¿Os conocéis?

No le pasó desapercibido que habían estado solos, lo que podría haber generado habladurías.

- Sí, somos conocidos. Nuestras familias se conocen, ¿verdad, señorita Darian?

Asintió con sequedad.

- Así es - tuvo que soportar como la dama le sonreía y su brazo se enganchaba con la del hombre, sin haberle pedido permiso -. La estaba saludando.

- Me imagino que os habéis terminado de saludaroa - era una descarada; el nudo se le acrecentó- y os habéis intercambiado las palabras de rigor del momento. Bien, justo para marcharnos. Dale saludos a su familia, lady Darian. ¿Nos vamos?

Se despidió con un movimiento de la cabeza, dejándola con un sentimiento de pesar al mirarle marchar con ella.

Deséame  #8 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora