Capítulo 40

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Su sentencia lo hirió, pero no podía hacer más que aceptar su rechazo ya que actuó mal e hizo daño a su familia. No se merecía más que su deseo en no verle jamás. Calló mientras la observó, impotente y hastiado consigo mismo, irse del dormitorio, quedándose con una sensación de ahogo en el pecho. La había destruido y, quizás, de una forma irreparable. Sí, lo tendría que aceptar. 

No fue a buscarla, ni pidió su regreso. Se fue a la biblioteca, a la espera de que el dolor que sentía, dejara de doler. Sin embargo, no desapareció como ilusamente había creído.

***

Para Bonnie, no le fue fácil asimilar de que su esposo había destruido la felicidad de su hermano por un odio que no llegó nunca a comprender y que, a esas alturas, tampoco entendía. Por eso, le costaba imaginar que él hubiera hecho una cosa abominable. 

Por otra parte, no podía sentir más que rabia por haber sido una tonta, por haber creído que él... no era como su padrino, pero que criado bajo el mismo techo que esa odiosa persona, se había vuelto de la misma condición. Pero lo más que le dolía era que no la amaba. Porque si lo hubiera hecho, porque si la hubiera querido una pizca, no le habría hecho tanto daño como el que había recibido de su maldad y no la dejaba respirar. Había sido tan bonitos los momentos juntos, que  habían pasado, que estos se borraban con el inmenso dolor que la estaba dominando. Sí, quemaba tanto. Él fue quién condujo a la perdición de Hester y la infelicidad de su hermano. ¿Cómo lo podía perdonar? ¿Cómo lo podía seguir amando? 

Lágrimas con sabor a hiel se deslizaron por su rostro sin paz alguna, sin ningún consuelo que le pudiera dar, sino más que lamentarse de su suerte. Pero no era lo único, por más que le doliera y se sintiera decepcionada con él, su piel no olvidaba sus besos, sus caricias vividas hacía unas horas. Los tenía grabados con fuego, y ahora, era otro desconsuelo que no estaba preparada a aceptar. 

¡Qué amargo se había vuelto su felicidad! 

¿Cómo Rhett pudiste hacerme esto a mí? ¿Cómo?

Se levantó de la cama y caminó sonámbula. Debía avisar a su familia, corrió hacia el secreter, pero se detuvo nada más coger una hoja. ¿Iría a refugiarse como una cobarde en la casa de sus padres? ¿Huiría sin hacerle pagar por el daño hecho? Apretó la hoja hasta hacerla una bola de papel que tiró al suelo, furiosa. Avisar a su hermano, no le ayudaría a traer a su cuñada de vuelta. Lo que haría era avivar su dolor y que Darian retara a su marido. Aunque posiblemente, se merecía un escarmiento, no era de su propia mano la que debería imponer justicia. 

¿Por qué lo hiciste, Rhett?

Se acordó de su primer encuentro, el siguiente... en el baile, donde todo comenzó y terminó a la misma vez. 

Quisiste buscar  mi ruina y la de mi familia, pensó desconsolada, y lo conseguiste.

Lloró durante unas minutos, maldiciéndolo y maldiciéndose por haber sido una estúpida al creer que con él tendría un cuento de hadas. ¡Tonta, mil veces, tonta! Cuando la rabia fue más poderosa que el dolor, llamó a su doncella, sin importarle mucho si la veía con el rostro mojado por las dichosas lágrimas.

 — ¿Señora, se encuentra bien? ¿Qué le ha pasado?

Su pregunta abrió más las heridas.

— Prepárame un baño, por favor — quería dejar de sentir, quería deshacerse de las sensaciones, de su recordatorio en su piel.

— ¿No necesita algo más, mi señora? 

— No, por ahora, no, gracias. Quiero quitarme "esto" de mi piel.

La doncella fue prudente y no dijo nada más, viendo que ella no iba a responder, aunque unas horas después, toda la servidumbre sabría que no andaba bien las cosas en el matrimonio.

—Milord, la señora ha dicho que cenará en su habitación. 

Enzo levantó la mirada hacia el mayordomo que le dio la noticia.

— ¿Le ha dicho algo más?

Su negación ocasionó que él suspirara para sus adentros.

— Gracias, vuelve a sus quehaceres.

— ¿El señor no cenará?

— No tengo apetito — se pellizcó el puente de su nariz —. Haz el favor de que lady Rhett cene bien.

— Sí, milord.

 El mayordomo se marchó, dejándolo nuevamente solo, con sus pensamientos. Para colmo, aquella tarde había recibido una carta de su tío, invitándolos a él y a su esposa a una velada. Al parece ser, les tenía que comunicar una noticia importante.

¿Qué podría ser? Él había creído que no le hablaría durante una larga temporada debido a que se casó con la hija de su enemigo. Sin embargo, parecía que lo había perdonado. Le parecía muy extraño que fuera todo tan repentino.

¿No se había convertido en una costumbre decepcionar a la gente que quería?

Aún no había contestado a la misiva. Tendría que contestar tarde o temprano, pero sabiendo que las intenciones de su tío no serían tan benevolentes como a uno le haría creer a simple vista, pensó que quien lo visitaría fuera él. Seguramente, su esposa estaría encantada de estar con los suyos. A él, lo quería tener lo más lejos posible. 


Deséame  #8 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora