Bonnie estaba entre la espalda y la pared. Ojalá su marido no fuera un hombre tan complicado y entendiera que había dado salto al vacío, con él. No porque había comprometido su reputación; sino porque su corazón lo había elegido, por encima de Adam. Aun así, no funcionó, diciéndole casi la verdad de sus sentimientos. Se alejó de ella, yéndose para otra parte, invitándola a cenar en su habitación.
¡Terco! ¡Ciego! ¡Idiota!
No paró de dedicarle apelativos tan cariñosos mientras subía a su cuarto. No era para menos, era una recién casada y había tenido la primera discusión con su adorable marido, que lo mínimo que quería era no verla.
¡Era fantástico!
Contuvo las lágrimas a raya, no podía soportar la idea de que él no quisiera tenerla cerca.
¡¿Quién se había creído?!
Entró en su habitación y respiró hondo para no desmoronarse enfrente de su doncella o criados. Al posar sus ojos en la cama, una cosa que no se había percatado antes, no iban a dormir juntos. Tal pensamiento la ruborizó como la desarmó. Su tipo de matrimonio no era como el de sus padres que no tenían ningún pudor en compartir lecho. En cambio ellos, no iban a hacerlo.
¿Ni siquiera habría noche de bodas?
- ¿Señora va a querer cambiarse de ropa?
Su pregunta interrumpió el hilo de sus pensamientos. No respondió de inmediato porque estaba dudosa en bajar. Se echó un vistazo, y su boca se torció en una mueca; aún llevaba el vestido de novia.
- Sí, por favor. Me gustaría llevar puesto algo más sencillo.
Estaba tan cansada que no iba a preocuparse en arreglarse. De todas formas, ¿él se iba a fijar en ella cuando se presentara en la cena y viera que había desoído su consejo? Estaba segura de que aunque llevara un saco de patatas, lord Rhett no se dignaría a mirarla. Así que se encogió de hombros y no se preocupó más por los intereses de su marido, por más que en el pasado él la había besado y parecía no haber sido indiferente.
¿Se habría precipitado en dar el salto?
