Capítulo 42

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Ahora sí que sí, me despido. Perdóname si hay algún error, lo he escrito sobre la marcha. Queda muy poco para terminarla 😭😭😭😭😭

Nos leemos muy pronto

Besitos 😘😘😘😘😘😘

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- ¿A dónde se habrá metido esta mujer? - inquirió, calado desde los pies hasta la cabeza. Azuzó más el caballo pero no vio el rastro de cierta personita. Incluso, aunque pudiera, no podía ver nada con el manto de agua que caía en ese instante -¡Bonnie!

Gritó a pleno pulmón, pero no obtuvo respuesta alguna. El viento hacía de las suyas, haciendo que la lluvia volara por todos los lados, golpeándolo.

Estaba a punto de perder la paciencia. Y la cordura.

A un día del viaje a Londres, se había puesto a llover y su esposa no apareció por ningún lado cuando fue a preguntar por ella. Los sirvientes dijeron que la habían visto salir para dar un paseo. Un paseo justo cuando se preveía que iba a haber tormenta. ¿En qué cabeza cabía la idea de salir con ese horrible temporal? Únicamente su esposa.

Tuvo la esperanza de que mientras la estaba buscando, ella había regresado a casa, que no habría estado lejos y habría llegado sana en cuanto se percató de la lluvia. No se lo podría perdonar si le hubiera ocurrido algo malo.

¡No!

No era una opción pensarlo. Imposible de seguir, espoleó al animal, queriendo comprobar que efectivamente estaba en la casa y que solo había querido darle un susto. Un susto que nunca olvidaría porque el miedo se le había metido en las venas. La imagen de ella tiritando y necesitando el auxilio, lo estaba matando. Regresó, no sin lo primero preguntar:

- ¿Lady Rhett ha llegado?

- Sí - el alivio fue tan descomunal que quiso apoyarse en la pared, pero no duró mucho tiempo al ver la expresión seria del hombre -. ¿Qué ocurre?

- No llegó sola. El señor...

- ¿Cómo que no llegó sola? ¿Dónde está?

Un extraño apareció ante su visión.. Frunció el ceño; no lo conocía. Por sus ropas, aunque mojadas, eran propias de un caballero.

- ¿Quién es usted?

- Sir Lawrence, me imagino que es su esposo de la dama.

Pensando mal de él, furioso, fue hasta él y le cogió de las solapas.

- ¿Qué le hiciste?

- ¿Disculpe? No le hice nada a su esposa. Estaba desmayada cuando me topé con su cuerpo y la traje aquí, ya que me imaginé que no estaría lejos de su casa.

Lo dejó de sujetar, aunque no se fiaba de él un pelo.

- Está en su dormitorio, sir. Él médico la está revisando - dijo el mayordomo intentando disipar la tensión creada -. Si no fuera porque ha llegado rápido, milord. Podríamos estar esperando.

Enzo asintió y miró al desconocido.

- Gracias - dijo renuente -. Atended al señor Lawrence; considérese un invitado de la casa por salvar a lady Rhett.

- No se preocupe, otro habría hecho lo mismo en mi lugar.

- Como usted prefiera. Disculpe, voy a ver cómo está mi esposa.

Subió los escalones a zancadas y con los latidos de su corazón aporreando en sus oídos. ¿Estaría bien? ¿Por qué se había desmayado? Probablemente no había catado el almuerzo y había desfallecido por falta de energía. Cuando llegó, golpeó la puerta con cuidado y un señor lo recibió. Entró sin muchas ceremonias y vio a su esposa debajo de las mantas, con la cara pálida. Dejó de existir el mundo y sintió que se caía nada más verla.

- Sir, es mejor que no la moleste.

- Soy su esposo - como si eso explicara todo, pero el médico lo miró con reprobación -. ¿Qué le pasa?

- Un simple desmayo. Ha despertado hacía un rato, lo que pasa que por la caída se ha hecho daño en la cabeza y le he dado láudano para que pase tranquila la noche.

¡Dios! Tuvo que sentarse en el sillón por la fuerte impresión.

- ¿Le puedo dar un consejo?

El aludido asintió, aún con el miedo dominándolo.

- Procure que esté en calma, sin muchos sobresaltos. Los desmayos pueden proceder de una vida llena de ajetreo, de fatiga y agotamiento.

- ¿Cree que ha sido porque no podía más?

- Posiblemente. Le dejo el láudano por si lo necesitara y le recomendaría que se cambiara si no quiere coger un fuerte resfriado.

No le importaba su salud, sino la de ella. Llamó a un criado para que pudiera acompañar al galano a la salida mientras él se quedaba allí, asumiendo que podría haber sido peor pero que gracias a la providencia, ese señor había rescatado a su mujer.

Se pasó las manos por la cara y notó que estaba mojado. Ni siquiera se había percatado de ello, preocupado por Bonnie. Se levantó y cogió una toalla para al menos secarse la cara y el pelo. Tenía razón, tenía que cambiarse. Miró a su esposa y se apenó; por culpa suya, le había propiciado el desmayo. Lo más seguro era porque había llegado más allá de su límite y no había podido más con tanto sobresalto hasta perder la conciencia. Eso lo estaba rematando.

Contuvo un suspiro y como no quiso perder el tiempo, llamó de nuevo a un criado, y le pidió que le llenara la tina para bañarse. No quería perder de vista a su esposa por si la cosa empeorase. Él médico no se lo había dicho, pero era una posibilidad, como la de caer con un constipado. No se quedó extrañado con su petición y le preparó el baño.

- Tráeme más toallas, unos calzones y una camisa; pasaré la noche aquí.

- Sí, señor.

Rezó para que su esposa no se despertara en ese instante y lo echara a patadas, lo menos que quería era enfrentarse a su furia cuando estaba agotado mentalmente. Siendo sincero, lo que no quería era separarse de ella. Eso haría cuando se diera cuenta de su presencia.

***

No se despertó ni cuando finalizó el baño y terminó por ponerse nueva ropa. Como no pudo más y, asegurándose de que estaba bien, fue hasta el lecho y se acomodó a un lado de la cama. La observó dormir, ajena al percal que había ocasionado con su salida.

- He envejecido como unos diez años más - sí, estaba cansado. No tenía que olvidar que debía comunicar a sus suegros como a su tío de su retraso del viaje. Eso no era relevante, se dijo cuando su mirada se posó en su persona. Se inclinó hacia ella y le depositó un beso en la frente -. Buenas noches, Bonnie.

Sin poderlo controlar, cerró los ojos. Antes de asumirse en las profundidades de la oscuridad, notó un cuerpo blando apretarse con el suyo. Le llegó su aroma y quiso imaginar que no había más rencores entre ellos.

Deséame  #8 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora