Otro trozo

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- ¿No me lo va a decir?

Se lo podría contar si no fuera porque estaba atrapada en su propio dilema, de confesárselo o no. Además, no lo menos importante, sus ojos, más cristalinos que nunca e intensos, la observaban mientras comenzó con su tortura. Alzó su mano que tenía aún agarrada y posó, sin ella tener voluntad de su cuerpo, sus dedos en sus labios. No lo pudo controlar, el jadeo que salió de su boca al sentir su pequeño mordisco que se propagó hasta el centro de su ser.

- Quise probar si mis sentimientos por él eran los de siempre - mantenía la serenidad a jirones.

- ¿Besándolo?

Asintió porque no pudo articular una palabra; sus labios se deslizaron hacía más abajo, a su muñeca, notando su pulso acelerado.

- ¿Qué descubrió? ¿Sus sentimientos eran los de siempre?

¿La estaba castigando?

Su aliento cosquilleó su piel y la calentó con el tanteo de su boca. De imprevisto, la atrajo, cayendo en su regazo. Lo miró con los ojos abiertos, sorprendida por su arrebato. Sus manos sujetaron sus caderas como hierros candentes. Inspiró hondo, sintió un hormigueo en su cuerpo y el calor sofocante se expandió.

- Dime - le demandó.

- No.

- ¿No? - ¿no la creía? Continuó observándola, metiéndose debajo de ella-. ¿Porque no fue su beso bueno y aceptable para su gusto?

- No, fue bueno y agradable.

No le complació su respuesta, lo supo. Ella, en parte, se regocijó por dentro. Estaba contrito, y no lo expresó a viva voz, giró el rostro, apretando mandíbula. Aún la tenía sujeta a su cuerpo, aprovechó esos segundos para mirarlo con arrobo y ardor.

¿No le eran evidente sus sentimientos? Como si estuviera borracha, se hubiera tomado dos o tres copas de ponche, se inclinó un poco y se atrevió a tocarle el cuello, lo que le permitía su camisa y el nudo de su corbata que no se había desatado. Su pupila se clavó en ella y le cuestionó en silencio lo que hacía.

- Como le he dicho antes no quiero ser el segundo plato - se apartó de la silla, obligándola a estar de pie, pero no la alejó de él.

- No lo eres - le tuteó.

Con una inusitada firmeza, sus dedos treparon por su moño casi suelto, desbaratándolo, y la volvió a acercar a él, chocándose y casi sin respirar.  Los nervios se crisparon por la tensión que se iba acumulando.

-  Cuando lo besaste, no habrías estado pensando en otro que no fuera él - replicó con sarcasmo.

Sus mejillas se tiñeron.

- Igual que lo hiciste conmigo - dijo con saña.

- Rhett - no distinguió su propia voz, rota -, por favor...

- Si la tocara -la abrazó fuertemente -¿Estaría pensando en él? ¿Queriendo retozar en sus brazos?

-¡Estás siendo cruel!

- No he sido la décima parte de cruel contigo, princesa - escupió -, pero veremos si ahora lo soy.

¿Qué quería decir?

Espoleado y, más viendo la aparición del recelo en sus ojos y su intento de apartarse, la sujetó con más fuerza y la besó. No fue suave, sino duro y antes de poder agarrarse a él, escuchó un estruendo que la asustó, pero que no le dio tiempo a ser consciente de donde procedió el ruido cuando la levantó y la colocó encima de la mesa.

En un instante se apartó, gimió por su separación para solo oírle:

- Quiero que cuando acabe esta noche no quede un resquicio de tu cuerpo que no te recuerde que tu esposo soy yo.

Deséame  #8 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora