Capítulo 39

2.5K 424 64
                                    

Bonnie no se sentía culpable de pasar retozando con su marido ya que era lo que le hacía más feliz. ¿Por qué sentir culpa por el simple placer de ser feliz? Nadie le había señalado que yacer con él iba a ser lo más placentero. Si eso la convertía en una mujer inmoral, no le importaba. No obstante, le señaló a su marido un hecho muy obvio...

- No hemos salido de la habitación todo el día, se preocuparán si seguimos con vida o no.

Estaba abrazada a él, después de haber desayunado en la cama, sin vergüenza alguna.

Lord Rhett fue quien se encargó de pedir el desayuno a su habitación, vistiéndose con unos pantalones y la bata, ordenando, de paso, no ser molestados. Había que reponer fuerzas después de tanta actividad. Afortunadamente, contaba con un servicio discreto y prudente, dejándoles el desayuno en el pasillo. Y desayunaron, con cierto grado de intimidad (claro está, habían pasado mucho tiempo intimando, no tendría sentido que no lo hubiera). No hubo preguntas, ni palabras. La calma dominaba el ambiente entre ellos. Con los estómagos satisfechos, lord Rhett, sin pedirle permiso, la abrazó atrayéndola a su pecho, reposando su cabeza en el cabecero de la cama sin preocuparse, ni pensar en lo ocurrido, cerrando los ojos. Estaba en paz, quería disfrutar de ese apacible reposo encontrado. No había fantasmas que lo torturasen, no había venganzas en su mente. No existían en ese momento. No quería que los hubiera.

La oyó, y le respondió sin hacer el esfuerzo de abrir los ojos, ni romper el abrazo. Aunque su cercanía lo afectaba porque no era inmune a sus curvas, a su piel de porcelana, ni a su calidez, era más poderoso el sentimiento de querer alargar esa tranquilidad.

- Sus funciones no incluyen preocuparse por nosotros.

Bonnie negó con la cabeza, haciéndole cosquillas en su torso desnudo con sus mechones desordenados. Había omitido la ayuda de la doncella en esa mañana.

- Estamos siendo unos holgazanes, esposo mío.

- ¿Lo lamentas?

- En absoluto - dijo con sinceridad, envuelta en su calidez -. Me gusta estar así.

Se apoyó en su hombro mientras se deleitaba de esa dulce quietud, observando el paisaje desde la cama.

Enzo abrió los ojos y la miró.

- A mí, también - sintiendo que su mundo se reducía a ella.

¿Cuándo ocurrió?

Un miedo atroz le perforó las entrañas, ahogándolo. Reunió todas las fuerzas para que no emanara y lo notara. No había sido bueno; y podía perderla por ello, por una venganza que desde un principio no había salido. La abrazó con más fuerza, rezando por primera vez, que no fuera demasiado tarde para ser feliz.

- ¿Cómo no pude darme cuenta?

Bonnie pensó en voz alta que no creyó que la había oído.

- ¿El qué no te diste cuenta? - le preguntó intentando quitar las garras del miedo de él.

Esperó y la joven se desperezó, se alejó un poco de su cuerpo, girándose hacia él. Con su mar azul, tan limpio y cristalino, lo desbordó.

- De verte, de saber qué eras tú. Pero estabas fuera, ¿cómo te iba a ver, si no estabas prácticamente en las temporadas, si no estabas en la mayoría de las fiestas?

- ¿Te habrías fijado en mí? - preguntó incrédulo, ¿si hubiera sido así, habría desistido en su venganza? ¿o habría seguido hasta dañarla?

Se le hizo un nudo en la garganta.

Ajena a su tormento, se hizo la remolona y se encogió de hombros, provocándole, atrapando su atención.

- ¿Tú de mí? - devolviéndole la pregunta.

Deséame  #8 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora