Prólogo

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La luna estaba alta en el firmamento aquella noche de primavera, mientras la lluvia caía con las últimas gotas de madrugada. Aquel año había llovido menos que otros, pero durante la primavera parecía que iba a llover todos los días.

Thomas Shelby se removió en aquella lujosa y gran cama, estirando la mano en busca de calor humano, palpando el sitió vació y aún tibio. Abrió los ojos, tallándoselos observando la oscura habitación, tenuemente iluminada por la luna. Era una habitación grande, exquisitamente decorada y aún con el leve aroma de haber hecho el amor en ella.

Frunció el ceño, se levantó poniéndose los pantalones y saliendo de la habitación. La mansión (que no era la suya) estaba en silencio, y la única luz que había prendida era la del estudio. Tommy fue hacía allí, y cuando llegó pudo ver la humareda producida por los cigarros de la única persona que fumaba más que él.

La vio sentada en la butaca que solía usar para leer. Se acercó a ella, y cuando colocó una mano en su hombro pareció darse cuenta de su presencia pese que la había estado llamando desde la entrada. Lo miró. Ella se levantó evitando su contacto.

Tommy frunció el ceño.

-¿Qué pasa? -Ella no dijo nada, terminando su cigarro y tomando otro de su pitillera de oro. -Kate.

-Tu mujer ha llamado. Lo hizo ayer mientras estabas con los caballos, lamento no habértelo dicho antes.

Aquella mansión y los grandes terrenos que la rodeaban era su oasis, donde dejaba de ser Thomas Shelby líder el partido laborista, patriarca de una familia de gánster, marido de Lizzie Shelby y padre de dos niños que cada vez veía menos.

Kate Dubois le había acogido en su cama y en su casa, dándole regalos como su propio establo y comprándole los mejores caballos que el dinero podía pagar.

Y ayer, cuando había vuelto de montar ella se lanzó a sus labios. Solamente le pidió que no hablaran y se pasaron la tarde y buena parte de la noche haciendo el amor. Por que con Kate nunca había follado, siempre había sido diferente.

-No te preocupes por eso. Sabés que estoy contigo, que te quiero y que no me importa nada más.

-¿Ni siquiera tus hijos? -Kate se giró y lo miró con sus grandes y expresivos ojos azules. -Están bien. - Se apresuró aclarar cuando Tom palideció. Kate había comprado al servicio de los Shelby para recibir información diaria de los niños y de lo que ocurría en aquella casa. - Me dijo que lo sabía. Que lo sabía todo. - Sonrió con amargura y los ojos llenos de lágrimas. Le dio una calada a su cigarro.

-Ella no sabe nada. Nadie sabe nada. - Tommy acortó la distancia que los separaba y acarició sus brazos cubiertos por la fina tela de la bata de seda que llevaba con su característica elegancia en un vano intento de hacerla sentir mejor.

Kate negó con la cabeza.

-Me llamó Edward Tom, lo sabe. - Kate vio como el mundo se derrumba para Tommy y también vio como intentó que ella no lo notará. - Sabe que tu amante nació como un hombre y que se disfraza de mujer porque se cree una.

-Tú no te disfrazas de nada. Eres una mujer, una mejor que ella.

Kate acarició la mejilla de Tom, tratando de calmar esa ira que brotaba de sus ojos y su tono de voz.

-Tienes que volver con ella o arruinará tu vida. Todo por lo que luchaste, todos los sacrificios, todas las muertes no habrán valido la pena si ella habla.

Tommy negó, lamiéndose los labios y notando la garganta seca. ¿Porqué Kate estaba tan tranquila cuando los estaban chantajeando con su condición para separarlos? ¿Acaso todo el esfuerzo, todas las lágrimas y el confuso viaje que había emprendido Tom para comprender sus sentimientos no valía nada?

Kate ||Tommy Shelby x OC||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora