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-No hace falta, vuelvo en taxi- respondí de prisa.

- De ninguna manera- respondió James serio.

Alcé una ceja ante su tono sobreprotector.

-Perdona, Eva. Pero también estoy de acuerdo con James. Hay muchos locos sueltos por allí, y es peligroso que vuelvas sola a ésta hora- concordó Mike.

-No dejesssss que se vayyyya sola- murmuró triste Jess.

La iba a matar.

-Bueno, está decidido- me ignoró James -La llevo yo.-

Lo miré con cara de pocos amigos.
¿A qué estaba jugando?

-Gracias, viejo. Te debo una. Adiós Eva- Mike se despidió de nosotros y se dió media vuelta caminando, como podía, con mi amiga.

Suspiré molesta.

-Cuando quieras irte, me avisas- dijo James y comenzó a caminar hacia otro lado.

Rápidamente lo detuve, tomando su brazo con mi mano.

Joder, mi mano era tan pequeña al lado de sus músculos.

Él dirigió su vista hacia allí, y luego a mis ojos.

-Quiero irme ahora- dije.

-¿Ahora? Pero es recién la mitad de la fiesta.- respondió incrédulo.

-Ahora- repetí. Él quería acompañarme, no era mi culpa.

-Bien- suspiró -Voy a buscar mi chaqueta y vengo-

Y entonces, recordé su imagen con un vaso rojo en la mano.

-Espera. Bebiste alcohol- señalé.

-¿Qué?-

-Estabas bebiendo en un vaso rojo. No puedes manejar.- intenté encontrar una excusa.

James sonrió. Con una de esas sonrisas que desarman.

-¿Me estabas vigilando de nuevo, acosadora?-

Mi rostro se tiñó de rojo. Maldito engreído.

-Eras tú, el que me estaba mirando- repliqué con una sonrisa victoriosa.

-Si, te estaba mirando- dijo con simpleza.

Me quedé callada. Joder. ¿Qué se supone que iba a responder?

-Tranquila, era gaseosa. No bebo si voy a conducir- continuó.

Asentí en silencio.

-Ahora vengo. Te encuentro en la entrada-

-De acuerdo.- respondí y comencé a caminar a la puerta.

Ay Dios. Ésta noche parecía ser muy cargada.

¿En serio no me recordaba? ¿Ni siquiera hablando?

Era cierto que me había desarrollado... No era una niña. Pero tampoco estaba muy distinta.

Me quedé de pie en la entrada, esperándolo.
Y al cabo de unos minutos, salió.

-Vamos- ordenó.

Lo seguí en silencio, hasta el sitio donde los autos estaban estacionados. Había como treinta vehículos, todos último modelo, claro.

Intenté adivinar cual era el suyo.
Su color favorito era el azul, y siempre le habían gustado los Jeeps.
Recorrí con la mirada, rápidamente el sitio, y encontré enseguida a uno con esas características.

De pronto, las luces del vehículo se encendieron brevemente. Le había quitado el seguro.

-Lo sabía- murmuré para mí.

James volteó confundido.

-¿Qué?-

-Nada- respondí seca.

Yo me acordaba hasta de eso, y a él, ni siquiera le sonaba mi rostro.
Qué triste.

Subimos al auto, que parecía nuevo.
Era hermoso, tenía sus asientos de cuero y un techo deslizable, que dejaba ver el cielo azul estrellado.

-¿Dónde vives?- preguntó mientras encendía el motor.

-Calle 57- respondí.

James colocó su mano sobre la palanca de cambios. En ella se notaban sus gruesas venas.
La movió con facilidad, y todos los músculos de su brazo se hicieron notar.
Todo en él era hipnotizante.

James sonrió.

-¿Debo preocuparme?-

-¿Disculpa?- pregunté.

-No dejas de mirarme-

Ouch.

-Tú tampoco ahí dentro- volví a hacer esa jugada.

-Ya te dije que es cierto- respondió con simpleza mientras tomaba la avenida principal. Su rostro estaba concentrado en el camino, pero su actitud era relajada.

-Entonces, creo que el acosador aquí, eres tú-

James rió.

-Un acosador que no sabe tu nombre-

Qué idiota.

-No es mi problema si no tienes memoria- disparé, con doble sentido.

El no contestó nada.

Me sentí victoriosa por su silencio, pero en realidad sus palabras me habían dolido. Era bastante cruel cuando quería.
El James de hace unos años, jamás me hubiera tratado así.

El viaje fue silencioso, y sumamente incómodo. Deseé que pusiera música, para aliviar la tensión que había, pero no lo hizo.

Parecía estar absorto en sus pensamientos.

Unos minutos más tarde, se detuvo frente a la puerta de mi casa.
Me giré hacia él y murmuré:

-Gracias-

Abrí la puerta y comencé a bajar.

-De nada, Eva- respondió, acentuando mi nombre.

Mi piel se erizó al escucharlo.
Lo observé y él sonrió.

Era tan bipolar.

Me dí vuelta y entré a mi casa, ignorándolo.

Por hoy, estaba cansada de sus juegos.

Eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora