III

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カウンターシフト× ᴄᴏɴᴛʀᴀᴛᴜʀɴᴏ ×

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カウンターシフト
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— ¡¿Qué?! ¡¿Se besaron?! —gritó Sayu a los cuatro vientos. ____________, sabiendo como es su amiga, al instante que comenzó a hablar le tapó la boca, provocando que en vez de palabras coherentes se escucharan puros murmullos, aunque sabía qué decía.

— Cállate, por favor. —susurró. Temía que las escucharan, y terminaron yendo al baño de la empresa, donde por suerte no se hallaba nadie— Fue solo eso, pero al parecer se enojó conmigo. Creo que fue porque indirectamente le dije que me arrepentí.

— Tú también eres tonta. Vas, lo besas y luego dices que te arrepientes. Ni siquiera estabas ebria como para que eso tenga algún sustento —explicó— O quizá su fragancia varonil te emborrachó. —bromeó con una voz cantona, a lo que la contraria le pegó levemente en el brazo. Siempre solía ser así de desvergonzada y graciosa.

Había decidido, después de pasar la noche arrepintiendose de lo que había hecho, en contarle a Sayu sobre lo acontecido el día anterior. No sabía con quién descargarse, pues su mejor amigo no era una opción, y Sayu parecía la más confiable. Aunque, con su destacada hiperactividad y extrovertividad, debió admitir que lo dudó por un momento.

— Lo sé, pero... Agh, no sé que hacer. Y para colmo, hoy me tengo que quedar de vuelta trabajando hasta tarde. Seguramente va a estar ahí.

— ¿Y no puedes hacer nada para adelantar los trabajos ahora?

— Podría, pero desde hace días se me vienen acumulando y aparte, por quedarme horas extra, me pagan más. —espetó— Es como un win-win. La empresa gana, yo gano.

— Entiendo. —miró su reloj, y se sorprendió ante la hora— Hay que volver, rápido.

La castaña asintió y con prisa huyeron hacia el ascensor. Estaba lleno de gente, y como pudieron, entraron, quedándose atrás. Quisieron presionar el piso que les correspondía, pero ya estaba presionado, cosa que les pareció rara, pues no parecían reconocer ninguna de las caras que estaban allí.

— Buenos días. —____________ escuchó aquella voz penetrando en su oído derecho, provocando que todos sus sentidos se erizaran. No se atrevió a dar media vuelta, pero sabía claramente quién era.

Y cómo no, si su voz no era fácil de olvidar, mucho menos con lo que había pasado.

— Buenos días. —murmuró, lo suficientemente audible para él.

En un movimiento brusco, quienes se encontraban adelante se movieron unos pasos atrás, provocando que todos hicieran lo mismo. Para la femenina no había lugar, y, en un ademán de moverse para no chocar con el de adelante, terminó chocando con Nanami. Sentia su respiración sobre su cabeza, y su cuerpo pegado al suyo. Seguramente se encontraba más que roja, y agradecía que su superior no le estuviera viendo el rostro.

Overtime work. - K. Nanami Donde viven las historias. Descúbrelo ahora