Capítulo 2 "El pacto"

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"Hace unos años. Bastian suplicó a Dios que le ayudase a conseguir todo lo que quería en esta vida pero no obtuvo respuesta. En su lugar apareció un hombre vestido con un traje negro y elegante.

Se hizo llamar Lucifer. El ofreció a Bastian la posibilidad de cambiar para siempre su vida. De conseguir todo lo que se propusiera. Sacarse la carrera que quisiera sin esfuerzo. Ser el mejor jugador del mundo si quisiera. Mujeres, éxito, dinero, toda clase de lujos que pudiese imaginar.
El vio todo eso como la respuesta que necesitaba a sus plegarias. Así que el demonio chasqueó los dedos y una hoja con una pluma aparecieron de la nada. Dijo que si quería toda esa vida de lujos y sin problemas tenía que aceptar y firmar aquel contrato. Bastian sin leer bien aquel papel firmo y así aceptó.

A raíz de ahí, siempre ha conseguido lo que quería. Todo lo que el pudiese imaginar, el demonio con chasquear los dedos se lo concedía. Se sentía poderoso. Invencible. Todo aquello que siempre había soñado, podía hacerse realidad con un simple chasquido.

Pero no supo hasta ese momento que Lucifer no hace pactos con nadie sin pedir nada a cambio."

- Entonces, después de haberme cumplido todos mis deseos. El vino a verme anoche... - suspiró - Tenía que haber leído ese maldito contrato antes.

- ¿Que te pidió a cambio Bastian? - preguntó Dulce.

- Mi alma el día de mi vigésimo quinto cumpleaños.

- Pero eso es dentro de tres días... ¿Que vas hacer? Tiene que haber otra solución...

- No la hay, he leído un millón de veces ese contrato. Me lo sé de memoria. Tuve que haberlo leído antes. Soy un completo idiota.

- Pero no puedes dejar tu vida sin más. Tienes todo lo que querías... Tiene que haber una solución.

Dulce se fue a su habitación, era tarde y tenía que descansar para mañana. No dejaba de dar vueltas en la cama, no paraba de intentar encontrar una solución a ese contrato. Tenía que haber algún error. Algún fallo que le permitiese  arreglar el error de su hermano. El aire de la habitación se volvió helado. Sentía frío, se estaba quedando congelada y se tapó con la manta hasta la cabeza. De pronto escuchó una risa dentro de su habitación que le heló la sangre.

Provenía de la ventana, así que con mucho miedo se destapó y miro en aquella dirección

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Provenía de la ventana, así que con mucho miedo se destapó y miro en aquella dirección. Había un hombre de pie, apoyado en el alféizar de la ventana, fumando un cigarro y mirando hacia la luna.

Era bastante atractivo. Llevaba unos pantalones negros y una camisa negra desabotonada y remangada. Era moreno, con bastante pelo aunque llevaba recortados los lados de su cabeza. Una barba muy bien perfilada.

Sonreía. El reflejo de la luna podía verse en aquellos ojos. Su sonrisa era demasiado perfecta para ser real.

- ¿Quién demonios eres? ¿Y como narices has entrado en mi habitación? Sal de aqui ahora mismo o llamaré a la policía.

Volvió a reír.

- Mejor preguntame que demonio soy. He entrado por la ventana como siempre. Y aunque la llames, no vendrán. Además soy lo bastante rápido como para irme antes de que puedas ni siquiera coger el teléfono.

Dulce se levantó de la cama en dirección a su escritorio para coger el teléfono móvil y llamar a la policía. Ese hombre seguro que era algún psicópata que se ha escapado de un hospital y quería matarla. O eso pensó ella.

A la que quiso llegar a por el teléfono, despareció ante sus ojos de la mesa. Volvió a escuchar esa risa en la ventana y cuando miro hacia el, tenía su móvil en la mano.

- Dame mi móvil.

- No. Tu no puedes darme órdenes. - Se levantó acercándose a Dulce. - Nadie puede darme órdenes, soy yo quien las da.

_____________
Narra Dulce.

- ¿Así? ¿Y se puede saber porque? ¿Que te crees que eres un rey que puede ir gobernando todo a tu antojo?

- Exactamente. Eso es lo que soy un rey. - Se acercó tanto a mí que podía sentir su aliento en mi piel. Estábamos a pocos centímetros. Sus ojos estaban clavados en los míos. Habían tornado un color rojizo como el fuego. Era increíble cómo podía hacer que le cambiasen de color. - Para ser más exactos el rey del inframundo.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo ante sus palabras, pero en ese momento me acordé de los típicos anillos que cambian de color y te dicen el ánimo del que supuestamente estás... Bueno pues me hizo mucha gracia al comparar sus ojos con aquellos anillos y me reí.

- ¿Te hace gracia? - sus ojos cada vez eran más rojos. Podía sentir como la temperatura en la habitación comenzaba a subir a medida que de el salía un aura rojiza.

- No te enfades tontorrón, ha sido una broma. - No le tenía miedo. No entiendo el porqué pero me sentía bien con su presencia.

- ¿Tontorrón? ¿Como te atreves a insultarme? - se enfureció aún más. - Escúchame niña, no puedes hablarme así. Ni tu, ni nadie.

- Pues lo estoy haciendo y seguiré haciendolo. Y no puedes hacer nada.

Me agarró de las muñecas, empujándome contra la pared. Las sujetó por encima de mi. Me hacía daño. Sus ojos estaban completamente rojos. El calor se apoderó de mi cuerpo, hacia demasiada calor alrededor. Desprendía demasiada de su cuerpo. Se fue acercando cada vez más a mí, su cara expresaba ira.

De repente alguien entró en la habitación. Todo volvió a la normalidad y aquel hombre, si se le podía llamar así, ya no estaba allí. Mi madre había entrado en la habitación.

- Cariño ¿Estás bien? Escuche ruidos y vine a ver qué pasaba.

- Si mamá, todo está bien, no podía dormir e hice ruido al buscar mi móvil, perdona.

- Está bien, acuéstate ya, mañana tienes un examen y tienes que estar descansada. - salió de la habitación cerrando la puerta tras ella.

¿Que había pasado? Desapareció de la nada, como si nunca hubiera estado allí

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¿Que había pasado? Desapareció de la nada, como si nunca hubiera estado allí. Ya no sabía si había sido todo un sueño o había sido real. Si fue real, me había comportado de una manera tan extraña. Fuera quien fuera, no le tenía miedo. Cuando lo sentía cerca, notaba una sensación de tranquilidad en mi interior. Se que es difícil decir eso cuando estás cerca de un demonio. Pero era justo lo que sentía. No lo podía explicar.
Había sido una noche de muchas emociones. Estaba exhausta y aún tenía que encontrar una solución al problema de mi hermano. Mañana no podía ir a clase. Tenía que solucionar todo esto.

Me acosté en la cama y caí dormida en seguida. Estaba agotada. Necesitaba estar despejada para mañana, tenía que tener la mente abierta y buscar información sobre ese tal "Lucifer".

***

Enamorada del inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora