Capítulo 15 "Visita Bibliotecaria"

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Narra Dulce
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Encontré varios libros que hablaban sobre maldiciones. Pero no llegaba a encontrar la solución. Siempre lo mismo.

"Maledicta nunquam deficiet."

Vamos, lo que viene siendo que nunca podía romperse... Eso ya me lo habían dicho. Tenía que encontrar la respuesta correcta.

"Las maldiciones no pueden romperse jamás. No hay manera vital de terminar con aquellas. Aunque siempre tienen solución antes de llegar a su fin."

Lo ves sabía que había respuesta. Sabía que había una manera de terminar con ella.

"Todas las maldiciones caídas sobre una persona tienen una opción para terminar con esta

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"Todas las maldiciones caídas sobre una persona tienen una opción para terminar con esta. Cuando la persona que maldice pronuncia las palabras correctas, ya que si no, la maldición no funcionaría, debe de decir lo siguiente..."

Osea alguien le maldijo. Por algo que debido de hacer mal. Pero no sé ni quién ni el porqué.

- ¿No te rindes nunca no? - Una voz por detrás mía me asustó.

- No. Nunca me rindo.

- Ya lo veo cariño. Me gusta eso.

Odiaba esa voz. No podía soportar escucharla. Quería que se fuera. Que me dejase sola.

- No me llames cariño, me llamo Dulce. No soy nada tuyo y jamás lo seré. Déjame sola tengo mucho que hacer Adriano.

- Todavía no lo eres. Pero lo serás. - me susurró en la oreja.

Sus palabras erizaron mi piel.
Me sentía indefensa teniéndolo cerca. Quería que se fuera. Acarició mi pelo suavemente dejando libre mi cuello. Trague saliva.

Sentí como se acercaba poco a poco más hacia mi. Podía sentir su aliento en mi cuello. Me giré con un libro en la mano, intentando darle un golpe. Cosa que frenó rápidamente mi mano.

Sus ojos llenos de irá me miraban fijamente. Me apretaba la muñeca con fuerza, quemaba. Me hacía daño pero no quería que me viese débil.

- Suéltame.

- ¿Y si no que?

Le escupí. Acto seguido, se limpió mi saliva sonriendo. Levantó la mano para abofetearme y cerré los ojos con fuerza. Estaba perdida, no tenía nada que hacer contra el. Estaba indefensa aquí sola junto a él. Me abofeteó. Escuchaba un pitido en mis oídos. Estaba aturdida.

Escuche un grito y como me soltaron bruscamente la muñeca. Mareada caí al suelo.
Abrí los ojos y Lucifer estaba allí, sobre Adriano. Pegándole en la cara una y otra vez. Había mucha sangre. Lucifer tenía mucha sangre sobre su ropa, temía que fuera suya. Me levanté como pude del suelo. Fui hacia ellos.

Me costaba caminar en línea recta. Estaba muy mareada, casi tanto como cuando bebí el maldito vino ese.

Agarré el brazo de Lucifer. Se giró. Me miraba a los ojos. Tenía en la cara gotas de sangre. Los ojos rojos y brillando como si de fuego se tratase.

Enamorada del inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora