Capítulo 6 "Nuevo Hogar"

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Salió de la habitación por la puerta. Cosa que me resultó extraña en el, ya que estaba aconstumbrada a que se desvaneciera como si nada.

Inspeccione mi nueva habitación, si se le podía llamar así. Porque era demasiado grande para mi. Un poco más y podía perderme allí dentro.

Abrí una puerta y había un lujoso baño en su interior. Paredes de mármol gris hacían juego con el suelo blanco. Una bañera enorme con hidromasaje. Un espejo amplio y las luces cálidas daban un toque acogedor.

Salí de allí y abrí otra puerta. Esta era doble. Me quedé boquiabierta. Era un vestidor gigantesco. Había estanterías llenas de zapatos de todo tipo. Tacones, deportivas, hasta pantuflas de estar por casa. En los cajones había todo tipo de ropa interior, conjuntos de seda, de encaje, todos eran muy sexys. Eran preciosos.
En los colgadores había toda clase de vestidos, de trajes, blusas, pantalones... Vamos el sueño de cualquier chica de mi edad. Al final de el había un tocador negro de madera hermoso. Todo tipo de maquillaje y productos de belleza había allí. Me sobraban la mitad de las cosas. Casi nunca me maquillaba. Nunca había aprendido, siempre quería intentarlo pero al final no lo conseguía.

Al lado del tocador la vi. Mi maleta. No la había hecho desaparecer. La había traído aquí. Estaba contenta. Muy feliz. Dentro de lo malo, esto no era tan malo y era una buena noticia para mí.

Quizás esto del inframundo no estaba tan mal.

Cogí un camisón de seda negro de tirantes. Era cortito pero bastante fresquito. Venía bien para el calor que hacía aquí dentro. Me tumbé sobre la cama. Las sábanas eran suaves y delicadas. Caí dormida enseguida...

***_______________Narra Lucifer_______________

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Narra Lucifer
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No podía verla así. No quería que estuviese triste. No por mí culpa. Ella había sido la que había decidido todo esto. No tenía la culpa de que ella estuviese aquí. Insistí en que no aceptase y no me escuchó. Tendría que ser responsable de sus actos.

Me dirigí a mi oficina. Al poco de entrar llamaron a la puerta. Era Nebiros y traía un paquete consigo en sus manos.

- Señor la tengo he conseguido el retrato de la joven.

- No quiero verlo, llévatelo. Ya es tarde para eso.

- No digáis tonterías. Todavía no es tarde. Podemos encontrarla.

- No lo entiendes Nebi. Ya es tarde. Me caso en seis días...

- ¿Eso quiere decir qué ha aceptado el pacto?

- Si...

- ¿Como la has dejado? Te has condenado tu solo por permitírselo.

- ¿Crees que no lo sé? Pero no podía hacerle cambiar de opinión y mucho menos hacerle daño.

- De acuerdo... Entonces iré a ver quién es tu verdugo.

Nebiros salió de la oficina dejando aquel cuadro sobre mi mesa. No quería saber quién era aquella joven. No me serviría de nada. Ahora ya no. Solo me atormentaría su imagen por las noches, así que tenía que deshacerme de él.
Lo lleve hasta la chimenea, lo metí dentro y con un chasquido encendí el fuego. Me servi un vaso de whisky y me senté sobre la silla de mi escritorio. Hipnotizado me quedé mirando como se consumía poco a poco aquel cuadro junto mis esperanzas de terminar  con aquella maldición.

No sé cuánto había bebido. Pero había sido demasiado. Un demonio aguantaba bastante más que un ser humano la graduación del alcohol. Pero yo iba realmente mareado. Tenía que hablar con ella... No quería estar así mis últimos días. No quería que ella supiera nada sobre esto. Pero necesitaba estar bien con ella. Enseñarle todo y como hacer las cosas. Al fin y al cabo ella se quedaría como reina del inframundo cuando yo no estuviese. Cosa que no sé si podría cumplir.

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Narra Dulce
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Un portazo me despertó. Un señor al que no había visto antes en mi vida entro en mi habitación hecho una furia. Se acercó a mí velozmente con la ira expresada en su rostro.

- Así que tú eres la asesina de mi señor.

- ¿Perdona? - Salí de debajo de las sábanas para ver quién era aquel hombre - ¿Que has dicho?

El rostro de aquel hombre cambio al verme. Paso de estar hecho una furia a llorar. Y por la expresión de su boca sonriente, podría decir que lloraba de felicidad.

- Alabado sea el infierno, es usted...

- Si, soy yo, ¿Quién voy a ser si no? - no entendía nada.

- Oh, mis más sinceras disculpas señora mía. No puedo creer lo que ven mis ojos. La profecía se ha cumplido. Podremos terminar con la maldición.

- Claro que se ha cumplido la profecía, era eso lo que pasaba cuando yo firmase aquel pacto ¿No? - pregunté - Me convertiría en la mujer de Lucifer.

- No solo eso señora. Usted es la salvación de mi señor.

- ¿Salvación? ¿No querrá decir maldición?

- No señora mía. Usted es su salvación. La que lo salvará de la maldición.

- ¿Maldición? ¿Que maldición?

- Aquella que le echo Dios hace siglos a mi señor...

- Me estoy perdiendo, no estoy al tanto de ninguna maldición...

- Y yo pensando que eras su verduga.

- ¿Porque iba a ser su verduga? Si todavía no lo he matado.

- El Señor está maldito. La profecía dice que tenía que encontrar a una mujer en particular. Que si no la encontraba quedaría maldito por el resto de sus días. Pero si antes de encontrarla, se casaba con cualquier otra joven, el moriría seis días más tarde.

Pero se va a casar conmigo... Eso significa que morirá después de casarnos... No ha encontrado a esa mujer ¿No? Lo odio, pero tampoco quiero que muera por mi. No podré cargar con esa culpa toda mi vida.

- ¿No lo entiende señora?

- Entender el que...

- Usted es esa mujer. La mujer de la profecía. La que vi en mis visiones. Usted es la que amará al señor por encima de su propia vida y la que lo librará de la maldición.

- Creo que te equivocas de mujer... Yo le odio - aquel hombre salio de la habitación bailando y festejando como si le hubiese tocado la lotería, Lucifer mientras tanto están apoyado en la puerta casi sin poder mantenerse en pie - Lo odio, ¿Entiendes?

- ¿A quien odias Dulce? - preguntó Lucifer.

- A ti. - Respondí.

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Enamorada del inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora