Capítulo 9 "La cena"

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Narra Lucifer
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Salí detrás de ella. Esperaba ya sentada en el coche. Me subí a este y el chófer arrancó.

No me miraba. Miraba al suelo, su rostro estaba triste. ¿Que hice? ¿En serio le hecho daño? No me acuerdo de nada. Me vienen imágenes a la cabeza un poco extrañas. Se que bebí, que quería hablar con ella... Pero no recuerdo el haber entrado, ni siquiera el haber hablado con ella. Y si en verdad hablé con ella, no recuerdo el que le dije. ¿Le habré dicho algo malo? Tengo que preguntarselo. No puedo estar así toda la noche. Tengo que hablar con ella.

La miré, estaba preciosa. La luz de la noche reflejaba su rostro angelical. Se retiró el pelo hacia un lado, dejando al descubierto su cuello. Era fino, delgado, estaba tenso. La vi tragar saliva. Sus ojos azules brillaban. Iluminaban la noche por si solos. No le podía quitar la vista de encima... Era perfecta. La mujer con la que me hubiera gustado compartir el resto de mi vida. Darle todo de mí y enseñarle lo bonito que es el inframundo a pesar de las habladurías de la gente. Pero eso no podía ser. Tenía escrito mi destino y no era ella la mujer que podría salvarme.

Quería pasar tiempo con ella. Disfrutar de mis últimos días juntos e irme de este mundo con recuerdos felices a su lado. Pero no puedo hacerle eso. No quiero que sienta nada por mí. No soportaría verla llorar por mi culpa, echarme de menos. No soportaría que se enamorase de mí y me viera morir. No quería eso. No para ella. Aunque me muriese de ganas por besarla, por tocarla, hacerla mia, no podía hacerle esto. No se merecía sufrir ese dolor. No por un ser como yo.

- ¿Puedes dejar de mirarme Lucifer? Me estás poniendo aún más nerviosa.

- Dulce, ¿Que ha pasado hoy? ¿Porque estas así? - le cogí de la mano.

- No ha pasado nada Lucifer, está todo bien. - Me la soltó para limpiarse una lágrima.

- ¿Así? ¿Y entonces porque no me miras? ¿Porque no me preguntas a donde vamos o me gritas? Haz algo Dulce... Pero no hagas como que no existo.

- No me apetece hablar ahora. Y no soy yo la que hace como que no existe el otro...

- Mira Dulce si no quieres hablar ahora, me parece bien, hablaremos en casa. Pero no puedes estar así durante la cena.
- seguía sin mirarme a la cara. Mantenía su mirada puesta al frente.

- Está bien Lucifer, me comportaré como una mujer completamente enamorada de su futuro marido. ¿Eso quieres?

- No hace falta que hagas eso. No quiero obligarte a nada. Sólo quiero que tengas educación ante esta gente y sonrías un poco.

- De acuerdo eso haré.

No me había contradicho ni una sola vez. Estaba sumisa y eso no era buena señal, no en una mujer como ella. Diablos, tenía que dejar de tomar alcohol, por lo menos no hasta mi último día. No quiero volver a olvidar nada con ella. No debo perder el control a su lado.

Llegamos.

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Narra Dulce
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El inframundo no era como lo contaban allí arriba. Había sol, un poco diferente, ya que era más rojizo que el de mi mundo. Y la noche tenía luna, una luna preciosa.

No había lagos de lava, ni montañas humeantes, ni nada por el estilo. Era muy parecido a lo que yo había conocido hasta entonces. Un poco más oscuro todo, pero estaba bien. No me disgustaba del todo.

Intente hablar lo menos posible con Lucifer. No estaba segura de lo que quería decirle, ni cuando, ni como... Estaba muy confusa. Pensé durante todo el camino. No se acordaba de nada. Y no sé si quiero que se acuerde. Quizás eso cambiase nuestra relación.

El coche estacionó. Habíamos llegado.

Baje del coche y estábamos frente a una mansión. Oscura. Antigua. Un poco lugrube. No me dio buena espina. Algo malo iba a pasar esa noche, mi cuerpo me lo decía. Lucifer cogió mi mano, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Estaba a mi lado, lo mire y me estaba sonriendo. Su mirada me tranquilizó.

- Lucifer vámonos, algo malo va a pasar... No me preguntes cómo lo sé. Pero lo sé.

- Todo irá bien, estate tranquila. - Dejé de temblar. Le sonreí y entramos a la casa.

Había un recibidor hermoso, unas escaleras subían hasta la planta de arriba. Las cuales estaba bajando un señor mayor. Vestía un traje negro. Que manía tenían los hombres de aquí de vestir todo de negro. No se, algo de color no vendría mal. Aunque donde estamos creo que el negro es lo más acertado.

Se acercó hasta nosotros. Le dio la mano a Lucifer y cogió la mía. Beso la parte superior y nos invitó a pasar al comedor.
Una mesa larga con cuatro servicios estaban muy elegantemente colocados.
Pero éramos tres faltaba alguien. Me imagino que su mujer.

- Siéntense, enseguida vendrá mi hijo. - separó la silla de la mesa ofreciéndome asiento - Vamos a tomar una copa antes.

Un camarero entró al salón con una botella de vino en las manos. Nos sirvió a los tres. Probé un sorbo, nunca había probado el vino, pero me gustó. Tenía un aroma delicioso y era bastante suave su sabor. Sentí el calor bajando por mi garganta. Era una sensación agradable.

Dejé mi copa y entró un joven al salón.
Saludo a Lucifer estrechándose la mano, abrazo a su padre y se acercó a mí.

Agarró mi mano y la besó suavemente. Me miraba a los ojos. Tenía ojos bonitos, color miel oscura y una sonrisa increíble.

- Encantado señorita, soy Adriano.

- Igualmente señor Adriano, me llamo Dulce. - No dejaba de mirarme. Sonriendo. Quién me iba a decir que el también sería un demonio. Si lo hubiera conocido en mi mundo, jamás me lo habría imaginado. Aunque tampoco de Lucifer...

- Bueno empecemos a cenar señores. - dijo Lucifer, aclarándose la garganta.

Los camareros sacaban platos enormes repletos de comida. Con esa cantidad de comida se podrían alimentar a varias decenas de personas y nosotros tan solo éramos cuatro. Cenamos hasta saciarnos.
Lucifer y el señor Volga hablaron durante toda la cena. Yo me limité a asentir todo lo que me decían. Mientras tanto Adriano no me quitaba la vista de encima. Me estaba poniendo muy nerviosa, su mirada me hacía temblar. No estaba cómoda, necesitaba tomar aire fresco.

- Con su permiso, iré a tomar un poco al aire. El vino se me ha subido a la cabeza. - en verdad era cierto. Estaba un poco mareada y creo que era por el vino. Estaba delicioso y tome varias copas de el.

Salí al jardín tambaleándome un poco, entre los tacones y el vino, mis masajes se veían afectados

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Salí al jardín tambaleándome un poco, entre los tacones y el vino, mis masajes se veían afectados. Miré hacia la luna. Me quedé embobada mirándola. Era enorme, muy bonita. Respire profundamente. Estaba todo en silencio. Podía escuchar incluso los latidos de mi corazón. Quedé absorta en el sonido de mi respiración. Tanto que no me di cuenta que se acercaba alguien.

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Enamorada del inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora