EL LADO OSCURO DE JAIME

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Después del banquete, de los buenos deseos y todo lo demás, nos despedimos

de todos. Mis hijos llevarían a mi familia política a casa y los demás a las suyas.

Que ya nos veríamos al día siguiente.

Me llevó a un hotel y allí pasamos nuestra noche de bodas.

Ya estaba casada, pero esta vez con el hombre de mi vida.

Nos desnudamos a la velocidad del rayo, me llenó de besos la cara, el cuello,

mis pechos en los que se entretuvo más de la cuenta tirando de mis pezones que

ya no aguantaban más dolor, me cogió de las caderas y se agachó, me besó el

ombligo.

Me miró, me cogió en volandas y me llevó a la ducha. Nos bañamos sentados

uno junto al otro. Yo estaba delante de el, me jabonaba los pechos y de vez en

cuando bajaba su mano hasta mi sexo y yo me estremecía. Me di la vuelta,

sacando mucha agua de la bañera y me senté a horcajadas, nos miramos, no

dijimos nada, no hacía falta, nuestro momento estaba cargado de lujuria, me

metí su pene en mi vagina y por mi se podía acabar el mundo en esos

momentos, estaba en la gloria con mi hombre.

Después de fornicar como conejos durante unas horas, por fin nos quedamos

dormidos.

Amaneció y tuvimos que regresar. Tenía que volver a Escocia.

Fuimos al aeropuerto a despedirlos. Lloré, ya no podía aguantar estar mas

separada de él, para mi era una agonía. En una semana volvería a Madrid.

Tendríamos todo preparado.

Trevor me dijo que era el momento de cambiarnos de casa, que su casa ahora

era la nuestra. Que preparara una mudanza y nos lleváramos las cosas nuestras,

lo personal, que la casa contenía todo lo necesario. Y así hicimos. Ese jueves ya

teníamos todos nuestros enseres en la nueva casa, mis hijos se acomodaron en

sus nuevas habitaciones y fuimos colocando todo en los armarios.

Echamos un repaso a toda la casa y nos encantó.

El viernes, regresé a mi antiguo hogar para echar un vistazo y limpiar los baños

y la cocina. Quería dejarla totalmente limpia.

Hablé con mi abogada. Le dije lo que me había ocurrido, que me había casado y

que mi marido ya no tenía que pasarme ninguna pensión por ninguno de los

tres y que podía volver a su casa. Mi abogada desde luego se quedó a cuadros y

me felicitó.

El sábado volví a la casa, le estaba dejando una nota a Jaime en el salón,

haciéndole saber que ya no vivíamos allí y que su abogado y la mía ya nos

llamaría para ultimar detalles sobre las circunstancias actuales y el modo a

seguir, cuando veo a través de las cortinas que llega él en su coche. Sale todo

cabreado lo que me asusta. Me acerco corriendo a la puerta y la cierro, con llave

Mi destino eres tu  #01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora