Capítulo 25

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Cuando Damian escuchó a su padre, parecía que se iba a ahogar con su comida. ¿No volver a la superficie? Su mente quedó en blanco por unos segundos. No, no estaba dispuesto a que eso pasara, porque ir arriba, a la ZPA, con todos sus amigos, con aquella canguro que se había robado su corazón desde el primer momento en el que la observó, es lo que en verdad le daba felicidad, y no iba a dejar que eso se desvaneciera así como así.

—Pero, ¿por qué? —primero intentó hablar calmado, sabía que las cosas se pondrían tensas después, así que mejor iniciar tranquilos. Lucifer lo miró.

—Queremos que pases más tiempo en el infierno, que continúes tus estudios aquí, tu vida aquí abajo. Todo lo que ha ocurrido en las últimas semanas se debe a la superficie Damian —respondió Narissa. El silencio volvió a hacerse presente, hasta que Damian tomó la palabra.

—La superficie es lo mejor que me ha ocurrido desde hace tiempo —respondió ahora con más seriedad y alzando su voz, porque como había pensado: no estaba dispuesto a dejar ir todo eso. Ni a Kayla ni a sus amigos.

—Entendemos que te moleste esta decisión Damian, pero ya está tomada y no puedes cambiarla, es por tu bien —respondió Lucifer de igual manera. El ambiente se comenzaba a tornar pesado. Y esto los 3 lo sabían. Damian ya estaba enojado. ¿Por su bien? Si hubiera sido por su bien, lo habrían hecho desde hace tiempo.

—¿¡Por mi bien!? —preguntó con un grito el joven chacal. Se levantó de su asiento con una notable molestia— ¿¡Qué sabes tú de mi bien!?

—¡Eres mi hijo, se más de tu bien que tú mismo y por eso te vas a quedar aquí en el Infierno, Damian! En la superficie no te puedo observar, no te puedo preguntar nada, a tu madre y a mi nos preocupas —ahora el rey parecía querer explotar. No iba a tolerar la insolencia de su hijo, porque este debía aceptar la decisión quisiera o no.

— ¡Ahora te preocupas por mi bienestar, eh, cuando antes ni siquiera me podías dirigir la palabra! —gritó, y ahora Lucifer se sentía arrepentido. Sintió el terrible cambio de emociones que pareció tan instantáneo para él, pues de sentirse enojado había pasado a sentirse culpable. Damian ya estaba derramando lágrimas de estrés y de tristeza. Sentía que en cualquier momento se desmayaría— ¡Antes no lo hacías papá, no me salgas con esas estupideces ahora!

—¡Antes no sabía que habías intentando suicidarte, Damian, debes entender el miedo que sentimos tu madre y yo al enterarnos que estabas en una camilla con peligro de muerte! ¡Eres nuestro hijo, maldita sea, y nosotros sabemos que es lo mejor para ti! —respondió el adulto casi gritando. El enojo en su mirada y en su voz era notable, y las palabras hirientes comenzaban a hacerse presentes.

—¿¡Ahora saben qué es lo mejor para mi, eh!? ¡Pues no, no lo saben, porque lo mejor es disfrutar mi vida allá arriba, con mis amigos, con la chica que amo, con la libertad de hacer lo que quiera, no quiero quedarme en este maldito hoyo toda mi vida, detesto estar aquí! —.

—¡Pues te tendrá que gustar porque quieras o no, no vas a-! —antes de que Lucifer terminara, este había sido callado por un dedo en sus labios, indicando que guardara silencio. Narissa estaba al borde del llanto, pero debía mantener la postura pues no podía derrumbarse cada vez que podía frente a su hijo y su esposo.

—Damian, ¿por qué no te gusta estar aquí? En la superficie están las personas que te dañaron, que pusieron tu vida en riesgo. Somos tus padres, debes entender nuestra preocupación por ti, y por eso queremos que te quedes aquí, con nosotros, a salvo —habló la reina, ahora dejando que sus lágrimas cayeran.

El cuarto quedó en silencio. Damian estaba respirando pesado y seguía llorando. No quería discutir, pero era la única forma de hacer que sus padres entendieran que a él no le gustaba estar aquí. Miró a su madre y respondió.

—No me malentiendan, me encanta el Infierno, es mi hogar y están ustedes, pero allá arriba... allá arriba me siento libre, me siento yo, me siento con una vida por delante. Arriba tengo a Jack, a Vanexa y a Spam, que son mis mejores amigos, que saben como me siento y saben cómo apoyarme. Y también tengo a Kayla. Ella... ella es la persona que más amo, y no la quiero dejar sola, no puedo dejarla sola, porque si no la volviera a ver, sería infeliz. Ella me apoya y yo a ella, y ha estado para mí desde hace tiempo. Allá arriba esta todo lo que amo, todo lo que me hace sentir vivo y feliz y si no me dejaran ir de nuevo, me estarían arrebatando todo eso —se sinceró el chacal, y las lágrimas aún corrían. Como siempre, le era difícil hablar de sus sentimientos, pues todo este tiempo habría creado una armadura para defenderse de todo lo que pasaba arriba.

Una vez más, todo quedó en silencio. Damian sabía que su padre no era fácil de convencer, y su madre era impredecible, así que estaba nervioso de la respuesta que le darían. Si le decían que se quedaría en el Infierno de una u otra manera, no sabía que haría en realidad. ¿Se escaparía? ¿Dejaría toda su vida atrás y se escondería de ellos? Sabía que no podría, porque habría guardias que su padre mandaría para buscarlo y traerlo devuelta. Tal vez esconderse en donde Kayla... no, era muy riesgoso para los dos. Antes de que pudiera seguir haciéndose ideas, sintió el tacto de una mano en su hombro. Dirigió su mirada a la persona responsable y observó a su madre

—¿Sabes que te amamos, verdad? Y que siempre vamos a buscar lo mejor para ti —dijo ella.

—Lo sé, y lo entiendo, yo también los amo, más de lo que se imaginan en verdad, pero... no pueden no dejarme ir arriba. Allá ya estoy formando una vida, y no puedo dejarla así como así, mami —contestó el.

—Lo sé pequeño, lo sé, y por eso no lo haremos. Podrás seguir yendo arriba —.

Los ojos del pequeño demonio se iluminaron y abrazó a su madre, tomándola por sorpresa.

—¡Gracias mamá! Pero papá... —.

—Damian... —comenzó a decir Lucifer, pero luego hizo una pausa. Se teletransportó a lado de su familia— Prométeme que siempre que nos necesites, vendrás a nosotros. No podríamos soportar el perderte.

—Lo prometo —contestó, y se abrazaron.

Después de toda esa situación el ambiente se tranquilizó y siguieron comiendo hasta que cada uno se retiró a su propio cuarto. Cuando Damian llegó a su cuarto, observó aquella nota que alguna vez había usado. La tomó y volvió a marcar ese número.

—¿Bueno? ¿Quién habla? —se podía escuchar una voz femenina del otro lado de la llamada.

—Disculpe, soy Damian Beelzly, agendé una cita para la semana pasada, pero no pude asistir por... razones personales, y me preguntaba si podría asistir mañana— dijo Damian.

—Oh, claro, está bien, a las 5 PM estaría bien, ¿le parece?

—Está bien, tenga buen día

Damian colgó, y luego se recostó en su cama. El demonio pensó en que parecía que todo estaba mejorando. No, estaba equivocado, no parecía.

Todo estaba mejorando.

Damian (Zoophobia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora