El rubio traía vestido un lindo terno negro, que había renegado para colocárselo pero estaba seguro que su abuela le hubiera encantado verlo puesto, y unos lentes oscuros mientras escuchaba la misa antes del entierro.
Sus lágrimas bajaban lentamente detrás de sus lentes oscuros.
Su abuela siempre fue una madre para él, ella fue la primera que se enteró que a él le gustaban los niños y había soltado una carcajada después de eso por la cara de susto de su nieto.
Ella siempre fue muy creyente en Dios.
"Si Dios no te acepta, pues a mí tampoco" Le había dicho y luego de eso abrazó a su nieto quién lloraba de felicidad.
A él siempre le gustaron esas galletas de vainilla y pasas que su abuela hacía en vísperas navideñas, que le ponía colmillos y merengue rojo, en Halloween.
Lo que más le dolía al rubio, o a la familia entera. Era ver a su abuelo, con un ramo de flores llorando en silencio.
Ellos bailaban juntos con unas canciones muy antiguas y salían al parque a darles migas de pan a las palomas.
Secó las lágrimas debajo de los lentes antes de acercarse dejándole flores en su cajón antes de bajarlo a tierra.
El llanto de su abuelo paro.
—Ha sido muy feo ver a toda la familia llorar –rió mientras secaba sus lágrimas— Ella me dijo un día, "en mi funeral, no quiero que lloren. Quiero que rían y canten mi canción". Y eso vamos a hacer familia.
El rubio sonrió y empezó a cantar junto con su abuelo esa canción que siempre oía cantar a su abuela.
Mientras tanto el asesino solo se encontraba sentado en su casa escuchando su disco de Joy Division que había comprado hace ya 2 años.
Al comprar un disco de vinilo hace unos días, le habían regalado una disco pequeño, era pequeño en comparación a sus maravillosos discos.
Fall Out Boy, decía y unos feos dibujos en él. Solo lo dejó de lado, encima de la mesa de descanso. Ni siquiera lo había escuchado, ni siquiera lo había abierto.
Revisaba en su ordenador las noticias relacionadas con sus víctimas.
DENTISTA HALLADO MUERTO EN SU CONSULTORIO.
Se sospecha de que pueda haber sido un vecino de la zona.
Sonrió.
—Gente estúpida.
Apagó su ordenador y prendió su teléfono.
No había llamado el rubio, como le había dicho y sabía que tal vez estaba algo ocupado, por eso no había logrado hacerlo.
Pero quería hacerlo, habían pasado alrededor de 3 días desde que el rubio se fue y no había recibido ningún mensaje ni nota acerca de la misteriosa persona que andaba detrás.
Era algo irónico y estúpido que un asesino sintiera miedo al ser observado.
Él lo hacía con sus víctimas...
Frunció el ceño marcándolo profundamente en su rostro.
No, no podían estar planeando asesinar a un asesino.
Su teléfono sonó, sobresaltando al asesino.
Luke.
—¿Michael?
—Hola.
—Hola, emmm. No me llamaste.
—He estado muy ocupado.
—Lo entiendo.
—Y ¿Cómo te encuentras?
—Supongo que bien, ya enterraron a mi abuelita —aspiro su nariz— Ahora estamos cenando en su casa.
—Si estás llorando, te colgaré. —se escuchó la espesa risa del rubio.
—No, no estoy llorando. Mi abuela no quería... q-que lo haga.
Y se rompió, sollozó suavemente alejando el teléfono muy poco.
—N-No me... cuelgues.
Podía escuchar la respiración agitada y los suspiros que el rubio daba.
—Me gustaría abrazarte.
Había susurrado el asesino, sabiendo que el rubio no lo escucharía. Pero se equivocó y ocasionó una sonrisa demasiado estúpida y tonta en la cara del rubio.
Él asesino lo sintió y colgó rápidamente sintiendo una vergüenza muy grande.
Su cara ardía y podía jurar que ni cuando tuvo fiebre ardía tanto como ahora.
Se golpeó la cabeza.
—Eres un tonto, Michael.
Se regañó.
Había sido algo realmente vergonzoso para él admitir lo que de verdad quería.
Quería abrazarlo y besarle esas gotitas saladas que bajaban por sus mejillas pintadas del más lindo rosado y morderle los pequeños labios rellenos.
Su teléfono volvió a sonar en la mano del asesino, abrió los ojos. Y pensó en no contestarle, había sido muy rápido y vergonzoso.
La reputación de un asesino no podía quedar así.
Y rechazó la llamada.
Sus manos sudaban y no sabía cómo esas palabras—que él había dicho—lo habían puesto nervioso.
Él siempre había sido tan tonto confesando su amor, pero esas palabras habían salido tan rápido y tan necesitadamente.
Se paró y se entretuvo limpiando sus discos de vinilo uno por uno.
Era imposible no caer por el rubio, era simplemente inevitable, y el asesino no sabía con una experiencia grande.
Puso un disco de los Shocking Blue, cerró sus ojos y se hundió en su mueble, resoplando fuertemente.
Sus ojos cerrados, la luz solar y la música reproduciendo era una buena forma de calmarlo.
Medito unos segundos.
Asesinatos.
Había asesinado a mucha gente, no llevaba la cuenta exactamente, y le gustaba, nadie dijo que él parara. Así que él no lo hace.
Asesinar se había vuelto parte de su vida, parte de su rutina diaria investigar y matar a las personas. Que se lo merecían.
El asesinar era para él, un oxígeno. Una vida nueva y poderosa.
Y no iba a parar de hacerlo.
Los ladridos de sus perros lograron sacarlo de sí. Y salió corriendo con el arma—que ahora traía a cada parte que iba—a la parte trasera de la casa.
Los perros seguían gruñendo fuertemente a cada lado de la puerta, sostuvo el arma en alto, antes de abrirla rápidamente, solo encontrando una nota en el piso.
Dio unos pasos al frente, teniendo a sus perros a su lado.
Vio a todos los lados buscando alguna señal, algún ruido, algo.
Pero no halló nada más que papeles destrozados y huesos de juguete.
Se agachó tratando de calmar a sus perros que se acercaron a él rápidamente. Se sentó en esa bajada de la puerta trasera, y abrió la nota lentamente.
"¿Por qué actúas normal con la conciencia sucia?
—X"
Él asesino frunció el ceño.
¿Qué quería decir con eso?
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The Killer [Muke Clemmings]
RomanceEra un asesino que unos ojos azules terminaron matándolo.