El pequeño chico de ojos azules como el cielo estaba asustado al máximo, sus piernas temblaban y sus ojos picaban.
El olor a sangre llegaba hasta sus fosas nasales haciendo que su estómago se retuerza.
Ese día era su cumpleaños número 17 y vaya regalo que tuvo.
Se tapó la boca sollozando silenciosamente.
Todos los sucesos se repetían en su cabeza una y otra vez.
Agarró su teléfono con las manos temblorosas y marcó a su amigo.
Sus ojos empezaron a derramar lágrimas y su respiración le dificultaba el habla. Su pecho subía y bajaba y su garganta estaba seca.
—Ashton ¿dónde estás?
—Luke ¿estás bien?
—¡Dime dónde estás!
—Tú ¿dónde estás?
—A dos cuadras a la izquierda. Por favor, ven.
—Ya voy, Lukey. No te muevas de ahí.
El rubio dudó un rato antes de colgar el teléfono. Sus manos estaban mojadas y sus piernas no dejaban de temblar.
Aún le parecía increíble todo eso.
—Dices una solo jodida palabra, maricón. Y no vuelves a respirar.
El rubio tembló y contuvo la respiración por mucho rato.
Sus ojos no parpadearon hasta que el asesino estuvo frente a él.
Sentía que en cualquier momento se iba a desmayar.
Los fríos ojos verdes del asesino se enfrentaron con los azules cielos del muchacho muy asustado.
El asesino se sintió grande cuando vio la palidez del chico. Él era un hombre espeluznante.
—¿Vas a decir algo, primor?
El chico más pequeño parpadeo muchas veces antes de negar rápidamente.
—PROMÉTELO
El asesino grito en la cara del rubio, sus hermosos ojos azules empapados de lágrimas, no querían parpadear. No quería verse débil frente al gran hombre.
—No diré nada.
El rubio susurró haciendo enojar más al asesino.
En un acto rápido y violento el rubio recibió un golpe en la cara.
—Dímelo bien, porque te juro por dios que no vuelves a ver la luz del sol.
—No le diré a nadie, señor. Se... se lo prometo —tartamudeo.
—Muy bien, así me gusta.
El asesino sonrió macabramente. Y la mejilla y la nariz del rubio dolían y palpitaban.
El asesino se alejó, no sin antes examinar bien a lo que vendría siendo su próxima víctima.
El rubio con miedo tiró su teléfono a los basureros, ingeniando una mentira
—¡LUKE!
El chico cabello rizado vino corriendo hacia el rubio.
Él al verlo tuvo un miedo horrible de que vea ese cadáver que se hallaba en el suelo y corrió hacia el otro chico.
El rizado lo recibió con los brazos abiertos, muy preocupado a decir verdad.
Sus ojos aún seguían derramando lágrimas.
—Lukey ¿qué pasó?
—Y-Yo estaba a-Me... me robaron mi... mi teléfono.
—Ya paso, Lukey. Ven, vamos a casa.
El taxi lo venía siguiendo, subieron y el chico rizado pudo ver la cara del menor.
—Mierda, Luke ¿eso te hizo ese ladrón?
El rubio asintió y sus lágrimas volvieron a asomarse. El otro chico inmediatamente lo abrazó besándole suavemente la cabeza.
Bueno había sido mala idea traer al pequeño rubio a un bar para su cumpleaños. No podía beber y no sabía coquetear. Y por último termina sin teléfono y golpeado.
El rubio sollozaba mientras recordaba lo que había sucedido. Había visto al asesino haciendo lo que le gusta hacer. Y había estado a punto de morir si no lo decía a tiempo.
Pero lo que más asustó al rubio fue ver como el asesino pasaba la navaja por su cuello como si untara mantequilla en pan.
Su rostro seguía empapado mientras miraba por la ventana, su cuerpo temblaba asustado.
Y el chico de cabello rizado trataba de calmarlo.
Por otro lado; el asesino estaba preocupado y nervioso.
Era la primera vez que alguien lo veía.
Y esos ojitos azules lo estaban alterando.
No tenía la certeza de que iba a decir el rubio.
¿Y si lo delataba?
Había sido cuidadoso con cada una de sus víctimas.
Y ese pequeño rubio hacia el plan irse a la mierda.
Se rascaba la mandíbula nerviosamente.
Apretó el celular del rubio en sus manos.
Ya sabía quién era, sabía dónde encontrarlo. Pero lo que él no sabía era si iba a decir algo.
El rubio era una nena a los ojos del asesino.
Tenía fotos de él mismo con corona de flores y amigos. Hablaba más con su madre que con su amiga Ashly. Tenía una mascota, un conejillo de indias para ser exacto, Molly. O así parecía haber visto en las fotos y leído en los mensajes.
En su calendario tenía una cita para el dentista dentro de dos días.
Así que el asesino también tenía una cita dentro de dos días con el mismo dentista.
ESTÁS LEYENDO
The Killer [Muke Clemmings]
RomanceEra un asesino que unos ojos azules terminaron matándolo.