Veintiocho.

4.6K 535 345
                                    

Habían tenido unos excelentes días, el asesino podía decirlo.

Habían hecho todo lo que querían hacer juntos en tan pocos días, y lo habían hecho como si fuera la última vez. Y tal vez el asesino lo hizo por eso.

El rubio se iría mañana, y asesino dentro de tres días. Para no levantar nada de sospechas.

El asesino tenía al adorable rubio entre sus piernas tocando ese ukelele que le había obligado a comprar cuando se fueron a la feria del pueblo.

Tenía dibujos que el asesino y el rubio habían hecho. El asesino había dibujado un lindo pene que el rubio había arreglado como sea, para que la figura no se visualice a primera vista.

El rubio veía en ese manual que también le había obligado a comprar, los acordes del ukelele.

El asesino solo lo observaba y lo abrazaba por la cintura.

—Tengo algo que decirte, Luke.

El rubio había dejado de tocar el ukelele y se había girado con dificultad quedando cara a cara con el asesino, quien no tenía expresión en su rostro.

El rubio asintió y busco entre los ojos del asesino alguna pista.

—Alguien está detrás de mí.

Había sido claro, seguro y rápido. El rubio lo había escuchado y aun lo estaba procesando. Sus ojos abandonaron la conexión de miradas, mordiendo su labio.

—Pero te lo juro que no están detrás de ti.

—Por eso estás aquí —apenas susurró.

El asesino acarició la muñeca del rubio mientras asentía.

—Yo sabía que harías si te lo hubiera dicho, y también sabía que me pasaría si me hubiera quedado allí. Quería aprovechar estos días.

—¿Conmigo? —la vidriosa mirada azul se conectó inesperadamente con la verde.

El asesino asintió apartando la mirada.

El rubio lo abrazó como solo él estaba acostumbrado a hacer con el asesino. Acariciando los cabellos que se encontraban en la nuca.

El asesino también le devolvía el abrazo, atraiéndolo con fuerza más cerca de él.

—Y-Yo no. N-No quiero que te pase nada, Mikey.

—No me va a pasar nada, bebé.

El asesino sonrió al notar la preocupación del rubio con él.

Los labios del muchacho se conectaron con los del asesino, eran suaves, mucho más suaves de lo normal. Sus dedos bajaron hacia su mejilla, teniendo cosquillas cuando chocaba con la barba el asesino.

—Voy a encontrar la manera de que eso pase.

—¿Lo harías? —“el asesino asintió y besó el mohí­n que el rubio hacia involuntariamente.

—Y luego... tal vez. Tendríamos una verdadera cita.

—Y... ¿te presentaré a mi madre?

—Si tú quieres.

El rubio había sonreído.

—Pero a partir de mañana, quiero que no tengas ninguna relación conmigo ¿entendiste? A partir de mañana vuelvo a ser un desconocido para ti ¿Okey?

En los ojos del rubio se notaba la negación.

—Solo no quiero que te involucres. No quiero que salgas dañado.

El rubio había asentido.

—Pero todo eso a partir de mañana.

El asesino besó al rubio con intensidad y adoración. Tratando de encontrar una palabra para llamar a eso.

—Pero ahora. Tócame algo —“le sonrió el asesino mientras le daba el ukelele al niño con la nariz roja.

El rubio sonrió y agarró el instrumento, colocándolo entre sus brazos. Y empezando a tocar acordes que combinaban melodiosamente.

I like the summer rain; I like the sound you make.

We put the world away, we get so disconnected.

El asesino no sabía que canción era, y no le interesaba en absoluto conocerla, le importaban más esos lindos hoyuelos que brotaban como una flor en primavera.

Los acordes seguían sonando y el rubio seguía sonriendo, el asesino frunció el ceño y el rubio dejó de tocar.

—No te gusta, la hice para ti.

El rubio mordió su labio y dejo la pequeña guitarra en la cama cerca de ambos.

—Estaba pensando en qué estabas pensando.

—En ti.

El asesino lo besó. Joder, iba a extrañar jodidamente esos labios.

-Me encantó.


***

Se encontraba en el mercado negro, vendiendo una que otra cosa que había sacado de las casas donde había entrado.

Conocía al tío del asesino, incluso se había hecho su amigo, solo había conseguido una pequeña información.

—Deberí­a tener a alguien que lo ayude.

—Lo tengo, se ha ido de vacaciones.

Pero no había sacado más información acerca del chico de cabello negro.

Así que, sabría que volvería.

No sabía dónde se encontraba, pero no le importaba si eso le daría tiempo.

Sabría donde lo encontrarlo y luego lo asesinaría. Había organizado el lugar, el momento y el tiempo.

Prácticamente se había convertido en un día muy ocupado.

Su sonrisa se ensancha y sus manos agarraron el wiski de etiqueta azul.

—Te mataré, y será muy pronto.

***


El asesino tenía una expresión seria desde que se levantó al lado el rubio, no la había cambiado. Lo iba a extrañar demasiado. Pero nunca lo admitiría.

El rubio quería abrazarlo y besarlo, solo tal vez acariciarlo. Pero a la simple vista del ceño fruncido del asesino, detenía cualquier pensamiento de aquello.

El asesino lo había acompañado hacia la parada de autobuses, ambos se encontraban sentados en unas bancas de madera que se encontraban en la última parada.

La cabeza del asesino solo proyectaba las cosas que pasarían si ya no tendría el peso de preocupación que tenía con el rubio.

La mano fría del rubio se enredó con la del asesino, guiándolo hacia los baños que se encontraban no lejos de ello.

El asesino parpadeó, mirando a los ojos el rubio directamente. Ahogándose y bebiendo del agua más cristalina que poseía esa laguna azul.

El rubio pasó sus brazos por el cuello del asesino y besó los labios del asesino, en pequeños roces que no eran correspondidos.

El rubio dejó el último beso y desprendió sus brazos de él.

El asesino frunció el ceño y sintió la tristeza del rubio, sus manos se colocaron en la cintura del rubio, jalándolo hacia él. Colocando su mandíbula en la cabeza del rubio.

Se escuchó fuera de los baños los gritos del encargado de llenar el autobús, señalando la partida de este.

—Es hora de irte.

—No quiero hacerlo.

El asesino subió la cara del rubio por la mandíbula, observando esos ojitos cristalizados. Lo besó, por mucho tiempo.

Porque ambos sabían que era el último.

The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora