Veintiséis.

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El asesino abrió los ojos de inmediato cuando no encontró al rubio a su lado. Se había desesperado y había salido de la cama de inmediato cuando la puerta se abre, y el rubio ingresa sonriente.

—¡Afuera hay un jodido gallo! ¡Y, Michael! ¡Hay una hamaca! ¡Y en ese mismo árbol vi a una ardilla! Estaba muy fea, y parecía peligrosa, Pero ¡Joder! Le pregunte a el señor acerca de los alrededores y me dijo que hay ¡Una cascada!

El asesino se había despreocupado de inmediato, pero si al saber que si apareciera iba a gritar, se hubiera quedado perdido.

—Umm.

—Michael, ¿Podemos ir?

—¿Qué hora es?

—Son las 6.

—¿Cómo-?

—El gallo —el rubio sonrió— siempre he querido despertarme por el cacarear del gallo. Mira ¡hasta le tomé una foto!

El rubio estaba totalmente emocionado, queriendo decir que era completamente opuesto al asesino; quien solo quería abrazarlo y volverse a dormir.

Habían pasado una noche realmente buena. Se habían quedado hasta la madrugada aproximadamente, esa pantie lo mantenía bien.

—¿Me dejas dormir y luego vamos?

—Pero, Michael.

—¿No estás cansado? —el asesino alzó la cejas y el rubio rió cómplice.

—Solo un rato, Michael.

El asesino le dio la espalda al rubio y hundió la cabeza en esa almohada. Y no se lo esperaba, pero el rubio envolvió sus brazos en él. Abrazándolo y acomodándose.

El rubio lo había convencido completamente, lo había sacado de la cama y lo había hecho bañarse con esa agua completamente fría.

Al asesino le gustaba esa manera—que solo el rubio tenía—de decir su nombre. Ese acento extraño que el rubio no poseía, pero lo ponía en su nombre. La forma en como fruncía sus labios.

Pero cuando arrugaba su nariz mientras reía y luego hacia ese sonidito adorable. Que solo lo desconcertaba.

Había salido con la mochila del rubio, unas botellas de agua, sus teléfonos y unas camisetas de repuesto. Por qué el rubio quería meterse a la cascada si la encontraba.

El rubio tomaba fotos por doquier y le había tomado unas cuantas al asesino.

El asesino solo observaba con pánico todo. Él odiaba tanto todo eso, las aves lo ponían nerviosos. Y era alérgico al polvo.

Así que probablemente moriría ahí.

—No me jodas. Dime que esta no es la cascada, Luke.

Habían caminado no mucho, pero al asesino le había parecido la eternidad, habían encontrado esa supuesta cascada.

No eran la que se esperabas a decir verdad, pero el rubio seguía tomando fotos en diferentes ángulos.

—No esta tan pequeña, Mike.

Era una montaña grande, pero la cascadita solo salía desde menos de la mitad, el agua chocaba con muchas rocas posicionadas en diferentes lugares.

El agua se posaba en una laguna pequeña y salía vapor. Apenas y sonaba la caída del agua.

—Joder.

El rubio se había sentado y estaba comiendo unos dulces que había traído consigo. EL asesino cruzo los brazos y frunció el ceño.

Los mosquito se escuchaban alrededor y eso lo alteraba.

The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora