Veintisiete.

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—Me gusta esta.

El asesino había dicho.

Estaban ambos acostados en la cama, el rubio le enseñaba todas las fotos que el rubio había tomado con su teléfono.

Y le foto que le encantaba, era una foto del rubio dormido en su cama y sus mascotas dormidas con él, se notaba la luz del sol por su ventana y las facciones más relajadas.

—Mi mamá me la tomó. Dijo que era una bonita escena. Fue Molly, la amo.

El asesino estaba sentado, con la espalda recostada en la pared y la espalda del rubio recostada en la del asesino. Ambos habían decidido que si eso avanzaba. Tendría que ser despacio, muy despacio. Eso quería decir; no sexo hoy.

Desde que acordaron eso. La tensión sexual de ambos estaba colgando en el ambiente.

Pero sus nervios aun lo invadían, había dejado por completo de investigar a su siguiente víctima. Un asesino no hace eso ¿o sí?

Su siguiente víctima no podía esperar, ¿qué pasaría con matar de ahora en adelante? No se había puesto a pensar muy bien en eso. No podía dejar de matar, él no lo haría.

Así que trataba de esperar a encontrar a la persona quién estaba asustándolo demás, para poder seguir haciendo lo que más le gustaba, matar, asesinar.

No veía la hora de enfrentarse a esa persona, y tratar de matarla también. No podía pensar en otra cosa que no sea eso con el rubio y esa persona. Y eso le estaba quitando tiempo de planear otro crimen perfecto.

El rubio seguía hablando y hablando, y el asesino lo comparaba con una grabadora.

El asesino acaricio el abdomen del rubio suavemente, deslizaba sus manos sobre la blanca piel de porcelana que el lindo muchacho poseía. El rubio dejó de observar su teléfono para tratar de no soltar esos sonidos femeninos—que en estas situaciones— soltaba

—C-Creo... que hemos acordado que... n-no-

—Shh.

Su mano bajaba y se deslizaba hacia el bóxer del rubio.

—¿Me estás jodiendo? ¿De verdad, Luke?

Ese bóxer era especial, se lo había comprado hace poco, era azul con pizzas por todos los rincones. Había sido un stock único. Y le encantaba, pero para el asesino eso era mata-pasiones.

El rubio soltó una risa y sacó las manos del asesino de su cuerpo y se volteó besándolo.

—No-

—Sí.

—No.

El rubio se sentó en el regazo del asesino y envolvió sus brazos en el cuello de este, jaloneando unos mechones negros de su cabellera.

—No puedes decirme que no, si estas así.

El asesino acaricio las piernas del rubio y subió para apretar ese culito, que siempre estaba estrecho solo para él.

El rubio se mordía el labio mientras miraba las manos del asesino recorrer e inspeccionar todo su cuerpo.

—¿Sí?

—Sí. —jadeó.

En el cuerpo del rubio no había lugar en donde las manos del asesino no habían llegado antes, su cuerpo era una mina sin descubrir, era tan jodidamente suave y perfecto. Cada centímetro de él era tan apetecible para el asesino.

Mordisqueó el cuello del rubio y bajo sus besos, deshaciéndose de la camiseta negra que vestía. Succionaba sin piedad las clavículas del muchacho, marcando su territorio.

The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora