Cinco.

6.7K 710 401
                                    

El rubio se revolvía incomodo en la mesa, se asustó más cuando no podía mover sus extremidades.

Su respiración se aceleró y su corazón estaba en su garganta. Se estaba híper ventilando.

—Hey, cálmate. Aún no vas a morir, primor.

El rubio trato de mirar al asesino pero no encontraba más que sombras.

—No le diré a nadie. Por favor, señor. Déjeme ir.

El asesino soltó una risa escalofriante y negó con la cabeza.

—Uh. No, primor. Aún no.

El rubio sollozo causándole cólera al asesino.

—Cierra la boca —escupió fríamente.

El asesino seguía mirándolo fijamente estando en una esquina, un foco de poca luz estaba en la cabeza del muchacho, logrando alumbrarlo solo al rubio.

La habitación y en especial la mesa olían a sangre podrida y sudor.

El rubio no dejaba de pensar que la próxima sangre que caería ahí sería la suya. Y en gran parte tenía razón.

El asesino se acercó acariciando la pierna del rubio, este se estremeció y sus lágrimas caían en la mesa. Y al asesino le estaba excitando.

—Por favor, señor. No... Me haga nada.

—Shhh. Cállate, princesita.

En la mano de asesino se hallaba escondida una navaja, la más pequeña, la más afilada.

Le acarició el pecho lentamente y el rubio trataba de apartarse.

El dedo del asesino se deslizo lentamente en el abdomen del chico, cortándole levemente.

El rubio soltó un grito y un sollozó capturando el dolor del corte.

Y así siguió asiéndole cortes.

El rubio ya no se quejaba, solo derramaba lágrimas silenciosas, a ese dolor y ardor, él ya se había acostumbrado.

Al asesino ya no le hacía gracia córtale sin ninguna respuesta.

Así que dejo de hacerlo, agarro la botella con alcohol echándole casi todo en el abdomen del muchacho.

El rubio grito rasposamente, eso le estaba ardiendo como el infierno.

—Ya estás acostumbrado ¿no, primor? Te cortas las muñecas ¿Por qué lo haces?

El rubio miró hacia otro lado, tratando de que las lágrimas paren y el ardor calme.

No contestó, en sus oídos solo escuchaba los latidos de su corazón, estaba muy cansado.

—CONTÉSTAME

El chico de ojos azules parpadeo y trato de hablar pero el nudo en la garganta era tan grande como su dolor.

—No... No... Yo... No me gustan... Las mujeres, señor.

El asesino soltó una risa burlona, que absurdo. Eso es algo normal en estos tiempos y no encontraba razón alguna para sus cortes.

—Se burlan... De mí por eso, señor.

El asesino le volvió a tirar más alcohol. Ya no por una forma de tortura o de dolor, si no para curarlo.

El rubio trato fuertemente de controlar los sollozos.

—¿Y tu mami, primor?

—E-Ella ya l-lo sabe, señor.

—Me refiero a: ¿Dónde está, niñito? —dijo exasperado.

The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora