Tres.

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El asesino había planeado sus movimientos, ya sabía exactamente como y donde iba a capturar al rubio.

Era necesario deshacerse de la evidencia.

El asesino pensaba muy bien antes de hacer algo.

Acariciaba a sus dos perros de raza Pastor Alemán, sin miedo. Esos perros estaban tan entrenados, y solo con un "rojo" de parte del asesino podrían llegar a comerte vivo sin importarle nada.

Eras las 6 de la mañana, no podía o no quería dormir aún, no con esa criatura de ojos azules como el cielo rondando de aquí y allá en sus pensamientos. Estaba muy angustiado pero a pesar de todo lo disimulaba bien.

Sus perros comían esas chuletas de carne de res sin respeto ni pudor. Era su mayor tesoro y protección del asesino. Vivía en la casa de sus padres, no tenía que preouparce por la renta ni los pasajes.

Él era un revendista muy conocido y caracterizado por entregar cosas con calidad y de valor.

A pesar de haber estudiado Psicología, él había decidido eso.

Pero eso no era el punto, nadie que lo conocía sabía que era un asesino. Nadie.

Y ese pequeño rubio había visto todo sin ni siquiera querer hacerlo.

Lo estaba comiendo vivo la angustia.

—¡DEJEN DE COMER! —le gritó a sus perros y estos dejaron de hacerlo.

Está enojado y oprimido, quería asesinar, quería asesinarlo. Quería matarlo, hacerlo pagar por ver cosas que no debía ver.

Su respiración se agitó y comprimió un gran grito tirando uno de sus jarrones al piso.

Los vidrios en pedazos en el piso solo lo hicieron enfadar más, agarró sus audífonos y salió a la plaza a correr unos cuantos metros antes de salir.

No le gustaba ese sentimiento que estaba teniendo, nunca lo había sentido antes o al menos no se acordaba.

Ni cuando su madre y su padre murieron lo sintió.

Ese chico estaba siendo una gran piedra en ese estrecho camino.

Como quería matarlo en ese preciso momento y tirarlo hacia sus perros.

La ira lo invadió completamente y salió corriendo directo al puerto.

La música en sus oídos no era relajante, lo estresaba más de la cuenta.

Y su cuerpo quería desquitarse ya.

Ya estaba llegando al puerto, se quitó la camiseta y junto con sus audífonos y móvil los envolvió tirándolos a un lado.

La furia y el enojo lo tenían a flor de piel.

Cuando estuvo en la punta de ese muelle no dudó ni un segundo en lanzarse en ese mar de agua helada.

Soltó un gemido ronco cuando el agua toco su cuerpo, y salió de nuevo, tomando aire peinando su cabello para atrás.

No podemos negarlo el asesino era un hombre demasiado sexy pero eso a él poco le importaba.

Lo importante para él ahora era matar al chico de ojos azules que lo venía persiguiendo inconscientemente.

Siguió nadando un rato en toda esa agua fría tratando que la tensión en su cuerpo saliera, y estaba funcionado realmente bien.

No le importo que se haya metido con todo y zapatos, eso era lo de menos.

Su mente ahora estaba en blanco y sus labios estaban azules.

The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora