Capítulo III

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Cecilia:

Quiero saltar como una niña con una muñeca nueva cuando veo a donde me lleva Armando. Paramos frente a la heladería y nos ponemos al final de la fila.

—¿Vainilla o chocolate?

—Vainilla —le respondo con una sonrisa—. Y de seguro tu chocolate.

—Ajá.

La sonrisa no se ha borrado de mi rostro. Acaricio la palma de su mano realizando círculos invisibles con el pulgar. El me mira de una forma que no se descifrar, así que dejo de acariciarlo.

Permanecemos unos pocos minutos en silencio. No me gusta estar tanto tiempo callada, pero la verdad es que estoy un poco nerviosa por la seriedad de Armando.

Apoyo mi peso en mi pie izquierdo y con este repiqueteo el pequeño tacón de mi sandalia contra el piso. Me dispongo a hablar, pero aparece una muchacha de no más de veinticinco años indicándonos que ya es nuestro turno.

Nos dirigimos a una mesa cerca de una de las ventanas. El tiempo está algo nublado y fresco, aunque no hay pronósticos de que llueva hoy.

—¿Crees que llueva? —le pregunto cuando una brisa fresca me golpea la cara.

—No creo —se limita a responder.
En ese momento una chica bajita y de nariz gruesa se acerca a nosotros con una pequeña libreta en la mano. Pedimos nuestros helados y ella se va a una velocidad que no creía posible.

—¿Entonces…? —empieza a hablar apoyando sus codos sobre la fría mesa de la heladería—. ¿Qué has estado haciendo estos días?

Suspiro aliviada. Pensaba que la conversación se iba a mantener tensa todo el rato y la verdad es que sería una lástima. Aquel día en el parque fue lo más cercano a la perfección y temía haberlo soñado.

—Nada interesante. Lo normal. Estudiar para las preguntas escritas, ver alguna película y sobre todo leer.

Me mira con mayor interés esta vez.

—¿Qué lees exactamente?

—Libros en Wattpad, ahí tengo muchos libros a mi alcance. Quizás no todos los libros estén bien escritos, pero te sorprenderías al ver la cantidad de buenas historias que hay. Además, puedo leer historias antes de que se vuelvan productos y solo se puedan leer comprándolas, porque me ha pasado varias veces. Puedo leer historias que luego serán vendidas en físico y todotermino mi monologo tomando una gran bocanada de aire.

Miro a Armando que sostiene su cabeza en su mano y me mira con curiosidad. Me sonrojo al darme cuenta de que he habado demasiado rápido y con mucha pasión.

—Te debo resultar extraña —murmuro mirando mis unas pintadas de rosa pastel.

Amo ese tono de rosa.

—Lo que me resultas es hermosa.

Armando siempre sabe que decir exactamente para hacerme sonrojar. Debería ser ilegal eso. O debería considerarse un súper poder o algo así.

—¿En serio? —pregunto cohibida mirándolo a los ojos.

—No deberías dudarlo.

Seguimos con una amena conversación y se me olvida que al principio estaba serio. Unos cinco minutos después llegan nuestros helados y los degustamos con deleite. El termina su helado primero que yo.

Mientras me como mi última bola soy consciente de su mirada sobre mí. Fijo mis ojos en los suyos y me recorre un ligero escalofrío. Trago la última cucharada de helado y bebo de mi vaso con agua.

No caeré en tu labiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora