Alex:
Observo como un completo idiota a Cecilia alejándose con Armando tomados de la mano. De todos los chicos que podía elegir ¿tenía que ser Armando?
No es por el hecho de que me quiera acostar con ella que no me gusta que esté con Armando, es porque Armando es un completo descarado. Yo no soy un santo, pero Armando es mil veces peor que yo. He visto varias veces como juega con sus novias.
Cecilia parecía aliviada cuando lo vió. Ella no quería estar conmigo. Se molestó de verdad. A veces no mido lo que digo y sé que si tenía una mínima oportunidad con ella, ahora mismo la perdí.
Me paso una mano por el pelo, frustrado. ¿Por qué cojones tuve que haberle dicho eso?
Mi teléfono suena, anunciando que me ha llegado un nuevo mensaje. Lo del bolsillo de mis pantalones y lo leo:
Natalia: ¿Puedes venir a mi casa por favor? Necesito a alguien con quien hablar.
No le respondo porque no tengo saldo. Me guardo el teléfono en el bolsillo y cruzo la calle para después doblar una esquina. A paso veloz camino hacia casa de Natalia, ya imaginándome de lo que ella quiere hablar conmigo. Cuando llego a su casa toco más de cuatro veces la puerta.
No pasan más de cinco segundos cuando la puerta se abre. La imagen que me da me confirma lo que pensaba. Sus ojos están rojos e hinchados y su respiración es entrecortada mientras las lágrimas empapan su rostro. Lo que más me sorprende de su actual aspecto es ver que lleva un moño hecho sin cuidado sobre la coronilla. Ella siempre está arreglada y cuando no lo está, solo significa una cosa.
—¿Qué pasó con Lázaro esta vez? —pregunto adentrándome en su casa.
Me siento en el sofá en donde hay varios peluches en forma de oso tirados. De seguro son de sus hermanas pequeñas.
Ella se sienta a mi lado y se muerde el labio, tratando de reprimir sin éxito los sollozos y el pequeño hipo que tiene.
—Él…me dijo que no —hipa— quería más nada conmigo —murmura con la voz rota, pasándose una mano por la nariz—. Yo le… Yo le dije que me gustaba, pero me dijo que jamás sería mi novio. Pensaba que yo también le gustaba, aunque —hipa— sea un poco.
Yo soy de esos que no creo en tener novia ni nada de eso, pero al menos yo no ando ilusionando a las mujeres con un mundo perfecto y con regalarle flores y bombones como hizo Lázaro con Natalia. Es un verdadero hijo de puta.
—Ven —la pego a mi pecho, envolviéndola con mis brazos y siento como empieza a sollozar muy bajito—. Ya, no llores, él se lo pierde. Natalia, eres bonita, estas buena, eres inteligente —le acaricio el pelo— y sobre todo eres buena persona. Ya pronto alguien se fijará en ti y te dará el lugar que mereces.
Lo digo de corazón. Después que Natalia y yo nos acostáramos en su cumpleaños, me confesó que lo había hecho para ver si de verdad estaba enamorada de Lázaro. Ella creía que me molestaría por eso, pero lo único que hice fue reírme y allí empezamos lo que se podría decir, una pequeña amistad.
Es una chica alegre y siempre tiene un tema para conversar, por eso me pone furioso ver que alguien la lastimó y le borró la sonrisa.
—Las cosas no son tan fáciles —me dice con la voz un poco entrecortada. Se limpia una de sus húmedas mejillas—. Tú no te has enamorado, Alex. No sabes lo que es sonreír sin razón cuando estas al lado de esa persona y no sabes lo que es querer bajarle el cielo si fuera necesario.
Cuando dice esas palabras Cecilia viene a mi mente con una sonrisa malévola, burlándose de que, sin yo quererlo, pueda aparecer en mis pensamientos. Aparto esa imagen de mi cabeza, maldiciéndome internamente.
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No caeré en tu labia
Novela JuvenilCada vez que me acostaba en mi cama, con una pierna encima de la otra y me ponía a leer un libro, fantaseaba con que alguna vez me pasara algo similar a los romances de los protagonistas. Sonreía cuando me imaginaba enamorándome del típico chico mal...