Capítulo VII

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Alex:

—Necesito que me hagas ese favor —le digo a Natalia, mientras bajamos los últimos escalones de la entrada de la escuela.

Ella me mira con una enorme sonrisa mientras estudia mi expresión.

—¿Ella te gusta?

Aun me es extraño confesar que ella me gusta.

—Solo sé que por más que intento sacármela de la cabeza no lo logro.

—En otras palabras: Te encanta.

No le voy a discutir eso porque tiene toda la razón.

—Necesito que me avises si la ves —digo observando a los alumnos que salen de la edificación.

—¿A la Bella sin la bestia? —pregunta soltando una carcajada—. Creo que esa es la razón por la que ella te huye. Es que el apodo está malísimo —señalándome, ladea levemente su cabeza.

Sus carcajadas llaman la atención de un grupito que está cerca de nosotros. Entre ellos esta Valeria, la pelinegra del otro día que me dió una galleta por confundirme de nombre. Me lanza una mirada fulminante antes de volver a centrarse en su conversación.

—Estará malo, pero se molesta con ese apodo y me gusta ver su cara cando se molesta.

Ella me sonríe mientras se recoge el pelo con una felpa que siempre lleva en la muñeca, lo cual me hace recordar algo.

—Además ¿Para qué contener mi verdadero yo? Si mis chistes me hacen ver más interesante —me acerco a su oído—. Mufasa.

Cuando me alejo veo como ella tiene los ojos como platos.

—Aquí no, Alex Brito Muñoz.

—¿Por qué no, Mufasa? —pregunto riéndome.

—No me llames así —murmura fulminándome con la mirada.

Me río aún más. Todo empezó un día que fui a su casa porque se me había quedado mi billetera y ella me abrió la puerta con el pelo suelto y enmarañado. Parecía que había pasado un ciclón por su pelo.

—¿Porque ya contuviste tu melena?

Ella me iba a decir algo, pero mis ojos captan otro movimiento.

—Mírala ahí —digo observando que Cecilia baja las escaleras junto a Mónica y a Javier que van de la mano.

Antes de que me dé tiempo tomar a Natalia para besarla elle se abalanza sobre mí y une sus labios con los míos. Cierro los ojos y  ella se ríe sobre mis labios. Le doy un pellizco en la cadera para que deje de reírse. Exploro su boca como ya lo he hecho varias veces durante unos segundos y después nos separamos. Ella suelta una carcajada disimulada.

—¿Qué te da risa? —le pregunto confundido.

—La cara de espanto de ella.

Cuando giro la cabeza me encuentro con algo que no quisiera haber. Armando toma a Cecilia de la cintura y la besa.

Aprieto la mandíbula, sin embargo, no me sorprende eso. Total, ellos son novios y yo no soy nada de Cecilia.

—Oye.

Me giro hacia Natalia tratando de mostrar una sonrisa burlona, aunque creo que no lo consigo porque ella no me la devuelve.

—Es más serio de lo que pensé.

—Mufasa, no te preocupes.

—Que me llames así no hará que deje de preocuparme —me toca el hombro—. Te duele que esté con él ¿verdad?

No caeré en tu labiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora