Capítulo XIV

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Cecilia:

No sabía lo que me esperaba al encarar a Alex, sobre todo porque no había pensado en hacerlo. Estoy aquí porque Natalia casi me arrastró hasta Alex para que los dos habláramos.

Me había encontrado detrás de una de las palmeras que hay a la entada de la escuela, escondiéndome. Trataba de distraerme leyendo un libro con el cual había estado enganchada hasta anteayer, pero con Alex en mi cabeza, ha sido imposible que me concentre en la historia. Supongo que cuando la realidad supera un poco a la ficción, es difícil adentrarte en otra historia que no sea la de tu propia vida.

Natalia me abordó cuando intentaba por tercera vez leer el mismo párrafo. Me sorprendí al ver su brazo rodeado con un yeso el cual llevaba unas pocas firmas en azul, rojo y negro. No quería hablar con ella, y me negué a hacerlo, porque sabía de cuál era el tema del que querría hablar. No me equivoqué. Había venido a hablar de Alex y me explicó que él estaba desesperado por hablar conmigo. Eso ya lo sabía, lo demostraban las quince llamadas perdidas, los seis mensajes y las treinta y tres notificaciones de Whatsapp por su parte. Pero no quería hablar con él. No quería verlo, ni escucharlo, ni siquiera pensar en él.

Intenté huir de Natalia, pero me agarró del brazo antes de que me fuera. Se notaba que su brazo sano es con el que más fuerza tienes.

—Entiendo que estas molesta, pero no has hecho nada para dejar de estarlo.

El comentario me molestó. Liberé mi brazo de un tirón mientras la encaraba. Natalia es muy bonita, del tipo de chica que te podría intimidar con su sola presencia, pero eso en ese momento no me importó. Ella no tenía derecho de venir a meterse en esto.

—¿Por qué te metes en esto? Esto es entre Alex y yo, no es tu problema.

—Me meto porque veo que el solo no te va a convencer de que hablen —rodó los ojos—. Y soy su amiga.

—Una amiga que se acostó con él y que después se besaron de nuevo. Solo sabrás ustedes que otras cosas han hecho—dije, sonando más molesta de lo que quería.

De verdad tenía esa espinita todavía clavada y el recuerdo, muy vivo en mi mente.

—Si nos acostamos, pero eso no significa que esté enamorada de él. Y lo besé aquel día porque el quería darte celos.

—¿Qué? —pregunté poniendo los ojos como platos.

—Desde hace mucho tú le gustas.

Había sentido muchos celos, lo confieso, pero entendí que lo que quiere ella de él es amistad. Una chica enamorada no entregaría en bandeja de plata a su crush ni le diría todo lo que ella está diciendo. Además, ella no mira a Alex como lo miro yo o como esas parásitas que siempre están encima de él elevándole el ego.

Después de eso, no sé cómo lo logró, pero me convenció de hablar con él. Estábamos buscándolo, hasta que nos topamos con una escena muy peculiar. Una chica estaba hablando con él. Escuché casi toda la historia, sobre todo porque ella no la contó en un volumen bajo. Creo que mitad del patio se enteró de la obsesión suya con Alex.

El mundo se me vino abajo cuando vi a esa chica besar a Alex, a mi Alex. El corazón se me rompió aún más, la herida volvió a abrirse sin haberse sanado de verdad. Quise gritar y separarlos, pero solo puede quedarme petrificada viendo la escena en primera fila.

Entonces él la apartó y escuché aquellas palabras que no han parado de retumbar en mi mente. Aquellas palabras que hicieron que mi estómago saltara y que mi corazón latiera desenfrenado mientras se recuperaba de sus heridas recientes.

No caeré en tu labiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora