Prólogo

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Iba a morir. Ya era algo definitivo, el dolor en mi cuerpo y el frio que sentía calar hasta los huesos era una señal, la forma en que se me dificultaba hacer pasar el aire hasta mis pulmones también lo confirmaba de forma escalofriante.

Cerré mis ojos por un momento, sin desear realmente dormirme, si lo hacía sería el final de forma aun más acelerada, y yo quería tener mis ojos abiertos hasta el ultimo momento. Verlo todo.

Sonreí un poco de forma adolorida, incluso hacer esa simple acción era un tanto problemático para esas alturas.

Quien diría que realmente terminaría por cumplir mi objetivo de morir, pero de esa forma, presa de esa enfermedad estúpida.

Nadie lo hubiese predicho, ni siquiera yo.

Pero en ese momento ya era demasiado tarde, en ese callejón húmedo, huyendo de todos los que me rodean, no era la forma que imaginaria que moriría, pero mis propias acciones habían terminado por guiarme hasta allí y ya estaba en un punto sin retorno.

Quién diría que el asesinato tendría un aroma floral.

Déjalo FlorecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora