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El olor de las flores no era molesto, pero tampoco lo describiría del todo como algo agradable, el de incienso tampoco, aplicaba estaba misma lógica, no era molesto, pero tampoco agradable. Mis visitas al cementerio también tenían ese sabor amargo.

Me acomodé mejor contra la tumba que solía visitar, iba con regularidad y me gustaba hacerlo cuando el lugar se encontraba menos concurrido, era un poco incomodo escuchar a las personas llorar demasiado fuerte, prefería el silencio absoluto e interrumpido solo por el sonido de la naturaleza.

Me gustaba refugiarme bajo la sombra de ese gran árbol y dejar que las hojas cayesen de vez en cuando sobre mi, era bastante relajante y agradable. En ese momento me encontraba viviendo algo como eso, pero mi mente no estaba nada tranquila, mis pulmones tampoco, dolían de forma aun mas constante, las cosas no hacían mas que empeorar y a pesar de que deseaba morir, el dolor continuaba sin ser agradable bajo mi punto de vista.

Ese día había terminado por refugiarme con Oda y es que me encontraba evitando a ciertas personas que sabía que se encontraban buscándome, solo esperaba que Atsushi no terminase por dirigirse hacia ese lugar, ya que era el único que me había terminado por descubrir allí.

Antes de que terminase por decidir por mi mismo ir a ver a Yosano, las personas de la agencia lo habían decidido por su propia cuenta, y es así como había iniciado la cacería de Osamu Dazai, había una recompensa de por medio, muchas cosas terminaban como un juego en la agencia, solamente con el objetivo de tener una motivación aun mas real, así como habían apostado por mi enfermedad, de seguro se morían por ya tener el resultado final.

Atsushi continuaba perdiendo la apuesta, sin embargo, se encontraba igual de motivado que el resto a encontrarme y arrastrarme de alguna forma a la oficina de la doctora.

Era simplemente un juego que disfrazaba la preocupación y yo también estaba dispuesto a jugar un poco y hacerlo interesante. Así que termine por dejarme perseguir por la ciudad, y una vez que me encontrase bastante cansado, ir a esconderme a ese lugar y retomar un poco el aire. Claramente la carrera no me había ayudado demasiado para lidiar con el dolor de mis pulmones, había terminado por ser atacado con la tos y casi me arrastre a la sombra de ese árbol, pero eso solo son detalles que es mejor omitir.

Solté un suspiro comenzando a relajarme y mas que dispuesto a dormir una siesta, cerré mis ojos y me acomodé, el césped era suave y la temperatura agradable, la verdad es que no tardé en terminar por dormirme de forma profunda.

El sofá de la mafia era color negro y cómodo, la luz era tenue, reconocí de inmediato el traje que tenía, siempre solía usarlo en la mafia, me acomodé un poco mejor sobre el sofá, escuchando el sonido del cuero debajo de mi.

Noté de inmediato la figura de alguien, bajo y cabello ondulado y bien peinado, reconocía de inmediato la figura de Chuya, la ropa usual que utilizaba en la mafia, al menos en la época en que yo también pertenecía a estas.

Vendas recorrían mi ojo, evitando que observase el panorama por completo. Y sentía que aquello lo había vivido con anticipación, sabía lo que sucedería.

Chuya se sentó de forma elegante a mi lado en el sofá, aunque a una distancia de mi, no me observó en lo mas mínimo y eso me hacia ansiar comenzar a llamar su atención y molestarlo, siempre iniciaban, así las cosas.

Me acerqué rápidamente hacia Chuya, sonreí y comencé con las burlas, él terminaba ansiando golpearme, pero yo esquivaba cada golpe, mas risas de mi parte, Chuya volvía a intentar acertarme.

No hizo falta demasiado tiempo para que él terminase casi sobre mi en el sillón, no hizo falta de demasiados movimientos para que yo terminase por inclinarme hacia él, tentando mis labios sobre los suyos, Chuya dio el ultimo movimiento.

Déjalo FlorecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora