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Realmente yo debía ser una persona absolutamente sorprendente, y es que el hospital mantenía seguridad incluso mas rigurosa de noche en comparación con la existente de día, aunque no era ningún impedimento para mi, burlarlo sería fácil, pero en ese momento me encontraba sobrio, completamente sobrio, y la primera vez que me había colado en ese lugar estaba lejos de la consciencia.

Ni siquiera recordaba los momentos en que había entrado, solamente partes cortadas y pegadas en mi memoria de forma desordenada y sin coherencia, nada mas que eso.

Ya era mas de media noche, el trabajo en la agencia había sido bastante y apenas habíamos quedado libres luego de resolver algunos asuntos, de inmediato me había apresurado a caminar hacia el hospital, miré una y otra vez la hora en la pantalla de mi celular, nuevamente cargado y con muchas llamadas perdidas de diferentes personas de la agencia, en especial realizadas en la noche anterior.

Había llegado al hospital y decidido colarme por la entrada trasera, junto al personal del lugar, no había sido difícil hacerlo entre un montón de trabajadores que salía durante la noche a fumar algún cigarrillo entre los descansos de su turno, algunos llegando para comenzar con este.

Una vez pasar por la puerta principal, el resto fue sencillo, y es que en el interior nadie se encontraba realmente custodiando los pasillos con la intención de encontrar gente sospechosa o pedir las identificaciones de todas las personas, después de todo era un maldito hospital, la gente podía entrar a la hora que desease, yo prefería la entrada de atrás debido a que se encontraba considerablemente con menos caos, era algo mas tranquilo, evidentemente me mantenía alejado de la zona de urgencia, donde realmente reinaba el verdadero caos.

Por otro lado, el hospital mantenía un horario de visitas bastante estricto, horario que me había aprendido y que sabía de memoria, aunque nunca lo haya respetado del todo.

Cuando me encontré fuera del cuarto de Chuya, observando la puerta, me sentí ansioso y estúpido, había pasado antes a buscar algo que pudiese traer para Chuya y que le gustase, una tarea bastante difícil, y es que sería estúpido y una mala broma el terminar por aparecer en ese cuarto con un ramo de flores, ambos no deseábamos ver algo como eso en bastante tiempo.

Así que había terminado por optar por comprar unos simples dulces, en el momento me habían parecido una buena idea, de pie ante la puerta de Chuya ya no lo era tanto.

"Apostaría que Antoine si sabría que regalarle a Chuya en un momento como este" me dije, como un idiota.

"No te compares con él, eso no te llevará a nada" pensé nuevamente.

Pero no podía evitarlo, y es que sentía que ese niño que era como un cachorro, me había dejado una barra bastante alta con Chuya, algo bastante difícil de superar.

"Ahora yo soy su novio y esto será fácil" me dije, después de todo era Chuya, y nadie conocía a Chuya mejor que yo.

Tomé aire profundamente y terminé por abrir la puerta.

Chuya estaba sobre su cama, observaba la televisión con atención, disfrutaba de algo de comida, palomitas, pude identificarlo de inmediato, me observó por un momento asustado, como si lo hubiesen descubierto haciendo algo malo.

"Eso o esta viendo una película de terror" me giré a ver la pantalla y me solté a reír mientras entraba a su cuarto y cerraba la puerta detrás de mi.

- Películas de terror y palomitas – dije mientras me acercaba

- No esperaba que vinieses – me soltó

Déjalo FlorecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora