14

1K 165 93
                                    


La noche en que Dazai decidió abandonar la Port Mafia vomité de una forma horrible, y es que el idiota no solo había hecho explotar mi automóvil favorito, había hecho mucho mas daño que tan solo eso, me había herido de varias formas, antes y después de esa noche, lo había hecho una y otra vez.

Pero esa noche no vomité cualquier cosa, fue un vomito de colores bastante peculiares, nunca había vomitado de esa forma, recuerdo tener un ataque de tos, como los que tenia Akutagawa a veces, pensaba que eso me había llevado a vomitar, pero no fue eso, simplemente sentía que algo escalaba desde mis pulmones, por mi garganta, hasta mi boca.

Y simplemente salió expulsado por mi boca, entre lagrimas acumuladas en mis ojos, producto del esfuerzo que había hecho y la falta de aire. Nunca pensé que seria de esos colores, un blanco bastante encantador, no recordaba haber comido algo de ese color como para encontrarme vomitando eso, sin embargo, no pasó demasiado tiempo para darme cuenta de que se trataba realmente, no era comida, era un maldito pétalo, un pétalo delicado y de un color suave.

No podía creerlo, estaba vomitando un estúpido pétalo.

No era un idiota, no demasiado y no todo el tiempo, claramente conocía la historia sobre la enfermedad extraña que trataba sobre vomitar pétalos, flores, hasta ese entonces pensaba que era una simple leyenda, nadie nunca había conocido a alguien que lo padeciese, aunque en internet muchas personas afirmasen si haberla padecido, yo me mantenía escéptico a esto.

Era algo sumamente extraño, y es que pocas personas en el mundo pueden llegar a desarrollar un lazo hasta ese punto de amor, pocos alcanzaban ese grado. Realmente debías encontrarte jodido si comenzaban a crecerte flores en los pulmones, y realmente debías ser un perdedor al cual habían rechazado.

Ese era yo.

Y de esa forma me había sentido esa noche, Daza se había marchado, de cierta forma me sentía abandonado, traicionado y rechazado. Esa era la verdad. Hace algunos días antes había llegado de una misión en otra ciudad, no demasiado lejos, y había comenzado a considerar seriamente el intentarlo con el idiota, no de una forma rápida ni una declaración directa, pero si comenzar a tantear el terreno con él, incluso había considerado proponer una relación básica con privilegios sexuales, estaríamos ambos ganando.

Pero el pétalo que sostenía entre mis manos era una señal de que ese trato no me iba a mantener realmente satisfecho con respecto a él. Era increíble que no conociese la naturaleza real de lo que sucedía en mi interior, con respecto a mis sentimientos, hasta el momento exacto en que había vomitado un pétalo de flor.

Prefería solamente tener una tos crónica como Akutagawa o que simplemente me doliese el estomago, prefería una enfermedad normal y subir a consultar con Mori mis opciones, pero no haría eso con ese tipo de enfermedad que tenia, una enfermedad con respecto al amor, un amor profundo.

Ni muerto se lo diría a alguien, jamás. Antes muerto, y por lo que sabia sobre esa enfermedad, si no hacia algo al respecto, terminaría de esa forma. Bien, solo era parte de la historia, el cuento de hadas que la gente cuenta, tal vez no fuese de esa forma, si lo ignoraba terminaría por desaparecer, si dejaba de tener sentimientos por el estúpido bastardo de Dazai, volvería a la normalidad.

Al menos eso pensé durante esa noche. Mientras me retorcía de dolor en la soledad de mi habitación, en mi departamento, no había vuelto a vomitar ningún pétalo durante esa noche, pero sentía el dolor en mi pecho, una señal de que las cosas estaban avanzando, las flores solo comenzaban a instalarse en mi pecho.

Solamente cuando el dolor fue algo insoportable, consideré el hablar con alguien sobre ello, nee-san era la persona que había elegido para ello, y es que confiaba profundamente en su discreción con respecto al tema, también confiaba en que ella me creería y sabría sobre alguna solución.

Déjalo FlorecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora