20

999 130 66
                                    


Muchas veces había tenido sueños bastante pervertidos, había tenido incontables fantasías con él, incluso cuando era ignorante sobre mis verdaderos sentimientos hacia Chuya, comenzó cuando tenia dieciséis años, una edad bastante normal para tener fantasías y comenzar a sentirte atraído de forma sexual por otra persona.

Y es que ese tipo de normalidad con lo que veía la situación era principalmente lo que me impedía realmente entender lo que sucedía a un nivel emocional, de pronto el solo pensarlo había terminado como un tema tabú impuesto por mi mismo.

Pero recordaba bastantes de estas fantasías, claro que lo hacía, y es que había ciertas cosas que siempre había querido hacer con Chuya, ciertas acciones que deseaba probar junto a él.

A mis dieciséis años jamás hubiese pensado seriamente que tenía la real posibilidad de cumplir alguna de estas fantasías, y mucho menos hubiese pensado que una de estas, una de las mas recurrentes en mi mente, terminase por cumplirse por cuenta propia de Chuya. Sin siquiera necesitar sugerírselo. Tenía veintidós años y me encontraba viviendo mi maldito sueño adolescente.

Chuya se acomodaba a horcajadas sobre mi, una sonrisa dominante que me hacía estremecer, realmente sentía que volvía a morir en ese momento, me quedé quieto, con una expresión estúpida en mi rostro, era consciente de ello.

Y es que no me esperaba para nada que la situación terminase por tomar ese rumbo.

"¿Por qué me encuentro nervioso?" me preguntaba a mi mismo. Pero no tenía respuesta. Tal vez era debido a que se trataba de Chuya, tal vez era debido a que en realidad nunca había hecho absolutamente nada con otro hombre, tal vez era debido a que no acostumbraba a tratar con una versión de él donde yo era el que se encontraba siendo intimidado por su osadía.

Pero me gustaba. Y podía acostumbrarme a ello.

Pude sentir movimientos leves sobre mi, Chuya se movía de forma lenta, frotándose en contra de mi, específicamente sobre la zona de mi ingle, eso no me estaba ayudando a pensar, mis manos estaban inquietas, como un idiota no sabía que hacer con ellas.

Chuya tomo mis manos y las guio hasta su cintura, dejando cada una a un lado de estas, sonrió un poco y continuó con sus movimientos lentos, el agarre de mis manos se hizo mas fuerte, y es que realmente me estaba controlando para no terminar por rogar, al menos no lo haría tan rápido.

Y mi erección comenzaba a palpitar en mi pantalón.

Tomé aire de forma profunda, desde hace bastante tiempo que no podía hacer aquello sin sentir ningún tipo de dolor o resentimiento en mis pulmones, claramente en ese momento no sentí nada por el estilo, y es que no podía sentirme mas amado de lo que me sentía en ese momento, mas correspondido.

Chuya me observaba como si fuese una maravilla ante sus ojos, una mirada de admiración y deseo, una sonrisa de real placer y felicidad, complaciente. No había forma en el mundo en que no me sintiese correspondido ante algo como eso, ante un escenario como ese.

Solté mi respiración, no escondería nada durante esa noche, sería tan expresivo y sincero como Chuya lo era, y dejaría bastante en claro todo tipo de reacciones que él me provocaba, lo mucho que lo amaba, lo mucho que me excitaba, lo mucho que lo admiraba, todo estaría claro.

Me senté sobre la cama, Chuya aun sobre mi regazo, se acomodó de inmediato a la nueva posición, llevando sus manos a mis hombros, nuestras respiraciones calientes chocaban, podía sentir su aroma con intensidad, tan Chuya e inexplicable.

Chuya me observaba de forma fija, sin siquiera pestañear, amaba ser yo el objetivo de sus ojos, amaba que se encontrase inmerso en mis propios ojos, como si nos encontrásemos comunicándonos de una nueva forma, tan privada y especial.

Déjalo FlorecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora