5

1.2K 168 66
                                    


Mi cerebro estaba seco y comenzarían a crecer raíces también en este. Eso era lo que pensaba mientras me encontraba nuevamente pensando y analizando sobre lo mismo.

Mi cama se encontraba fría y era incomoda, bueno, había dormido en lugares peores durante años, sin embargo, mi cuerpo ya se encontraba sufriendo lo suficiente como para agregarle un padecimiento mas.

El cuarto se encontraba completamente en penumbra, no deseaba dormir y tampoco lograba conciliar el sueño, todo era un caos en mi mente, estaba mas inquieto que nunca. Me removí entre las sabanas, había perdido la cuenta del numero de veces que lo había hecho.

Una parte de mi se encontraba a un paso de terminar por dirigirme al bar mas cercano y ahogarme un poco en whiskey, eso sonaba bien en mi mente, el único plan que había podido idear bien en los últimos días, y es que realmente llevaba largos días pensando una y otra vez sobre como proceder con respecto a Chuya.

Lo primero que hacia cada vez que lo veía era hacer una mueca y actuar de forma burlesca, rechazarlo.

"Se te olvida que aquí tu eres el rechazado" me recordó una voz poco agradable en mi mente. si, yo era el rechazado, no Chuya, una prueba de ello eran los pétalos que se encontraban en ese mismo momento a mi lado en la cama.

Habían pasado mas o menos dos semanas desde que realmente había admitido a la agencia que todo se trataba de Chuya, además de aceptar intentar la opción de declararme, claramente no había avanzado nada en esto ultimo.

Y los ataques de tos empeoraban y me visitaban con mas frecuencia, por la noche en su mayoría, mi mente siempre se inquietaba un poco antes de intentar dormir, eso producía que pensase en Chuya y las flores no hacían mas que florecer en mi interior, hasta el punto en que no había mas opción que expulsarlas.

A veces mi imaginación decidía aportar un poco en esto y jugar conmigo de igual forma, haciéndome imaginar a Chuya de una forma demasiado enfermiza y viva, a mi lado sobre la cama, simplemente observándome, usando la ropa casual que lo había visto usar hace un tiempo considerable con su novio.

Realmente me había gustado como se veía en esa ocasión.

Podía llegar a preguntarme si realmente era el Chuya verdadero el que se encontraba recostado frente a mi, una parte de mi sabía con certeza que no lo era, y es que las probabilidades de que Chuya se recostase de esa forma tan pacifica a mi lado, no, solo el hecho de que entrase a mi departamento sin que yo lo notase, era impensable. El aroma de su perfume jamás pasaría inadvertido para mi.

En ese momento Chuya si se encontraba a mi lado sobre la cama, devolviéndome la mirada, rodeado de los pétalos que yo mismo me había encargado de expulsar de mis pulmones durante esa velada, era casi como ver una escena de un cuadro, un chico hermoso rodeado de pétalos sobre unas sabanas negras.

Ni siquiera el mejor artista podría retratar su belleza en ese momento.

Comencé nuevamente a sentir el fuego escalar por mis pulmones, haciéndome llorar ante el esfuerzo, tomé aire profundamente antes de comenzar a toser fuertemente.

Toda mi caja torácica se encontraba adolorida, mis músculos gemían en reacción a los movimientos bruscos que hacia al toser e intentar tomar aire, me senté sobre la cama y llevé una de mis manos hacia mi boca, intentando ahogar el sonido de mi voz.

Me incliné hacia adelante y cerré con fuerzas mis ojos, me sentí un poco mareado, sentía como el próximo pétalo escalaba por mi garganta de forma lenta. Cuando lo tuve en mi boca lo escupí sobre mi mano.

Siempre de un color rojo intenso. Apropiado para tratarse de Chuya.

Observé el pétalo, realmente asqueroso, pero ya no me importaba, no tenía pensado dormir con un basurero al lado de la cama para depositar cada pétalo que decidía toser.

Déjalo FlorecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora