CAPÍTULO VI

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Freya Medvédev

La tarea estaba hecha y la bomba ya la soltó. Ahora mi pregunta es: ¿Qué demonios hago? ¿Cuál personalidad uso? ¿Qué debo hacer?

Podría correr lejos de él actuando como la victima con miedo a que me lastime, pero sería irónico ya que la ultima vez que me apunto a la yugular lo enfrente como tigresa.

Podría exigirle que se retire de mi casa con la excusa de que debo procesa la información, cosa que sé que no obedecía.

También solo puedo llamar a la policía y fingir que estoy sorprendida por la información que me acaba de soltar, aunque ya se lo que haría. Con un solo llamado ya no habría pruebas, testigos ni denuncia que involucre su apellido.

Pensar en lo que haría es inútil porque en un parpadeo lo tengo encima de mí mirándome como un depredador.

Maxim tiene sus pupilas dilatadas, esta sudando y pareciera que se encuentra fuera de sí. Toma mis manos por encima de mi cabeza, no emito miedo ni temor, me mantengo en total control. Él me mira sin entender.

—¿No me temes? —pregunta con voz ronca.

—¿Por qué debería?

Él ríe lentamente y acerca su boca a la mía. No voy a negar que desde que lo vi en aquel salón con su mirada gris puesta en mí tengo las ganas de quitarle la ropa y enseñarle como de verdad se trata a una mujer. ¿Qué me lo impide? Nada, más que yo misma.

—No te soltaré Freya, y lo sabes —hace una pausa—. No debiste hacer lo que hiciste.

Pega sus labios con los míos con rudeza, me envuelve en un beso manejado por él, lleno de dominio. No hay nada que le impida no hacer lo que su mente y su cuerpo desean, ni siquiera yo lo impediré.

Continua los besos mientras que las prendas de ropa se van una por una, besa mi cuello lentamente moviendo su lengua acompañando una bella danza donde traza mordidas que sin duda dejarán marca, continua con mis senos y los masajea con excitación.

No diré que lo hace bien, ni le subiré el ego, solo es un hombre dándole placer a una mujer, en este caso a mí. Es lo mínimo que podría hacer antes que lo destruya o lo libere de su propio apellido.

El momento no puede continuar por que mi puerta se hace sonar, detrás escucho la voz de mi compañero de piso indicándome que Ian me espera en la sala, maldición.

Lo separo de mí, me observa molesto y quiere volver a besarme, lo aparto nuevamente y le regalo una mirada furiosa. Agarra mi cintura queriendo que envuelva mis piernas en su cadera, me remuevo para que su fuerza no me domine, no me apetece pelear.

—Maxim, no.

La lucha continua por cual cuerpo ganará, quien tiene más fuerza que claramente es él, pero yo soy más ágil, y mucho más rápida. En un segundo estoy fuera de la cama, con mi bata de seda negra y un arma apuntándole a la cabeza.

—Te he dicho que no. Vete de mi casa. —le ordeno.

Me sonríe como un demente, se sienta en la cama dejando la punta del cañón directo en el medio de sus ojos.

—Dispara Freya —susurra.

Sonrío demostrándole que yo no le tengo miedo ni soy cobarde, quito el seguro y su rostro cambia, sus ojos se abren un poco más y aunque quiera demostrar calma se le hace imposible cuando poso mi dedo en el gatillo.

—Uno... Dos... —antes que llegue a tres se encuentra de pie mirándome desafiante, toma sus pocas pertenecías y se retira de mi cuarto.

Decido ir a la sala a ver a mi amigo, me espera pacientemente con su móvil en la mano y un vaso de whisky en la otra. Al verme se pone de pie. Voy hacia la barra y me sirvo un shot de tequila, lo tomo sin pensar ni sentir el ardor en mi garganta.

Smirnov  [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora