CAPÍTULO III

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Max Smirnov

La sigo sin problema hasta el callejón a oscuras, ella coquetea y contonea las caderas esperando que me cause algo, que ilusa. Ella ríe a carcajadas mientras su vestido corto se levanta con descaro.

Paramos al lado del basurero y se abalanza a mis labios besándome con pasión, la tomo de la cintura siguiéndole el beso, sus manos suben a mi cuello tomándome con más fuerza e intensificando el beso. Mis manos se adentran a su vestido rojo con lentitud, puedo sentir la humedad mucho antes de llegar a su centro.

Gime sin siquiera sentir mi tacto, aparto su braga fina y dejo que mis dedos la complazcan, entro, salgo, trazo círculos y sumo cantidad. Cae al suelo repleta de excitación, sonrío como un depredador y me tiro al suelo con ella me abro paso entre sus piernas haciendo un lado su tanga pequeña mientras saco mi erección disimuladamente.

Ella cegada de placer se abre ante mi dejando pasar al mismísimo diablo dentro de ella. Arremato con fuerza su vagina entrando de una estocada, ella gime y amaga con sostenerse del frío suelo. Carcajeo mientras me muevo sin pudor dentro de ella, salgo, entro sin piedad.

No doy tiempo a que respire cuando la tengo sometida, esta a punto de llegar al punto máximo, es mi momento.

-Feliz ultimo orgasmo -ella exploto completamente luego de mis palabras, sentí sus fluidos deslizarse por mi miembro. Estoy a unos segundos de correrme por eso salgo de ella corriéndome en su vestido manchándolo de blanco.

Me mira furiosa, sus ojos me lanzan laser, y amaga con levantarse, con mi dedo le digo que no. Beso su cuello lentamente mientras con una mano juego con su teta. Mi otra mano en cambio se dirige hacia la cinturilla de mi pantalón sacando mi cuchilla con manopla en la empuñadura.

Dejo de besarla y ella me sonríe mirándome embelesada. Rio por lo tonta que se ve, alzo mi arma y su rostro ahora refleja temor, miedo, apuñalo su ojo mientras su grito retumba todo el callejón. La sangre comienza a salir con fluidez y yo no puedo parar de sonreír.

Luego arremeto a sus brazos dándole dos puñaladas en cada uno. Ella grita y no me queda otra solución que tapar su boca con su propio calcetín, clavo la cuchilla en su estómago.

-Eso debió doler -bromeo.

La sangre comienza a teñir todo su cuerpo a medida que aumento la cantidad de apuñaladas que le doy, no puedo parar de mover mis manos en busca de su piel, es como una fuerza atrayente que me seduce. No puedo explicarlo y si pudiera me aseguraría que nadie lo comprenda, solo es satisfactorio.

Ella deja de llorar, llega un punto en el que el dolor deja de doler, y si suena estúpido, pero es cuando tu cuerpo entra en un trance donde se encarga de adormecer tu sistema, claro que tu mente sigue con vida y luchando por sobrevivir, pero tu organismo no siente nada, no tiene brillo, no tiene tacto, todos tus cinco sentidos dejan de funcionar. Y los recuerdos de tu vida se reproducen en tu mente hasta que la muerte viene por ti.

Termino de enterrar la daga por novena vez. Miró el cuerpo a mis pies con asco y admiración. ¿Este arte hice yo? Que orgullo.

Asesinar. Me lleva a otro mundo, no necesito comer o dormir, solo matar, drogas y las mujeres, el placer de asesinar, quitar la vida de mi víctima me otorga poder. Sus llantos pidiendo clemencia, rogando por piedad, o solo preguntándose que hicieron para merecer aquello me causa nada más que satisfacción. No existe el remordimiento en mí, no existe la culpa, no existe el amor. Solo el placer, y el poder.

La mujer se encuentra con todo su vestido rosado manchado de rojo, con la yugular cortada de un costado a otro, distintas aberturas alrededor de su cuerpo causadas por mí, su ojo izquierdo deformado a causa de mi apuñalada. Aquel rostro risueño, sonriente y feliz ha desaparecido dando paso a uno aterrado, con su ojo bien abierto del asombro y sus cejas formadas en una posición de temor. En sus labios se encuentra su propio calcetín para tapar sus gritos, aún en sus mejillas se podía observar las lágrimas ya secas.

Smirnov  [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora