CAPÍTULO XX

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Freya Medvedev

Despierto con el pequeño Eros entre brazos, él continúa durmiendo como si nada pasara a su alrededor y con cuidado de no despertarlo camino hacia mi habitación. Esta me recibe con en plena oscuridad y al prender la luz lo primero que observo es la caja que hay en la cama con dos boletos a Noruega. Tomo los boletos, no me hacen falta dos ¿O sí?

Marco el número del que dice ser mi mejor amigo, Ian hace tanto no lo veo, desde que empecé a trabajar en ese tonto establecimiento para poder cumplir la misión en la que me encuentro en estos momentos no salgo a divertirme con mi amigo.

Tres pitidos después —...Hola.

—Levanta tu estúpido trasero de donde sea que estés y prepara la maleta que nos vamos a unas merecidas vacaciones.

—¿Freya? ¡Amiga! Claro que sí perra.

Corto, no necesita más información. Armo mis maletas, extraño tanto a la basura de Ian, sus chistes de mal gusto me hacen falta al igual que su compañía, antes solíamos hacer todas las misiones juntos, esta es la primera que nos toca separados e incomunicados entre ambos, pero se acabó, con todo lo que estoy viviendo necesito unas putas vacaciones en el culo del mundo si así lo deseo.

¿Cuál es el único lugar en donde el Boss no tiene poder? Hasta en el jodido infierno tiene poder. Inglaterra tiene hermosas playas, cambio mi boleto a Liverpool en un hotel privado en donde las reservaciones son sin datos, un hotel para criminales de gran talla.

Paseo mis maletas en silencio por la casa, esta amaneciendo y pido un Uber al aeropuerto enviándole la dirección a mi amigo. El viaje es de hora y media, al estacionar en la acera ya puedo ver a Ian de espaldas a mí, le doy unos billetes al taxista y salgo disparada a saltarle como mono en la espalda.

—¡Estas aquí! Qué bueno verte —su emoción es notoria al igual que la mía, es como mi hermano, es la única familia que tengo.

—Te extrañe tanto —la nariz me pica y siento el nudo en mi garganta de la emoción —. Vamos a Liverpool

[...]

Desde que subí a la primera clase y empezaron a entregarnos todo el alcohol que pedíamos perdí la memoria, solo se que tres días después de noches repletas de bailes y discotecas estoy en el hotel, en una cama con el atardecer entrando por la ventana, Ian esta a mi lado roncando como morsa.

Pido el desayuno y me doy un baño. Mi amigo despierta con la mejor resaca de la vida y solo vomita sin parar en el retrete mientras yo desayuno mirando el televisor. Las noticias me aburren y me hacen revolear los ojos al saber las bazofias que dicen, sin darse cuenta de que en el mundo de arriba todo es MUCHO peor.

El anochecer comienza a salir junto con Ian ya bañado y perfumado—Hola mocosa.

—Buongiorno

Saludo en italiano, uno de mis doce idiomas que mejor domino.

—Un papucho me invito a una fiesta en el hotel, así que prepárate que solo no iré.

Se va a no sé dónde. Evito mirar mi móvil, se que los mensajes son demasiados, de todos, tanto de mis jefes como de mis objetivos, y quiero una semana mínimo lejos de todos ellos. Lejos de hombres, exceptuando a mi mejor amigo y sus ligues hombres.

Ian es bisexual, y algo liberal, tanto que hemos follado muchas veces, pero desde que entre en la misión no hemos vuelto a follar, no es que no me atraiga, solo que, no lo sé...

Me preparo, un top de encaje rojo reluce mis senos sacándolos mucho y resaltándolos, la pollera del mismo color reluce mi trasero y piernas, dejo mi cabello suelto y por último me arreglo con un maquillaje ligero.

Smirnov  [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora